Los últimos de Santa Adela
Los vecinos que irán al nuevo bloque se muestran esperanzados por la firma del convenio que desbloquea el proyecto, pero piden ayuda para los que viven en viviendas afectadas por la humedad
Entre la esperanza y el enfado. Así se encuentran los vecinos de Santa Adela que irán al nuevo edificio que se construirá en la barriada en los próximos años. La firma del convenio entre el Gobierno, la Junta y el Ayuntamiento que desbloquea el proyecto espolea la ilusión de unas familias que llevan demasiado tiempo esperando. Sin embargo, la felicidad no es completa. Los graves problemas de humedad que afectan a las viviendas de muchos de ellos persisten, por lo que reclaman a las administraciones que cumplan sus compromisos y ofrezcan a las personas en peor situación una alternativa habitacional que les permita vivir «con dignidad» mientras se lleva a término la fase.
Es el caso de Loli y Pilar, cabezas de familia que viven en un bloque contiguo al solar en el que se construirá el nuevo edificio. Sus viviendas, construidas como las demás hace más de 50 años, muestran en los muros las huellas de la humedad. Las manchas tienen un aspecto amenazador. La sombra oscura alcanza casi hasta el hombro y se extiende por todo el perímetro de ambas casas. No hay habitación que se encuentre exenta.
«Así no se puede vivir», reconoce Loli Pérez. Ella vive en unos de los bajos, que no alcanza los 80 metros cuadrados, junto a Juan, su hijo de 27 años. Ambos cuidaban hasta hace pocos meses del bebé de otro de los hijos de la familia. La humedad, que se abraza a muebles, puertas y ventanas, hizo aconsejable meter al pequeño en la guardería antes de tiempo para reducir su exposición. «¿Cómo vamos a poder tener un niño aquí, como está la cosa?», pregunta la abuela mientras señala, uno tras otro, armarios descascarillados.
Los problemas, según explica, no son nuevos. Como recuerdan muchos, la rapidez y los materiales con los que se construyeron los edificios de la barriada durante la dictadura hicieron que pronto se vieran afectados por la degradación. Loli recuerda, sin embargo, que su marido, jefe de obra, logró convertir el piso en una vivienda digna. «Le puso cariño a las obras que hizo», elogia.
Sin embargo, los problemas acabaron venciendo cuando, hace un lustro, se iniciaron los trabajos para la construcción de la última fase de Santa Adela edificada hasta ahora. El terreno se vio afectado y el agua usada para evitar que el polvo llegara a los bloques cercanos dio la puntilla. Desde entonces, la situación es dramática.
«Quítate la mascarilla, fíjate cómo huele», invita Juan, el hijo, a los periodistas. No hace falta. El fuerte olor a humedad se cuela por la mascarilla. El joven asegura que las ventanas «son un río» por las mañanas. Lo mismo ocurre con los azulejos, muchos de los cuales se zarandean en el baño. El frío tampoco da tregua. Ni siquiera las mantas, que se impregnan de humedad si quedan al relente dentro de la casa, pueden mitigarlo, lo que empieza a afectar a la salud de Loli, que no esconde unas manos deformadas por el reúma.
Pared con pared, en la casa de Pilar la situación era similar hasta hace unas semanas, cuando el seguro de la familia se hizo cargo de las obras para reducir la humedad a pesar de que no se incluían en la póliza. La mujer, que vive en la casa con su marido y dos hijos, muestra las paredes recién pintadas donde hasta hace poco campaban las manchas oscuras. «Al menos hemos tenido esta ayuda», reconoce.
En su caso, ha sido necesario repintar las estancias y colocar una cubierta de pladur sobre las paredes originales para limitar la acción de la humedad. «Es una batalla perdida», admiten otros vecinos. Aseguran que el problema está afianzado hasta tal punto que, en poco tiempo, el agua atraviesa el pladur y reaparece.
Pilar confiesa que el problema le preocupa muchísimo, especialmente por lo relativo a la salud. «Soy asmática y noto que estoy peor con el frío y la humedad», señala. También teme lo que le afecta al bolsillo. Tanto ella como Loli se ven obligadas a tirar muebles conforme la humedad los carcome. «Hace poco tuve que cambiar las habitaciones», apunta. En el caso de su vecina, ha perdido la cuenta del número de camas que ha tenido que tirar con las patas podridas por el agua o los colchones cambiados.
Las familias piden a las administraciones involucradas en el proyecto de rehabilitación que no se olviden de ellas. «Necesitamos que nos busquen una alternativa porque no podemos pasar otro invierno aquí. Tenemos miedo de lo que pueda pasar cuando vuelva a llover», señala Loli. Pilar, a su lado, es más beligerante. Pone el foco sobre el actual alcalde, Paco Cuenca, que lleva apenas tres meses al frente del Ayuntamiento. «Se comprometió a que nos buscaría una solución cuando estaba en la oposición, pero parece que se ha olvidado. Habría que recordárselo», exclama indignada.
Desde el gobierno municipal reconocen que son dos sus compromisos: desatascar «lo antes posible» una situación que llevaba dos años detenida «por culpa del Ayuntamiento y de la Junta de Andalucía» y buscar una solución «caso por caso» con los vecinos por medio de Servicios Sociales.
Como recuerdan, el primero de los compromisos se cumplió recientemente. Hace tres semanas, las tres administraciones involucradas sellaron el acuerdo por el que se comprometen a destinar 13,3 millones a la construcción de las nuevas 122 viviendas previstas en el segundo edificio de la tercera fase. El segundo compromiso está ya en marcha, aseguran.
Esperanza
Más allá de los problemas que afectan a las viviendas antiguas, los vecinos reconocen que han recibido con «felicidad» la firma del convenio. «Empezamos a ver la luz al final del túnel», dice Pepe, otro de los zaidineros que irá a la nueva fase cuando se culmine. Atrás quedan los dos años de espera en los que nada se supo del proyecto. Ahora esperan que la tramitación «sea lo más rápida posible» para que puedan dejar el pasado atrás.
El camino está ya marcado. Según informó el área de Urbanismo, que dirige el socialista Miguel Ángel Fernández Madrid, los técnicos municipales trabajan ya en el diseño del proyecto con vistas a que esté resuelto cuando se materialicen las subvenciones con las que se financiarán las obras. «Queremos adelantarnos lo máximo posible para que se pueda comenzar el próximo año», reconocía hace dos semanas el edil en la comisión de Urbanismo.
El asunto queda en manos de la Junta de Andalucía, que también avanza en la tramitación. Recientemente la consejería de Fomento, que encabeza Marifrán Carazo, informó que el calendario que maneja es que las subvenciones puedan estar articuladas «a finales del primer semestre de 2022». Es la misma información que trasladó a los vecinos hace una semana cuando se reunió con ellos. «Solo esperamos que todas las partes cumplan su palabra. Llevamos mucho tiempo esperando», dicen.
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