Granadino asesinado por ETA
«Mi padre tenía miedo, sabía que cualquier día lo iban a matar»Francisco Medina Albalá, natural de Almuñécar, emigró a San Sebastián en busca de una vida mejor. El 22 de junio de 1979, ETA lo asesinó. Cuarenta y cinco años después, su hijo recuerda sus lazos con Granada
Sangre, miedo y llantos marcaron los años 70 y 80 en el País Vasco. El grupo terrorista ETA se encontraba en plena actividad y no había semana en la que no se mascara la tragedia. Guardias civiles y policías locales protagonizaban la lista negra de la banda, que clamaba con violencia la independencia del pueblo vasco. Pero también hubo otras víctimas, como taxistas y obreros, a los que perseguían y asesinaban tachándolos de «chivatos». El granadino Francisco Medina Albalá fue uno de ellos. El 22 de junio de 1979, ETA lo mató en San Sebastián.
Tras el 45 aniversario de su asesinato, su hijo, también Francisco, rememora los lazos de su padre con la provincia de Granada. Nacido en Almuñécar en 1946, de madre accitana y padre onubense, creció junto a su hermana a las orillas de la Costa Tropical. «Nada le gustaba más que el mar», recuerda. Frente a él conoció a su mujer, Victoria, natural de Ávila, que vivía en Madrid y limpiaba casas; «habría bajado con la familia de algún jefe a pasar unos días».
Se carteaban, «era la manera de conservar una relación». La crisis de la construcción azotó a la costa granadina y Francisco emigró junto a su pareja. Era albañil. Los salarios más altos estaban en Madrid y País Vasco. «San Sebastián tiene playa, será un buen lugar», pensó, fiel a sus raíces. Allí, se casaron y tuvieron dos hijos, Francisco y Pablo.
La familia se acomodó rápidamente en la capital guipuzcoana. «Conocíamos a todos los vecinos, a los del rellano, a los del piso de arriba, a los de abajo, a los de enfrente... Era como un pequeño pueblo», asegura Francisco hijo. Su primer contacto con ETA fue a través de un vecino policía local. Le colgaron un gato muerto en la puerta. Era «una señal».
Chivatos
«El bar de debajo de casa lo estallaron dos veces;no habia nadie. Al camarero le decían 'no le sirvas a ese', pero servía y se lo quisieron cargar por chivato», explica Francisco hijo. «Algo parecido» ocurrió con su padre. Afiliado a Comisiones Obreras, trabajaba en las obras del cuartel de la Guardia Civil en el barrio donostiarra de Intxaurrondo. Un día, iba en su moto 'Vespino' cuando dos hombres lo acribillaron a balazos desde un coche 'Seat'. Un tercero conducía.
El sexitano Francisco Medina murió en el acto. Tenía 33 años. Sus padres aún residían en Almuñécar y se enteraron por la radio, en el informativo de las 8.00 horas. Automáticamente, salieron hacia San Sebastián. «Nosotros estábamos en casa con mi madre. Era San Juan, habían empezado las vacaciones y no teníamos cole», cuenta el hijo. Unos motoristas se presentaron allí con suss zapatos preguntando si le pertenecían.
«Mi madre se pasó los tres días siguientes esperando que entrara por la puerta»
Francisco Medina
Hijo de un granadino víctima de ETA
«Mi madre se pasó los tres días siguientes sentada en el pasillo esperando que entrara por la puerta. Aquella mañana le había que no fuera a trabajar. Hacía poco, lo había encontrado en el suelo de la habitación con botellines y una escopeta. Tenía miedo. Los de la ETA le pidieron que metiera una bomba en el cuartel y él se negó. Sabía que cualquier día lo iban a intentar matar», apunta su primogénito. Así se cebaron con la clase más humilde.
De la noche a la mañana, Victoria y sus hijos se quedaron solos con su perro, un pastor alemán llamado Rintintín. Aquel verano, también bajaron a Almuñécar. En su ciudad natal enterraron a Francisco Medina. Miles de personas asistieron a su sepelio. Cada día, durante dos meses, el hijo acompañó a su abuela al cementerio. «Rezaba mucho el rosario y me quería un montón», dice.
Una vida «complicada»
En San Sebastián, la familia aguantó dos años más. «La vida era complicada» y se mudaron a Madrid. A día de hoy, quedan cientos de asesinatos de ETA sin resolver, pero en el caso de este granadino «metieron a los tres del coche en la cárcel». «Le preguntaron a mi madre si quería verlos. Dijo que no», sentencia. El duelo no fue sencillo.
Su hermano «se mató» con 17 años «por una sobredosis». «Mi padre nos habría puesto límites», lamenta Francisco. Su madre superó su muerte, pero la de Pablo no. Un día antes del estallido de la pandemia, ella murió. Poco después, en 2021, el único hijo vivo participó en el documental 'Los 12 de Comisiones' para visibilizar la historia de su padre.
Cuando se casó, Francisco hijo, que hoy es camionero y vive en Madrid, regresó por primera vez al País Vasco con su mujer. No estuvo cómodo, hubo lugares que no fue capaz de visitar. «No puedo olvidarlo y tampoco quiero que la gente lo haga. Ni mi hija, Atenea. Vamos juntos a homenajes. Es perfectamente consciente de la historia de su abuelo», insiste. Su compromiso es mantener viva la memoria de su padre, un granadino que abandonó su tierra con el único propósito de darle una buena vida a su familia.
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