Mesón La Alegría: Un establecimiento emblemático que mantiene la esencia de la mejor cocina granadina después de 40 años
La carne a la piedra, el cordero lechal y las chuletillas son solo una muestra de las grandes apuestas de Mari Carmen Fernández para imprimir un sello propio a su negocio
Martes, 25 de noviembre 2025, 00:17
El pasado 6 de noviembre el Mesón Alegría de la calle Moras era distinguido en la Cámara de Comercio de Granada como uno de ... los 34 establecimientos emblemáticos de nuestra ciudad en la primera Gala del Comercio, impulsada para poner en valor aquellos negocios con más de 40 años de historia y arraigo. Para su actual propietaria, Mari Carmen Fernández, este tipo de reconocimiento es «algo importante y lo mejor que nos puede pasar porque no es nada fácil que un negocio se mantenga en pie cuarenta años». Pese a todo, «cada vez nos lo ponen más complicado y no hacen más que ponernos trabas». No le extraña porque «tengo clarisimo que hay controlarlo todo porque antes había cuatro bares y ahora hay cuatrocientos». Entre esos impedimentos se encuentra la imposibilidad de ampliar las seis mesas de su terraza, teniendo 19 metros de fachada.
Mantener un negocio de estas características con ocho familias trabajando en ella, materia prima de enorme calidad y un ochenta por ciento de clientela local «es muy complicado y algo casi insostenible. Antes sólo tenía familias y por la noche esta calle era preciosa con la gente comiendo tranquilamente. Había tiendas de ropa pero ahora los fines de semana son una locura por los pubs». Mari Carmen entiende perfectamente el enfado de los vecinos del bloque e, incluso, tiene una carta en la que estos se muestran a favor de la terraza en La Alegría porque no tienen ningún problema con este negocio. «Quieren que se mantengan la hostelería buena».
Mari Carmen aprendió bien pronto el oficio de su padre, el recordado Manuel Fernández Vílchez. «Era un enamorado de la hostelería. Llegó a Granada en 1980 para quedarse con Los Mariscos en la Plaza del Carmen. De allí pasó a la taberna Las Copas en la calle Navas y después a La Alegría». El actual establecimiento surge en el espacio que ocupaban los antiguos Mónaco y Buitrago. «Vine con mi padre a ver los locales y me gustaron. Tenía catorce años». Manuel decidió ponerle La Alegría en homenaje a su hija. «Si vas a estar tú -le dijo- qué mejor nombre». También, «por la manzanilla Alegría que tanto le gustaba a mi padre». Antiguamente las reuniones y el ambiente que se respiraba en ellas no eran como las de ahora.
Pocas cosas han cambiado en este mesón que mantiene intacta toda la esencia que imprimió Manuel Fernández Vílchez y su esposa, la desaparecida Carmen López Morales. «Siempre fue una mujer que supo estar detrás y un apoyo incondicional aunque nunca fue reconocida como tal». De Manuel aprendió una hostelería cercana y atenta siempre a los detalles. «Cada persona tiene su momento y su historia y hay que darle el sitio y la importancia que merece». A los clientes hay que «hacerlos sentir en casa. No son números ni gente extraña».
En la mesa no puede faltar nunca sus grandes especialidades. Entre ellas, su buque insignia que es la carne a la piedra. En Granada fueron los primeros que pusieron el horno de carbón de encina, que lleva el mismo tiempo que el propio negocio. «Trabajamos mucho el cordero lechal a la brasa, muy bueno, y me atrevería a decir que nuestras chuletillas son las mejores de Granada y casi las mejores de Andalucía», asegura con legítimo orgullo. Otras delicias son platos tan nuestros como la tortilla del Sacromonte, las habitas con jamón, el remojón granaíno... Siempre fieles a esa cocina tradicional, sin olvidar las raíces.
Aunque son innumerables los clientes que han desfilado por su local, entre ellos rostros muy conocidos (no hay que olvidar que se encuentran justo detrás del Teatro Isabel La Católica) Mari Carmen se queda con aquellos a los que ha visto «en pañales y ahora vienen con sus hijos. Son a los que les tengo realmente cariño».
Cuestionada acerca del futuro de este negocio, lo ve«muy complicado. Mi padre decía que estaba pensando si podía ponerle a los días 30 horas y a la semana diez días para ver si nos salían los números». No es partidaria de los cambios radicales sino de evolucionar poco a poco y meter algún que otro plato nuevo. «Al final, vas a los sitios y todos tienen la misma carta y más o menos la misma imagen y muchas luces. No quiero tener los mismos platos que los demás sino imprimir mi propio sello». No en vano, «fuimos los primeros en tener los huevos con patatas y jamón y quiero que la gente se coma eso mismo. Ocurre igual cuando hago pulpo a la brasa, al que doy unos toques diferentes y sirvo de manera distinta».
Por ello, prefiere darle mil vueltas a cualquier modificación o creación, por pequeña que sea, porque sabe que sus incondicionales acudirán siempre a La Alegría en busca de esos platos con sabor a hogar y amistad que incorporaron con tanto cariño Manuel y Carmen y que Mari defiende cada día por todo lo alto. Nadie mejor que ella para hacer gala de ese «siempre queriendo y nunca olvidando», inculcado por su gran maestro.
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