Una mañana de redada policial en el barrio de La Paz de Granada
Acompañamos a la Policía Nacional en dos registros que se desarrollan entre puertas derribadas, curiosidad vecinal y canciones de Isabel Pantoja
Suena una canción de Isabel Pantoja a todo volumen en la calle Alhucemas, situada en el corazón del barrio de La Paz de Granada. «¿Qué voy a hacer contigo? Si se ha llenado mi vida de ti», canta la tonadillera a la par que llegan los agentes de la Policía Nacional. Cuando se bajan de los vehículos, sigue sonando la melodía en alguna vivienda cercana. Y, de repente, el silencio. Los vecinos empiezan a avisarse unos a otros de la presencia policial, pero ya es demasiado tarde. La vivienda está rodeada y la Policía va a entrar.
Son las once y media de la mañana de este jueves, 18 de abril, aunque el periplo ha comenzado un buen rato antes. El primer paso siempre es solicitar al juez la autorización para realizar el registro, aportando evidencias suficientes que sostengan la petición. Después de dos horas reciben el visto bueno de su señoría y el operativo -formado por hasta veinticinco agentes de varias áreas- se desplaza hasta la zona.
Dentro de una redada en Granada con la Policía NacionalVer 29 fotos
Los primeros en actuar son los miembros de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR). Por parejas, golpean repetidamente la puerta con un ariete y se van relevando. En tres minutos consiguen echarla abajo, pero detrás hay otra. Repiten la acción y en menos de cinco minutos ya están dentro. Una decena de agentes armados inspeccionan el lugar y se aseguran de que no hay peligro. Dentro de la casa no hay nadie. Fuera, el resto de compañeros vigilan la zona. Decenas de vecinos tratan de aproximarse al lugar y son dispersados. Tratan de divisar el trabajo policial desde el fondo de la calle, sin mucho éxito.
La vivienda no está habitada, su uso está dedicado únicamente al cultivo. Nada más entrar aguardan sin abrir unas cuantas cartas de la DGT. En las empinadas escaleras se divisan varios botes de productos fitosanitarios, potenciadores de floración y un bidón de agua, entre otros productos. Suben a la primera planta y abren la puerta de la única habitación. Bingo. Un mar de plantas crece entre lámparas halógenas y aires acondicionados. Son 320 y aún les queda aproximadamente un mes para estar preparadas para el mercado.
El grupo de Estupefacientes anota todos los hallazgos. La Policía Científica toma fotos y muestras para dar con los responsables. Por último, los técnicos de Endesa, ataviados con pasamontañas, desconectan de la red los enganches ilegales.
Infraestructura para el cultivo
La operación no finaliza ahí. El registro solicitado en el juzgado incluye otra vivienda más, situada a escasos metros de la primera. Ambas forman parte de la misma investigación. Algunos agentes acercan los vehículos, otros simplemente tardan veinte segundos en llegar a la nueva puerta. Mientras que en la primera intervención no se aprecia a inquilinos en sus balcones o ventanas -solo en la calle-, en esta ocasión varios hombres observan la escena desde una terraza. «Meteos para dentro», avisa la Policía. Obedecen, aunque a través de las ventanas tratan de contemplar la escena.
La historia se repite. El ariete facilita que en apenas tres minutos la puerta se haya derribado. Justo en ese momento llega la dueña de la vivienda, que asegura que había ido a hacer la compra. «La casa es mía, iba a abriros. Dentro no hay nadie, la niña está en el cole», explica a los agentes. Efectivamente, dentro no hay nadie. La mujer permanece fuera y hace el amago de grabar con el móvil. La Policía se lo prohíbe. Ella se aleja y le pide a un familiar que recoja a su hija del colegio.
La dueña está tranquila, y poco después se comprueba por qué. No hay rastro de las plantas. Probablemente se cortaron hace muy poco, puesto que hay unas cuantas evidencias de que estuvieron allí. Hay toda una infraestructura preparada para el cultivo; una habitación para plantar y otra para secar. Aún hay restos de tierra húmeda y una balanza de precisión.
La dueña permanece fuera, cerca del inmueble. Hace una videollamada, quiere retransmitir lo que está ocurriendo. Vuelven a regañarle. Delante de ella hay una casa que llama la atención por lo costosa que debe ser -su fachada es puro lujo- y la extrema protección de sus puertas y ventanas. Los vecinos siguen acechando a la Policía, a lo lejos, esperando su marcha. Cuando los agentes se van, la calma tensa prevalece. Ya no suena de fondo Isabel Pantoja.
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