Fregenite, a medio camino de todo
Un rincón sin cobertura ·
El paraíso a veces se encuentra en un carretera que lleva a ninguna parte, donde una perrita te da la bienvenida y no hay mucho más que ser feliz y ver pasar la vida con una amplia sonrisaJavier F. Barrera
Granada
Miércoles, 21 de julio 2021, 00:43
Fregenite no tiene pérdida.Camino de la nada, entre la Costa y la Alpujarra, a mano izquierda. Oderecha, según lo perdido que uno se encuentre. De momento, una buena pista. Hay que llegar a Órgiva. Desde esta localidad son unos veinte kilómetros serpenteantes. Se tarda unos treinta minutos en recorrerlos entre valles, curvas y más curvas. ¿He dicho curvas? Más curvas todavía.
Durante el recorrido el asfalto va cambiando de calidad, de color y de intensidad según uno se adentra en la Alpujarra con la vista puesta en la Sierra de Lújar. Majestuosa. Llega un momento que el navegador te avisa, y quien te avisa no es traidor, de que el desvío a Fregenite es una curva cerrada a mano derecha. Oa la izquierda, ya hemos dicho antes.
El conductor tiene que estar atento. Por eso se pregunta, sobresaltadamente: «¿Curva cerrada? ¿Y lo de hasta ahora que es?». En efecto, la carretera está preñada de curvas y revueltas de todo tipo, cuesta abajo y cuesta arriba, con puentes de piedra y paisajes de película de las buenas. Pero el acceso a Fregenite, aunque perfectamente señalizado, es una curva muy cerrada. Prácticamente casi se necesita llaves para abrirla y tomarla. Es de 360 grados, pero no te devuelve al lugar de origen. Te lleva cuesta abajo, muy empinadamente, y además, el asfalto ya ha desaparecido.
Estamos en pleno mes de julio, es verano y las condiciones meteorológicas son las propias de la estación. Habrá que ver cómo se toma este carril obtuso en invierno, con tormenta o noche cerrada. Es el valor de lo remoto, de lo caro por conocer, de estos pueblos sin cobertura que, sin embargo, encierran el tesoro de su existencia en sí mismos.
Pasear por Fregenite es una delicia. Chica, la perrilla de Herminia, por supuesto, hace de escolta de honor de los forasteros. Cuando me siento en la sombra para tomar notas se sube y lame el teclado. Es juguetona y joven. No así como un perro que dormita con todos los años del mundo en el quicio de la puerta de Jose, otro de los dos vecinos de Fregenite, que vive junto a la iglesia. Porque en Fregenite, pedanía de Órgiva, hay censadas cinco almas. Pero solo dos viven de forma permanente. Al menos, hasta ahora.
«Pero creo que Jose se acaba de ir», dice desde una terraza un joven con un acento diferente. «Es que soy canario», confirma. «Hemos venido a vivir aquí a Fregenite hace solo dos meses. Es un lugar especial. Queremos pasar aquí la mayor parte del año. Bueno, ya veremos», y se despide, porque aduce que «estamos ahora muy ocupados».
Y no hay nadie más en Fregenite. Salvo Herminia, este joven llegado de Canarias con sus chapuzas para arreglar su nuevo hogar junto a sus compañeros, la perilla Chica, el perro más viejo del mundo, el trino de los pajarillos, y la brisa que se cuela por la Sierra de Lújar que llega desde Calahonda, allá abajo, en el Mediterráneo, con sus refulgentes invernaderos de plástico que brillan y brillan. Veleros de nuevo cuño sobre la tierra de Granada.
El olor de la fritaílla
Herminia Juárez tiene 97 años. Todos los días le viene de Órgiva una asistenta social, «pero hoy no ha venido todavía». La cocina huele de maravilla. Hay pimientos verdes cortados y está friendo berenjenas. Luego caerá dentro de la sartén ajo, cebolla, tomate y una carne que está descongelada. Hermina vive sola en Fregenite con su perrilla Chica, ha enterrado ya a dos maridos, no tiene hijos, pero sigue cocinando cantidades propias para un regimiento de combate.
Herminia llegó a Fregenite con la Guerra Civil. Tiene familia, «pero están todos retirados por ahí». Va por la casa con su muleta y siempre acompañada por la saltimbanqui de la perrilla. Ahora le da la vuelta a las berenjenas, en una gran sartén negra con aceite que repiquetea en su punto de calor y cruza la cocina para calentar agua en el microondas «para descongelar una poquilla de carne». Corta a punta de cuchillo los pimientos verdes de maravilla. Si Arguiñano la viera le dedicaba un programa enterico.
La ruta turística entre Fregenite y la vecina Olías
El Ayuntamiento de Órgiva acometió en su día las obras de mejora de las rutas de acceso a los anejos de Olías y Fregenite, así como la recuperación de la ruta turística que une a ambos núcleos. Las obras consistieron en la pavimentación de los accesos, dotación de un mirador turístico, así como el encauzamiento de las aguas y el desbroce de las cunetas, y el presupuesto total ascendió a más de 83.000 euros pertenecientes al Programa de Fomento de Empleo Agrario PFEA de hace ya diez años.
Llegó a Fregenite con 8 ó 9 añitos. Es decir, hace ocho décadas, que se escribe rápido y se dice pronto. Vivía con sus padres y sus hermanos. La memoria son retazos de la vida de Herminia. «Veníamos de un cortijo de Órgiva». «No pisé la escuela jamás». «Me dediqué a guardar marranos y cabras. Y a hacer todas las cosas de la casa». «Antes vivía aquí mucha gente. Había muchos críos».
No le falla la cabeza. En 1850 Fregenite llegó a tener 241 almas, según el diccionario de Pascual Madoz, rescata el corresponsal de IDEALen la Alpujarra, Rafael Vílchez. Fregenite llegó a tener también hace años una casa consistorial, juez de paz, escuelas, varias tabernas y tiendecillas de todo un poco, una fábrica de aguardiente, un molino de aceite y varios pastores.
Casi todos los vecinos vivían de lo que le daba la tierra, el carbón y la minería. Ahora residen durante todo el año dos personas mayores y, desde hace unas décadas, este pueblo pertenece al municipio de Órgiva. Los días de fiesta, fines de semana y durante el verano suelen haber más de treinta almas en este lugar donde existen 17 viviendas dadas de alta. Una de ellas es la de Herminia, claro está.
Hay más. La tercera estrella más brillante de la constelación Vela se llama Suhail.Es también el nombre del alojamiento rural de Fregenite. A20 euros por persona y noche, según la página web, este alojamiento dispone de dos habitaciones triples con cuarto de baño en cada una, terraza y permite ser el centro de operaciones para bellas rutas de senderismo, en bici o a caballo, contemplar de noche la Vía Láctea o perderse en las aguas del Mediterráneo, a solo 25 minutos de Fregenite.
Es lo que tiene perderse camino de la nada, entre la Costa y la Alpujarra, a mano izquierda. Oderecha. Que hay de todo.
Un conglomerado laberíntico de casitas blancas
Fregenite está clavado a las lomas alpujarreñas. Es un conglomerado laberíntico de casitas blancas en muy buen estado con todo el tipismo de esta comarca granadina. Hay 'tinaos' y casas aterrazadas, cumplidoras fieles de la arquitectura clásica de la Alpujarra. Destaca la plaza del pueblo, donde aparcan los coches, que tiene unas parrillas considerables para alegrar las fiestas. Yla parroquia de San Miguel, recoleta pero bellísima, con su camposanto en el patio trasero.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión