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Profesionales de la UCI atienden a un paciente ingresado en el Hospital Clínico San Cecilio. Pepe Marín
Una noche en el Hospital Clínico

Los que cuidan de los demás mientras Granada duerme

Los hospitales funcionan como un engranaje perfecto las 24 horas del día, también en las noches veraniegas, donde reina una calma tensa que puede verse interrumpida en cualquier momento

Laura Velasco

Granada

Sábado, 29 de julio 2023, 23:42

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Una planta separa en el Hospital Universitario Clínico San Cecilio a los que rozan la muerte de los que acaban de nacer. UCI y Pediatría, en la quinta y sexta planta respectivamente, están a solo unos metros de distancia, pero entre ambas hay una vida entera de diferencia. Los llantos de los que acaban de llegar al mundo chocan con el silencio que prevalece entre los que, en estado crítico, quieren quedarse un poquito más de tiempo en él. Es la radiografía de una noche cualquiera de julio en Granada; el engranaje sigue funcionando a la perfección a pesar de las vacaciones. Allí, en el Clínico, decenas de profesionales velan por nuestra salud. Son los que cuidan de los demás mientras Granada duerme.

IDEAL ha pasado una noche con ellos, comprobando su entrega, su paciencia, su cariño. Cada servicio es un mundo y todos sus componentes son clave: médicos, enfermeros, auxiliares, celadores, administrativos, vigilantes de seguridad, profesionales de la limpieza. Dependiendo del área, en algunas desciende ligeramente la actividad en el estío, otras permanecen inalterables. Comenzamos en la más agradable, la de los recién nacidos. A lo lejos se oye un llanto. Coral acaba de llegar al mundo. «Estoy feliz de que ya esté fuera», dice Carlos, su padre, que espera paciente a que saquen a su mujer tras la cesárea.

En la habitación de enfrente, Ana respira hondo. Las contracciones son cada vez más seguidas, en unas pocas horas conocerán a José Luis. Hay algo en la estampa que la hace aún más especial. A su lado está la matrona Noelia, que le aprieta fuertemente la mano. Es su prima hermana y, aunque ya ha acabado su turno, piensa quedarse a su lado hasta que el bebé llegue. «Jamás imaginamos vivir juntas algo así», señalan mientras se miran con devoción.

A lo lejos se oye un llanto. Coral acaba de nacer. «Estoy feliz», dice su padre, que espera a que saquen a su mujer tras la cesárea

Cuenta Loreto Hernández, matrona, que algunas madres llegan asustadas por la noche pensando que las atenderán peor por haber menos personal. Nada más lejos de la realidad. «Los bebés no esperan y estamos siempre preparados», comenta. Lo corrobora Esther Hidalgo, jefa de la sección de Ginecología del Clínico. «Una guardia de 24 horas es igual todo el día, no entendemos de verano ni de noches», apostilla.

El área se completa con la Unidad Neonatal, donde los prematuros o aquellos que han presentado complicaciones tras nacer se recuperan ante la atenta mirada de sus padres. Qué sensaciones tan contradictorias: la felicidad de poder tocarles, la angustia de saber que su salud es delicada. Los ojos de Pili rebosan sentimiento. Está cansada, la cesárea fue la noche anterior. No quiere separarse de su Martina, que ingresó por un pequeño problema respiratorio. En la habitación de al lado, dos mellizos, Gabriel y Lola, duermen plácidamente. Les tienen que controlar la bilirrubina un par de días. «Queremos irnos pronto y disfrutar de ellos», afirman Gabriel y Jessica, sus padres.

En la primera imagen, Pili y Jairo, de espaldas, observan a su Martina. En la segunda, Ana y su prima Noelia, matrona que la ayudará en el parto. En la última, una cesárea en el Clínico. Pepe Marín
Imagen principal - En la primera imagen, Pili y Jairo, de espaldas, observan a su Martina. En la segunda, Ana y su prima Noelia, matrona que la ayudará en el parto. En la última, una cesárea en el Clínico.
Imagen secundaria 1 - En la primera imagen, Pili y Jairo, de espaldas, observan a su Martina. En la segunda, Ana y su prima Noelia, matrona que la ayudará en el parto. En la última, una cesárea en el Clínico.
Imagen secundaria 2 - En la primera imagen, Pili y Jairo, de espaldas, observan a su Martina. En la segunda, Ana y su prima Noelia, matrona que la ayudará en el parto. En la última, una cesárea en el Clínico.

José Gómez Vida, jefe de servicio de Pediatría, está de guardia esa noche. «Es un horario incómodo, pero un trabajo gratificante», dice. Habla desde la experiencia, son muchos los años que lleva entre niños. Como curiosidad, admite que este verano están naciendo más bebés de lo normal, diez/doce al día. «Al año atendemos unos 2.200 partos», agrega. Eva María Román, técnico en cuidados auxiliares de Enfermería, explica que esa noche hay nueve recién nacidos ingresados y otros dos en UCI.

Donde reina el silencio

Como decíamos al comienzo de este reportaje, las vidas nuevas y las frágiles están a solo una planta de diferencia. En la Unidad de Cuidados Intensivos reina el silencio. Cualquier sonido de los aparatos alerta a los trabajadores. «Siempre estamos alerta para lo que suceda», insiste Fernando Acosta, médico adjunto de la UCI. En los boxes los pacientes permanecen tumbados en sus camas, dormidos o sedados. Algunos llevan más de un mes ingresados. Fuera, sus familias, en vilo, se encomiendan a la ciencia.

«Aquí nunca se sabe, hay guardias con menos sobresaltos y otras en las que hay muchísimo trabajo. La UCI nunca para», añade Fernando Acosta. Y por mucho que intenten no llevarse el trabajo a casa… es difícil. Son seres humanos, empáticos, que trabajan con el corazón por delante. Antonio Lozano, enfermero, suele pensar en su familia cuando ve a pacientes sufriendo. «Siempre te llevas un trozo de la UCI a casa. Es un trabajo apasionante, cada día es un reto», resalta.

Diálisis nocturna

Una planta por debajo, en la cuarta, se encuentra Nefrología. Son las 23.00 horas y en las camas de Hospitalización hay pacientes en diálisis. La modalidad nocturna, desconocida para muchos granadinos, está muy extendida. Jóvenes que prefieren tener el día libre por sus estudios o el trabajo suelen elegir las noches. Así lo indica María Ramírez, médica adjunta de Nefrología. «Es un tratamiento crónico, los pacientes vienen dos o tres veces por semana. Las noches de verano suelen ser más tranquilas por el periodo vacacional, hay quienes se van a la costa y lo reciben en el hospital de referencia de allí», informa.

Benjamín es uno de estos pacientes. Observa el cielo de Granada a través de la ventana, mientras permanece tumbado en una cama, conectado a una máquina que limpia su sangre durante varias horas. Tiene 63 años y lleva cuatro en diálisis. «No acabo de acostumbrarme, aunque lo intento. Aquí o aguantas o aguantas», resume contundente. Por las noches, dice, la sala está más calmada y tiene la televisión para él solito. Benjamín sufrió un edema pulmonar que le dañó el corazón. Cuando se recupere, podrá entrar en lista de espera para un trasplante de riñón y, con suerte, dejará algún día las eternas noches en el Clínico.

Benjamín observa a través de la ventana mientras la máquina de diálisis limpia su sangre. Pepe Marín

Pacientes muy dependientes

Hay que subir hasta la séptima planta para acceder a Medicina Interna, ese área que recibe a enfermos pluripatológicos y/o con enfermedades sistémicas. En la planta de Hospitalización suele haber pacientes dependientes -hay muchas personas mayores- y cuando no están acompañados deben estar aún más atentos a ellos.

Sofía Gijón y Yolanda Molina son enfermeras en esta planta. Informan a los pacientes, hacen analíticas o administran fármacos. «Intentamos ser ágiles a la hora de preparar la medicación para que puedan conciliar el sueño», relatan. Esa es la parte técnica, luego está la humana. Desvivirse por cuidar, agradar, escuchar, tranquilizar. Y esas cualidades las traen de fábrica.

Sofía se acerca a una de las habitaciones. Dentro está Ramón Rodríguez, de 83 años. «Cariño, te voy a quitar esto para que puedas hablar mejor», le dice, y le retira durante un par de minutos el apoyo del oxígeno. «¿Ves? El personal es fabuloso. No sé qué más elogios echarle», responde Ramón. Sufre insuficiencia cardiaca, pulmonar y renal; lleva más de medio mes ingresado. «Algunas noches son muy largas», manifiesta. El día anterior fue angustioso, perdió la visión. La ha recuperado, pero sabe que cuando le den el alta tendrá que contratar ayuda en casa o mudarse a una residencia. «Es ley de vida», concluye.

La zona más viva

Son las 1.00 horas y hay una zona que registra una actividad constante: las Urgencias, el área más viva y cambiante. Nada más entrar, un profesional de Enfermería clasifica la gravedad de cada paciente en el triaje. Los que reciben un '1' son atendidos de forma inmediata. Esa noche es José Luis Soto el encargado de la tarea. «Los peores días son los fines de semana por la noche, suele haber más afluencia por agresiones, accidentes de tráfico o pacientes ebrios», comenta. En este sentido, los vigilantes de seguridad se desviven cada día por mantener la armonía.

Dos profesionales se protegen para entrar a una sala donde van a trasladar a un paciente delicado. Pepe Marín

Los celadores trasladan a los enfermos de un sitio a otro. Los pacientes que precisan más atención pasan a la zona de observación, dividida en la de sillones y la de camas. «En la primera están los menos graves o que necesitan tratamientos cortos. En la otra permanecen los más graves, la mayoría ingresan después», apunta Ana Navarro, médica adjunta de Urgencias. A lo lejos, desde una de las camas, se oye un grito. Su compañero Javier Navarrete echa a correr. En el hospital nunca hay tiempo que perder.

La enfermera Blanca Cano Gutiérrez, supervisor general de la guardia. Pepe Marín

La madrugada avanza y la calma tensa prevalece. La enfermera Blanca Cano Gutiérrez es esa noche una de las supervisoras generales de la guardia. No se separa del teléfono. «Coordinamos y gestionamos el hospital como unidad y damos respuesta a lo que surja. Tenemos que estar preparados también por si hay una urgencia fuera, los centros estamos intercomunicados», detalla. Suena el móvil y descuelga al segundo: «Supervisora de guardia, ¿dígame?». Lleva trabajando trece de un total de 24 horas. La noche será larga en el Hospital Clínico. Café, Coca Cola y mucha dedicación para cuidar a los ciudadanos mientras el resto de Granada duerme.

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