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María Alicia posa con algunos de los teléfonos que conserva de la época en la que su casa se convirtió en la centralita de Dílar. Pepe Marín

Las 15.000 llamadas de la chica del cable de Dílar que dormía al lado del teléfono

María Alicia Gómez recoge en un libro sus vivencias como la última telefonista del pueblo, un oficio que convirtió su casa en un punto de encuentro

Laura Velasco

Granada

Domingo, 3 de septiembre 2023

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María Alicia Gómez Gil nació, en vez de con pan, con un teléfono bajo del brazo. Su casa acogió desde el 30 de mayo de 1958 la primera y única centralita de Dílar. Ella nació ese mismo día un año después. Se crio entre cables, clavijas y telegramas, tanto que desde los ocho añitos ya le gustaba ejercer de telefonista cuando volvía del colegio. Ella, la última chica del cable del pueblo, más conocida como Mari 'la del teléfono', ha recogido en un libro sus recuerdos de aquella época.

Las primeras centrales se instalaron en el Valle de Lecrín y Lajarón allá por 1927, debido al interés existente por conectar con el puerto de Motril. Después se añadieron otras, como La Zubia, Gójar, Ogíjares u Otura. Pese al intento de las autoridades locales por que Dílar se sumara a la lista -las primeras solicitudes se remontan a principios del siglo XX- los vecinos tuvieron que estar años desplazándose a estas localidades hasta 1958, cuando una vivienda situada cerca de la Iglesia recibió la autorización de Telefónica.

El titular debía tener conocimientos mínimos de lectura, escritura y conocer las reglas básicas. La tía de María Alicia, Josefa, fue la primera telefonista. Tras fallecer en 1965, la madre de María Alicia se quedó al frente. También colaboraba su abuela Manuela, que no sabía leer ni escribir, pero al conocer los números podía atender llamadas. La última que dirigió la centralita fue María Alicia, desde los 14 años y durante casi una década.

Josefina (tía de María Alicia), Manuela (su abuela) y María (su madre):

«Éramos un centro familiar, el servicio debía estar cubierto las 24 horas del día y nos pagaban como si fuéramos autónomos. Yo acabé cobrando 26.000 pesetas», recuerda María Alicia. Comenzaron con diez teléfonos y una línea y acabaron con sesenta teléfonos y tres líneas. Su disponibilidad era total: trabajaba de 08.00 a 22.00, pero fueron incontables las veces que un cliente la demandaba de madrugada. Llegaron incluso a buscarla cuando estaba cenando en algún bar. Además, los abonados podían llamar a la hora que quisieran. «Dormía al lado del teléfono», apostilla.

Hasta 15.000 llamadas

Cuando la comunicación era dentro de Dílar, la conexión con el usuario era directa, pero si se realizaba fuera, María Alicia tenía que conectar con La Zubia, municipio del que dependía Dílar. Calcula que en total pudo llevar a cabo hasta 15.000 llamadas en el periodo en el que gestionó la centralita. «Hubo épocas en las que eran noventa al día de media», manifiesta. A las 20.00 horas la tarifa se abarataba, por lo que los vecinos acudían especialmente cuando caía el sol. Los motivos de las llamadas eran variados. Desde contactar con el médico hasta pedir pienso para los animales, pasando por charlar con el novio/a o comentar con la prima el último cotilleo del pueblo.

«Éramos un centro familiar, el servicio debía estar cubierto las 24 horas del día y nos pagaban como si fuéramos autónomos»

María Alicia Gómez

En cuanto a los destinos, muchas llamadas se quedaban en la misma provincia de Granada. Las de fuera se dirigían a Barcelona, donde muchos se fueron a trabajar, o al País Vasco, lugar en el que destinaron a bastantes guardias civiles. Otras tantas iban a parar al extranjero, principalmente a Francia, Suiza y Alemania, países a los que multitud de dilareños emigraron. En este último país jugó un «papel fundamental» un matrimonio del pueblo, Paco y Carmela. «Él era el encargado de la residencia de correos y se podía llamar directamente desde allí sin ningún tipo de demora, pues se les dejó el número de teléfono directo que tenía el centro de la Zubia», añade María Alicia.

María Alicia realizando una llamada desde la centralita situada en su casa de Dílar. IDEAL

Un sinfín de anécdotas

Las anécdotas de aquella época, algunas de las cuales ha recogido en el libro, son innumerables. La dilareña recuerda a aquel hombre que llamó desde Suiza preguntando algo tan trascendental como si su mujer había dado ya a luz, o aquellas amigas que iban a contactar con sus maridos y cogieron la llamada del esposo equivocado.

También menciona cuando en una comunicación entre dos hermanas, una en Dílar y la otra en Francia, hubo una simpática confusión. «La operadora francesa dijo: 'haló S'il vous plait', mientras la receptora decía: 'niña, ¿eres tú?'. La trabajadora repitió el 'haló' y la interlocutora de Dílar respondió: 'ni alón, ni ala, ni puntas de polla. Yo lo que quiero es hablar con mi hermana y nada más'», cuenta entre risas.

María Alicia. Pepe Marín

Además de las llamadas esporádicas y los avisos de conferencia -citas para una llamada a una hora exacta con un receptor-, María Alicia también enviaba telegramas. Se cobraban por palabras y si el cliente no sabía escribir, lo hacía ella. «Normalmente eran muy cortas, un 'felicidades, besos' y poco más», destaca.

Por todas estas tareas, la casa de María Alicia se convirtió en 'el pub de Dílar', como algunos la conocían, al convertirse en un punto de reunión. Ella es, en consecuencia, una de las personas más queridas del pueblo. Precisamente por el cariño que le guarda a su Dílar Natal, ha decidido plasmar en un documento todas estas vivencias. «Quiero que la juventud de ahora y las futuras generaciones conozcan de primera mano cómo se hacía algo tan sencillo ahora como poder comunicarte con tus seres queridos en la distancia», asegura emocionada.

El libro digital está ya publicado y ha sido muy bien recibido entre los vecinos. Además, tiene en mente imprimir varios ejemplares físicos para entregarlos a la biblioteca del pueblo. Después de que Netflix diese a conocer el oficio a través de la serie 'Las chicas del cable', el sueño de María Alicia es que el pueblo lo vea ahora a través de sus ojos.

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Las 15.000 llamadas de la chica del cable de Dílar que dormía al lado del teléfono