Poeta y cuatro cuates en Nueva York
Hace 96 años, el fotógrafo Emilio Amero retrató a Federico García Lorca con Antonieta Rivas en la Universidad de Columbia, en Nueva York, junto con una extraña pareja. Un investigador granadino les ha puesto nombre y apellidos
Al ver la enorme bola que reflejaba el Sol y los rascacielos de Nueva York, Emilio Amero tal vez pensó en la Luna. En ese viaje a la Luna que planeaba rodar con su amigo, el poeta granadino. «Federico, poneos ahí», dijo quizás mientras apuntaba con su cámara de fotos a esa escena tan mágica. Antonieta Rivas, que un par de años más tarde se quitaría la vida de un disparo, se sentó al lado de García Lorca y se echaron a reír. Los otros dos, la extraña pareja que Federico describió, en una carta a sus padres, como un pianista de jazz y una bailarina de Hawái, se colocaron junto a ellos, divertidos. Y entonces sonó el clic que los guardaría para el resto de nuestras vidas como personajes de una obra de teatro.
La foto se tomó en la Universidad de Columbia, el 23 de octubre de 1929. Es decir, hace exactamente 96 años. El viaje de Federico García Lorca a Nueva York transformó para siempre su historia y la nuestra, dejando una honda huella en el imaginario colectivo. «Os mando una foto muy bonita hecha en el reloj de la Universidad. Es una bola de pórfido prodigiosa. En ella se ve un paisaje de rascacielos, si os fijáis bien, y el Sol», contaba a sus padres en una de las múltiples misivas que saltaban el océano de vuelta a casa. Lo curioso es que después de tantos años y tantos ojos mirando y revisando las múltiples vidas de Federico, todavía no sepamos con certeza quiénes eran el pianista de jazz y la bailarina de Hawái.
La escena de la bola contiene una novela. El autor es Emilio Amero, pintor y fotógrafo mexicano con el que García Lorca soñaba llevar su único guion de cine a la gran pantalla: 'Viaje a la Luna'. Nunca sucedió, por desgracia. Ella es Antonieta Rivas, también mexicana: actriz, mecenas, escritora y promotora cultural. Rivas, enamorada del teatro del granadino, acompañó a Lorca en su estancia en la Universidad de Columbia, tiempo en el que forjaron una bonita amistad. El 11 de febrero de 1931 se suicidó de un disparo frente a la catedral de Notre Dame. En 1982, Carlos Saura dirigió 'Antonieta', una película inspirada en su vida. Los otros dos, la extraña pareja de la fotografía, el pianista de jazz y la bailarina hawaiana... ¿Quiénes son?
La curiosidad
«¿Por qué nadie les ha puesto nombre y apellidos en todo este tiempo?». Gabriel Medina Vílchez, motrileño de 56 años, es, ante todo, un tipo muy curioso. «Me gusta investigar cosas de Granada y a eso dedico mi tiempo», afirma. En eso estaba, rebuscando información sobre el mítico Chorrojumo, cuando conoció a Manuel Mateo, uno de los grandes sabios de la cultura y la tradición granadinas, y autor, entre otras, de la función 'La maleta de Federico'. «Mateo me habló de Lorca en Nueva York y aquella charla me llamó la atención. Empecé a bucear en los archivos hasta que me topé con la foto y me hice la pregunta: ¿Quiénes eran el pianista y la bailarina?».
«Di con un pianista que era amigo de Antonieta y que en esa época estaba haciendo una ruta por Nueva York»
Gabriel Medina
Investigador
Federico García Lorca no sabía inglés, así que resulta como poco extraño que pasara aquellos días con amigos angloparlantes. Emilio Amero y Antonieta Rivas eran mexicanos, ¿y si ellos también lo eran? «Así empecé mi investigación –recuerda el motrileño–. Busqué nombres y di con un pianista que era amigo de Antonieta y que, además, en esa época estaba haciendo una ruta por Nueva York. Su nombre era Francisco Agea». Lo de la bailarina hawaiana, sin embargo, no encajaba por ninguna parte. Hasta que Medina encontró una carta enviada por Campbell Hackforth-Jones.
Los amigos de Campbell, entre los que se encontraba Federico, le llamaban Colin. Colin era un británico que vino a la Universidad de Granada para estudiar español. Aquí conoció a Federico y desde entonces siempre mantuvieron el contacto. En 1929, ambos coincidieron en Nueva York y Colin le enseñó la bolsa de Wall Street, donde trabajaba con su padre. Unos años después, Colin se despedía así en una de sus cartas, tras conocer la tragedia de Antonieta: «Anoche encontré una foto de María Antonieta (DEP) contigo y una mejicanita y el pianista».
«En ese momento todo cuadró –sigue Gabriel Medina–. ¡Una mejicanita! La compañera de actuaciones de Agea al piano era la soprano Lupe Medina, también de México. Sí, eso encajaba: el pianista de jazz y la bailarina hawaiana tienen que ser Francisco Agea y Lupe Medina». ¿Es así? La verdad es que no existe ninguna otra prueba que lo confirme pero, por el momento, es el acercamiento más certero para sacar a la extraña pareja del anonimato. Qué genio, Federico, capaz de crear personajes inolvidables y un misterio de película con un puñado de palabras precisas.
Unos minutos después, aquel 23 de octubre de 1929, Emilio Amero se adelantó unos pasos y les dijo a sus cuates que siguieran así, paseando alegres con el poeta en Nueva York, que él iba a disparar una vez más.
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