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Olga, reflejada en la tapa del instrumento con el aprende en el Auditorio de la Rural. PEPE MARÍN

Música

La niña guerrera granadina que toca el piano

Olga sufre varias enfermedades que le impiden ver, pero no tocar el piano como los ángeles del Harlem, como aquella canción de U2 que le ponían sus padres antes de nacer

Jorge Pastor

Granada

Jueves, 25 de julio 2024, 09:13

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Olguita aún no había nacido cuando ya escuchaba 'Angel of Harlem' y 'Where the streets have no name' de U2. «Lo poníamos en la barriguita de mi esposa, Lorena, y notábamos que se movía y daba patadas», recuerda esbozando una sonrisa Jorge, el padre de la criatura. Trece años después, Olguita es Olga Pérez Gutiérrez y emociona al público tocando al piano 'Para Elisa', aquella maravillosa pieza que compuso Ludwig van Beethoven en 1810 para olvidar el desamor. Los aplausos que recibió el pasado 8 de junio en el abarrotado Auditorio de la Caja Rural de Granada, cuando Miguel Ríos cantaba en la Plaza de Toros y Saiko llenaba el estadio de los Cármenes, aún resuenan con fuerza en el hogar de los Pérez Gutiérrez. Porque la historia de Olga no es tan solo la de una chiquilla con talento para la música, es la historia de superación de una niña que nunca ha visto.

Olga tiene diagnosticadas tres enfermedades oculares. La primera se llama aniridia; nació sin iris. La segunda es glaucoma congénito;siempre tiene la presión en los ojos muy alta. Y la tercera, opacidad corneal; la córnea pierde su transparencia natural. «No sabemos qué porcentaje de visión tiene porque no se puede medir, pero en cualquier caso es prácticamente nula», explica la mamá Lorena Gutiérrez. «Ella ve como si fuera un cristal rallado y solo distingue colores». «Hoy día la única solución sería un trasplante, pero los medicamentos son tan fuertes que los perjuicios son más que los beneficios», apostilla la progenitora. «Pero la ciencia avanza –tercia el papá Jorge– y quién sabe si en un futuro habrá alguna solución». Por ahora, el único remedio son unas gafas graduadas contra la miopía que se aclaran y se oscurecen de forma automática en función de la cantidad de luz ambiental –el brillo le resulta extraordinariamente molesto–.

En el escenario. PEPE MARÍN

¿Cómo lo ha logrado Olga? Pues básicamente tiene mucho que ver con la resiliencia. Es decir, con el poder que tiene el ser humano para superar la adversidad. Lo de Olga es impresionante. «Nunca lo tuvo fácil», lamenta Lorena.Pero ahí estuvieron siempre los papis, haciéndole ver que sí, que querer es poder.

En las teclas del piano imperial. PEPE MARÍN

Olga no solo asiste a clase como cualquier zagala de su edad –estudia con libros traducidos al braille facilitados por la Once–, sino que también es una campeona de natación. «Lo que mejor se me da es la braza, pero compito en todos los estilos», dice con timidez. Poca broma. Se quedó tercera en el Campeonato Axa.

Todos iguales

Pero donde Olga resulta absolutamente deslumbrante es en su faceta de pianista. Y buena 'culpa' de ello la tiene la Academia Internacional de Música, promovida por la Fundación Caja Rural Granada, y su profesor Ambrosio Valero. «La manera de aprender es la misma para todos», afirma Valero. «Cuando entran por la puerta, yo solo les pido que dejen fuera su discapacidad». Y es que en esta Academia no solo hay alumnos destinados a tocar en los mejores auditorios del mundo como Manuel Ruiz Masegosa o Roberto Manuel Prados –ambos con prestigiosos premios internacionales–, sino también personas con capacidades diversas como la propia Olga, Alberto Amate o Valentina Sanz.

Jorge y Lorena junto a su hija Olga, con un gran futuro como concertista de piano. PEPE MARÍN

«Olga –prosigue Valero– es inteligentísima, no hay que comentarle las cosas dos veces». «A ello se le une una sensibilidad para el arte muy poco frecuente. «Olga es una guerrera; con una fortaleza mental y emocional fuera de lo común», resume Valero.

Olga tiene por delante una brillante carrera como pianista. PEPE MARÍN

Tan solo hay que escuchar a Olga unos minutos para comprobar que todos esos calificativos son más que merecidos. Escucharla inteprertando a Beethoven o Mozart o sencillamente escuchándola hablar. «Cuando pulso las teclas, siento que desconecto y que viajo a otra parte dentro de mi cabeza; siento alegría y siento que estoy en un mundo de paz». Olga ensaya un par de veces a la semana, en casa y en la Academia, pulsando el teclado del impresionante Bösendorfer Imperial de la Rural.

Olga Pérez Gutiérrez es una cría que solo ve realidades de colores. Como las veían Mozart y Beethoven. Como las ven los poetas. Por eso, solo por eso, Olga es una niña distinta.

Una academia con seis años de trayectoria

La directora de la Fundación Caja Rural Granada, Poli Servián, comenta que la Academia Internacional de Música «es una apuesta que hicimos hace más de seis años de la mano de Ambrosio Valero». «Tenemos un auditorio con una de las mejores acústicas de Granada, un piano magnífico Bösendorfer 290 Imperial, en definitiva, unas instalaciones que debíamos poner al servicio de Granada», dice.

«Fue así –agrega– como empezamos a ofrecer formación musical, cursos y clases de perfeccionamiento con profesores de prestigio y talleres de divulgación primero, cediendo nuestras instalaciones y becando a algunos de los alumnos».

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