Patricia Almarcegui, en Granada: «He sido fiel al viaje, a la memoria y a las impresiones de Japón»
Patricia Almarcegui, escritora ·
La autora presenta este martes en la Librería Inusual 'Cuadernos perdidos de Japón', un original libro de viajes contado a través de pequeños pasajesPatricia Almarcegui (Zaragoza, 1969) viaja tres veces al mismo tiempo. En su cabeza está en Shibuya, respondiendo por teléfono a las preguntas del periodista sobre su libro 'Cuadernos perdidos en Japón' (Editorial Candaya, 2021). Sus pies están en un autobús con destino a Vilches, Jaén, donde le recogerá un coche para ir a Úbeda y de allí tendrá que buscar la manera de llegar a Granada. «Con paciencia. Lo de las conexiones en España es una barbaridad. No hay derecho», lamenta. Y su equipaje y sus palabras y su alma y su toda ella siguen en el viaje que inició de niña, mirando por la ventanilla del Seat 133 de su madre, pensando qué habría más allá. «Allí nació mi curiosidad».
Almarcegui, escritora y profesora de Literatura Comparada, presenta este martes, a las 19.30 horas, en la Librería Inusual (C/Natalio Rivas, 7), la huella que Japón dejó en ella. O, quizás, todo lo contrario. Un libro que es poesía y reflexión, análisis y aventura, Mishima y Totoro. Un experiencia narrada a través de las notas maravillosamente desordenadas de dos viajes a Japón, en 2009 y en 2018, que filtran, como el sol por la persiana, la propia vida de la autora.
–Durante el viaje ¿es más de leer o de escribir?
–De leer y de escribir, pero sobre todo de mirar.
–¿Por qué Japón?
–Japón está muy cerca de nuestra cultura por la industria del entretenimiento. Me llevaron su hermosa literatura y ese cine excepcional.
–Aquí Japón llegó por el manga y el anime.
–Tengo una ahijada que, cada vez que voy a su casa, me prepara los mangas que tengo que leer. Y los leo. Y el anime, claro que lo veo, me interesa mucho la emotividad del dibujo. El anime y el manga dan palabras a los niños y adolescentes para que hablen de sus emociones, eso a nosotros no nos lo dieron. Me gusta mucho la visualidad, los silencios, las únicas palabras... Flipo bastante. La próxima vez que vaya a Tokyo, por ejemplo, tendré en mente el manga 'Bajo un sol como unos pantis', de Umezawa, que es brutal, y todo se mezclará en mi cabeza.
«El anime y el manga dan palabras a los niños y adolescentes para que hablen de sus emociones»
–¿Qué es 'Cuadernos perdidos de Japón'?
–Es un libro sobre Japón que se puede considerar como literatura de viajes. Cuenta dos viajes que hago en 2009 y en 2018. El primero fueron seis semanas y el segundo, cinco. De esos dos viajes tengo cuatro diarios con más de 500 páginas. Leí esos cuadernos, seleccioné lo que podría ser más visual e hice frases de cada acción o motivo. A partir de ahí comencé a dar forma al viaje con fragmentos. ¿Qué ocurrió? Que al describir la lonja de pescado de Tokyo me venía a la cabeza, es decir, al corazón, un verso que había leído de Basho y entonces yo ponía ese verso. Y ese verso a su vez me sugería un momento de una película de Ozu y hablaba de ella. He sido muy fiel a lo que me provocaba cada fragmento. Así se fue creando la estructura.
–Un desorden muy ordenado.
–Soy fiel a lo que me provocaban las imágenes, que alguien podría tildar de incoherentes, pero es al contrario, esto es lo que me ha provocado Japón, lo que me ha posado Japón en el corazón. He sido fiel al viaje, a la memoria y a las impresiones de Japón. También es cierto que había leído mucho y tenía gran material sintetizado y resumido. Ese conocimiento brotó. Pero quería que el libro tuviera una estructura más japonesa, capaz de crear una atmósfera. Y así salió.
–Parece que no salió mal.
–(ríe) ¡No! Estoy muy contenta con este viaje. Lleva tres ediciones, se ha traducido al francés y vienen otras en camino. Es una victoria.
–Reencontrarse con textos escritos en 2009 también es un viaje. ¿Se reconoce?
–Lo primero que pensé al leer los diarios de 2009 fue qué maravilla y qué suerte haberlos hecho. Cuando los leí me enfrenté a cómo era yo cuando veía Japón y cómo era Japón entonces. Es una sensación extraña, pero también un tesoro. Ves cómo eras y cómo mirabas. La mirada va cambiando con los años.
«La mirada va cambiando con los años»
–¿Ha cambiado forma de viajar tras la covid?
–Sí, sin duda. Ahora mismo (recordemos que va sentada en un autobús) intento sentir y pensar de la forma en que lo habría hecho hace dos años; y ya es diferente. Tras la pandemia, hemos cambiado con respecto al viaje. El sistema también puede cambiar, quizás el turismo sea de otra manera.
–¿Cómo le gustaría que fuera el turismo?
–Un turismo que consumiera mucha menos energía, que el dinero se lo queden las personas en el ámbito del país que recibe, que se conocieran más cosas, que no se buscara lo mismo que tienes en el centro de tu ciudad... Ese cuestionamiento del turismo es bueno. Creo que no va a poder seguir viajando tantísima gente como antes y me gustaría que los viajes fueran más éticos, más políticos, que se hablara con las personas, que se conociera el destino, pero conocerlo de verdad.
«Tras la pandemia, hemos cambiado con respecto al viaje»
–Bueno, su viaje a Andalucía ya es un desafío.
–Voy con paciencia... Yo encantada. Este es el viaje que hago ahora. Pero, desde luego, es una barbaridad. Los medios de transporte deciden cuál es el destino de moda: si hay itinerarios se va; si no, no. Te lo dice alguien que vive en Menorca y que sufre un calvario para coger un avión...
–¿Conoce Granada?
–¡Hombre! He estado muchas veces, en seminarios de la UGR. Una vez, incluso, me invitó la Fundación Barenboim–Said a un concierto homenaje, en el Palacio de Carlos V, porque he trabajado mucho sobre la figura de Edward Said. Sí, voy a Granada con ganas infinitas. Lo primero que voy a hacer es ir a ver la exposición de Fortuny.
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