Una guía de Granada con color de acuarela
Una granadina con sangre irlandesa y un acuarelista murciano se unen en la creación de una 'carta náutica' para quienes quieren navegar por la ciudad mirando hacia arriba
Blanca Espigares Rooney tiene un segundo apellido muy cinematográfico y trazas de ser una más en los grupos de viajeros –que no turistas– norteamericanos a los que muestra Andalucía de forma muy distinta. El cómo una arquitecta de formación eligió convertirse en el catalejo por el que se mira a nuestra comunidad con otros ojos justifica el porqué se embarcó en la aventura de contar Granada mirando hacia arriba. El resultado, 'Granada. Acuarelas de viaje', un encargo de Anaya Touring que se ha convertido, ya, en un éxito, por el gran poder evocador tanto de sus textos como de las acuarelas obra del murciano Zacarías Cerezo.
«Soy una mezcla de irlandesa y alhambreño. El cruce entre un habitante de uno de los lugares más visitados del mundo y una madre muy viajera», asegura la autora. «Cuando comprendí que la Alhambra era un lugar diferente, tenía 15 años, porque para mí era el barrio de mi familia, donde habían nacido mi padre, mi abuela y mi bisabuela». Desde esa edad se le metió también «el gusanillo» de convertirse en guía para facilitar la comprensión de las ciudades a los visitantes. Fue esa la razón, además, que le llevó a estudiar Arquitectura, materia e la que además es doctora. También cursó los estudios de Master en Arquitectura y Patrimonio Histórico, lo que le proporciona una visión de conjunto a propósito de la importancia que tiene lo construido en el devenir de las civilizaciones.
Su currículo, afirma Espigares, «es un 'tuttifrutti'. He hecho un poco de todo, pero siempre, en definitiva, he hecho lo mismo: contar la arquitectura, explicarla a amigos que no tenían conexión con la disciplina, para que ellos vieran lo que yo veía». Y esto es precisamente lo que hay en 'Granada. Acuarelas de viaje'. Un relato de Granada, una visión de la ciudad a través de los ojos claros de Blanca Espigares, aderezado con las acuarelas de Cerezo. Unos ojos, por cierto, capaces de establecer conexiones entre el conjunto monumental de la colina de La Sabika y civilizaciones pretéritas como Egipto o Babilonia.
La autora lleva ya un tiempo yendo más allá de lo obvio. «Muchas veces, miramos sin ver. No nos detenemos en la luz que entra por una ventana o ilumina un zócalo. Y eso nos hurta una parte de la visión de un monumento, diseñado a veces, en su día, no lo olvidemos, no sólo para ser disfrutado de forma fugaz, sino para ser habitado», afirma la arquitecta.
Este libro fue un encargo de la editorial. Previamente, Espigares había realizado el dedicado a Sevilla, otra de las ciudades que forman parte de su itinerario vital. Este último fue encargado durante la pandemia, realizado en un tiempo récord, y tuvo un gran éxito, por lo que a renglón seguido llegó la oferta para retratar con sus palabras a Granada. «Me ha sido mucho más difícil de hacer que el de Sevilla», confiesa la autora. «Sentía una gran responsabilidad, tenía miedo de quedar mal...», comenta entre risas. Al final, decidió desembarazarse de complejos y condicionantes, y contar la ciudad tal y como la muestra habitualmente, sin establecer una clasificación por barrios o por épocas, sino haciéndolo, algo muy novedoso, en una clasificación por colinas y valles.
Abrir los ojos
Esta invitación a abrir los ojos que plasma Espigares en el libro tiene también ciertos toques reivindicativos. No en vano, el volumen se inicia recorriendo el a veces maltratado valle del Darro, denominado como «Eje umbilical de Granada». Afirma que la ciudad se explica tanto desde su historia como desde su topografía. «Nos fijamos más en hechos y personajes que en el suelo. Es más, el granadino suele desconocer qué es un carmen, y nombra como tal a cualquier casa, ignorante de lo que implica esta tipología constructiva. Tanto los granadinos como los visitantes puntuales van a descubrir en este libro cuestiones que quizá, en el caso de los primeros, les suenen, pero que aquí van a encontrar explicadas de otra manera», señala.
El libro muestra tanto la Granada histórica como la contemporánea, e incluye un glosario con términos muy diversos
El libro, aun teniendo una cuidada edición, es finito, por lo que, argumenta Blanca Espigares, «quizá haya personas que echen de menos algún edificio. Tal ausencia es fruto de la necesidad de tomar decisiones, detenerse en lugares menos conocidos o introducir otras ópticas». Los textos son cortos, por fidelidad al espíritu de una colección que fía parte de su éxito a la capacidad evocadora de las imágenes. «Zacarías traza muy bien los temas que me interesan, como la luz y la sombra en la arquitectura. Y la brevedad de los textos ha implicado un esfuerzo por mi parte para ir al grano. Porque si me pongo a hablar de la Real Chancillería, puedo hacerlo durante tres cuartos de hora El reto ha sido condensar todo en menos de 100 palabras».
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