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Fútbol / Eurocopa femenina 2025

“Así nos cambió el Mundial”: lo que supuso para España llegar como favoritas a la Eurocopa

Ser campeonas del mundo lo cambió todo. España llegó a la Eurocopa con un nuevo estatus: más presión, más foco, más exigencia. Y también más conciencia de lo que representa.

Carlos Jimenez

La imagen de Aitana levantando la copa en Sídney cambió muchas cosas. No solo fue un título, ni siquiera el primero de una selección absoluta española en categoría femenina. Fue el punto de inflexión que separa dos épocas: antes y después de ser campeonas del mundo.

Desde ese día, nada volvió a ser igual. Ni dentro del campo, ni fuera. España pasó de soñar con ganar a tener que hacerlo. Y esa transformación, aunque celebrada, no ha sido sencilla. Para muchas jugadoras, la etiqueta de favoritas no solo trajo visibilidad. También exigencia, presión y una exposición que nunca antes habían tenido que gestionar.

De tapadas a señaladas

Hasta el Mundial de 2023, España jugaba con algo a favor: la expectativa era baja. Aunque la evolución era evidente, el relato seguía siendo el de una selección en construcción. Ganar era un deseo. No una obligación. Pero el título cambió la narrativa. 

Las jugadoras dejaron de ser una promesa y pasaron a ser el rival a batir. En cada partido, en cada torneo, en cada rueda de prensa. Todo lo que hacían —o no hacían— se interpretaba bajo el prisma de la campeona. Y eso, en el deporte de élite, transforma la dinámica del grupo. 

Pasaron de tener que demostrar que valían… a tener que demostrar que lo merecían. Y no es lo mismo.

El peso de la visibilidad

El salto también fue externo. Las campeonas del mundo empezaron a ocupar portadas, entrevistas, campañas publicitarias. Aitana, Salma, Alexia, Olga… se convirtieron en referentes dentro y fuera del campo. Y con ello, llegó una agenda más cargada, una vigilancia mediática mayor y una exposición constante.

Muchas de ellas pasaron de tener una vida casi anónima a ser reconocidas en la calle, a tener que responder ante cualquier gesto, a ser evaluadas por su fútbol y también por todo lo demás. La profesionalización no solo trajo mejores contratos y condiciones. También una lupa que no perdona el error.

No todas lo han llevado igual. Algunas crecieron con naturalidad. Otras han necesitado tiempo para adaptarse. Pero todas han sentido el cambio.

Lo que cambió por dentro

La transformación fue también estructural. La Federación dio un paso al frente —aunque con tensiones evidentes— y el equipo pasó a trabajar en contextos más profesionalizados: mejores concentraciones, más staff técnico, planificación a largo plazo. Pero el cambio más profundo ha sido interno. Las jugadoras han tomado conciencia de su rol. Han aprendido a levantar la voz, a pactar espacios, a exigir lo que merecen. La madurez emocional del grupo se ha notado en las decisiones, en la gestión de los momentos difíciles, en cómo se cuidan y se protegen entre ellas. Ser campeonas del mundo no solo las colocó arriba. Las hizo responsables de sostener ese lugar.

El reto de competir desde arriba

Llegar a la Eurocopa 2025 como favoritas no ha sido solo un privilegio. Ha sido una prueba constante. Porque competir desde arriba exige otro tipo de mentalidad. España ha tenido que aprender a convivir con la presión sin que eso afecte a su juego. A asumir que ya no se celebra su presencia, sino sus títulos.

Las rivales ya no subestiman. Estudian. Buscan grietas. Obligan a estar un paso por delante. Y eso implica ajustar mentalidades, automatismos, liderazgos. También gestionar minutos, lesiones, y todo lo que no se ve desde fuera. Cada torneo desde 2023 ha sido un recordatorio: mantenerse arriba cuesta más que llegar.

Y ahora, qué

La Eurocopa 2025 no es solo un campeonato. Es la primera gran defensa emocional del estatus alcanzado. Un test colectivo sobre cómo se convive con el éxito sin que se vuelva una carga. El grupo, que ha crecido a través del ruido, ha sabido blindarse sin perder identidad.

Queda Mundial 2027. Queda Nations League. Queda recorrido. Pero este torneo marca un antes y un después. Porque ya no son las niñas que soñaban. Son las referentes que inspiran. Y eso también pesa. Para bien.

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