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Fútbol / Eurocopa femenina 2025

Cómo es el día a día de una internacional española en la Eurocopa

La Eurocopa se juega en el campo, pero también en los días libres. Rutinas, descanso y convivencia marcan el ritmo real de una selección que ya está en cuartos.

Carlos Jimenez

Desde fuera, el torneo se resume en partidos. En noventa minutos de tensión, velocidad y precisión bajo presión. Pero el fútbol de élite no se construye solo en el césped. Detrás de cada jugadora que salta al campo hay días enteros de rutinas, silencios, descansos activos, y una convivencia medida al milímetro. Especialmente en un campeonato como la Eurocopa, donde el margen entre competir y llegar fundida es tan estrecho como una línea de banda.

España, ya en cuartos de final, ha convertido su día a día en Suiza en una coreografía afinada: exigente, sí, pero también humana. Lejos del ritmo frenético de los clubes o de las temporadas cargadas, el ambiente en la concentración de la Roja femenina mezcla profesionalidad con espacios de cuidado. Porque la clave, a estas alturas, no está solo en el físico. Está en la cabeza.

Mañanas de trabajo, tardes de pausa

El ritmo empieza pronto. El desayuno es temprano —siempre controlado por las nutricionistas— y suele ir acompañado de las primeras conversaciones en grupo: cómo se durmió, cómo se sienten, qué toca hoy. Luego llegan las sesiones tácticas: repaso en vídeo, reuniones por líneas, revisión de jugadas del rival. Y a partir de ahí, el campo.

Los entrenamientos no son maratonianos. Son medidos, intensos, específicos. Muchas veces, incluso personalizados según la carga que trae cada jugadora. El cuerpo técnico cuida cada detalle: cuándo acelerar, cuándo frenar. La clave es mantener a todas frescas física y mentalmente. A veces entrenan por la mañana, a veces por la tarde, según el calendario y la cercanía del partido. Pero todo tiene una lógica interna que se repite casi con precisión de laboratorio.

Después del trabajo físico, llega el gimnasio, los estiramientos o la visita al fisio. Algunas lo combinan con sesiones breves de visualización o trabajo psicológico. El bienestar emocional también se entrena.

Comida, siesta y espacios propios

El comedor del equipo funciona como otro pequeño campo de juego. Allí también hay roles, afinidades, bromas cruzadas, gestos que refuerzan el grupo. La alimentación es estricta pero flexible. Hay platos adaptados, y también momentos para el gusto. La clave está en el equilibrio: hidratar, recargar, evitar errores. Lo que se come se mide. Pero no se convierte en una obsesión.

Después de comer, toca descansar. Y aquí cada jugadora encuentra su manera: algunas se tumban con los cascos puestos y la música a todo volumen, otras prefieren leer, ver una serie, o simplemente quedarse en silencio. La siesta no es obligatoria, pero sí habitual. Dormir media hora, cerrar los ojos, desconectar.

El móvil entra y sale según el momento. Hay libertad, pero también responsabilidad. Los grupos de WhatsApp —el de la selección, el de cada línea, el de bromas internas— son parte del tejido diario. Ayudan a mantener el ánimo arriba, a soltar tensiones, a planear incluso las excursiones cuando hay tiempo libre.

Paseos, aire fresco y mente despejada

Una de las claves de esta concentración ha sido permitir momentos reales de desconexión. Paseos por el lago Lemán, alguna excursión organizada a los Alpes, rutas en bici, visitas guiadas… no por turismo, sino por salud mental. Salir del hotel, respirar otro aire, reírse lejos del balón. El cuerpo técnico lo tiene claro: una jugadora feliz es una jugadora que rinde mejor.

Ese equilibrio se ha convertido en una seña de identidad. No se trata solo de competir. Se trata de llegar a cada partido con la cabeza fresca, los músculos activos y el ánimo estable. Y para eso, a veces, lo mejor no es una charla táctica. Es una conversación ligera en un banco al sol.

El fútbol que no se ve

Desde fuera, todo parece uniforme. Mismo chándal, mismos horarios, misma concentración. Pero dentro del grupo hay pequeñas rutinas que cada una ha creado con el tiempo: el mate de una, la playlist de otra, la compañera con la que siempre va al fisio, el ritual antes de cada partido. Son detalles mínimos que ayudan a sentirse en casa lejos de casa.

La Eurocopa se juega en estadios, sí. Pero también en estos días largos de concentración, donde la convivencia lo es todo. Donde el grupo se sostiene no solo por el talento, sino por los vínculos que se tejen entre sesiones, entre entrenos, entre silencios.

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