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Historia Alcohol, suicidios, detenciones... la maldición de los hijos de Churchill

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Churchill ofreció seguridad y calor paterno a los ciudadanos de su país durante la Segunda Guerra Mundial. Pero en su vida familiar distó de ser un padre ejemplar. Dos libros desvelan detalles inéditos sobre los desgraciados hijos del primer ministro británico: solo Mary, la pequeña, se libró de la tragedia

Miércoles, 28 de Julio 2021

Tiempo de lectura: 8 min

Los gritos hicieron callar a todos en el Queen’s Restaurant de Londres. «Eres una miserable perra de clase media», vociferaba un hombre a la dama que compartía mesa con él. Un comensal le reprochó tratar así a una mujer. El hombre gritón y malencarado le dijo que no se metiera en una conversación privada, el comensal le respondió que aquella conversación era pública.

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Político frustrado.Randolph Churchill durante su campaña electoral en 1951. Solo logró ser diputado de 1940 a 1945.Foto: Getty Images

Es una de las muchas escenas que montó Randolph Spencer-Churchill, el único hijo varón del legendario primer ministro británico Winston Churchill. En esa ocasión chillaba a su segunda mujer, June Osborne, y, como era habitual en él, estaba borracho. Por sus estallidos de ira e impertinencias lo expulsaron de muchos sitios: lo invitaron a bajar del yate de Aristóteles Onassis en junio de 1953, por ejemplo, por haber gritado iracundo a su padre, ya anciano, al que acusaba de connivencia con una de sus exmujeres para humillarlo. La escena la relató el secretario de Winston Churchill, Anthony Montague Browne: cuando desembarcaron a Randolph, iba lloriqueando. «Era terco y maleducado y a menudo iba muy ebrio. En los momentos de desesperación se echaba a llorar», ha contado el historiador Ben Macintyre sobre el hijo de Churchill.

Ambicioso y fanfarrón desde niño

Episodios bochornosos protagonizó muchos. En la cena por el 18 cumpleaños de su hermana Sarah, celebrada por todo lo alto en el imponente palacio de Blenheim (los Churchill son descendientes de los duques de Marlborough), intentó propasarse con una mujer, ella se molestó, otro comensal se enfrentó al joven Churchill: una vez más, lo tuvieron que sacar de allí.

El hijo de Winston Churchill -coinciden todos- era insoportable. «Lo mismo se ponía a dar saltos de rabia como un niño que se paseaba furioso por la casa aullando obscenidades o la emprendía a patadas con las sillas del comedor», detalla Josh Ireland, autor de Churchill and son, nuevo libro junto con The Churchill girls, de Rachel Trethewey, sobre la complicada vida dentro de la familia Churchill.

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El heredero.Churchill se llevaba a su hijo a actos y cenas para que se fuera formando. Aquí, con Randolph a sus 18 años.Foto: Cordon

Randolph era tan iracundo que su madre, Clementine Hozier, que chocaba constantemente con su hijo, le tenía miedo y pidió a los criados que nunca la dejaran a solas con él.

Daba miedo, sí. Se cuenta también que sometía a sus hermanas y a sus primos a un régimen de terror y que una vez obligó a su primo Johnny a orinar por la ventana del dormitorio, sobre las cabezas de su padre y el primer ministro David Lloyd George.

Randolph atormentaba a la familia con sus ataques de ira. Su madre lo evitaba, le tenía miedo

Randolph provocó muchas discusiones entre sus padres: Clementine lo rechazaba, mientras que Winston lo consentía, al tiempo ejercía sobre él mucha presión.

No fue fácil ser hijo de Winston Churchill. Randolph -a pesar de que tenía talento para escribir- fue un fracasado: estudió en Eton, pero no acabó la carrera en Oxford y solo logró ser diputado en una ocasión: en plena guerra y sin candidato opositor. Nunca más volvió a ocupar un escaño pese a que lo intentó. Era ambicioso y fanfarrón: escribió artículos en la prensa donde decía que iba a ser millonario y primer ministro. En la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, se comportó como un valiente. Se enroló en el mismo regimiento en el que estuvo su padre, el IV de Húsares de la Reina; participó en una misión del SAS, servicio aéreo especial británico que actuó en el norte de África; y estuvo en Yugoslavia. Pero no dejó buen recuerdo entre sus compañeros. «Es un matón que se regocija en gritar al más débil», contó el escritor Evelyn Waugh, quien había estado con él en la inteligencia bélica y que fue su amigo con intermitencias.

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Elecciones.Winston y Clementine con Diana y su marido, Randolph (a la derecha) y varios de sus nietos en 1951, año en el que Winston ganó las elecciones y Randolph no salió elegido.Foto: Getty Images

A las mujeres tampoco las trató bien. Estaba en la cama con otra cuando su primera mujer, Pamela Digby, dio a luz a su primogénito, llamado Winston en honor del abuelo. De Pamela se divorció en 1946; luego, ella tuvo romances con Gianni Agnelli y Élie de Rothschild y fue embajadora en Francia con el Gobierno de Bill Clinton.

No era fácil crecer a la sombra de Churchill

Durante 20 años, Randolph se metió en el cuerpo dos botellas de whisky y cuatro o cinco paquetes de cigarrillos al día. También era jugador, andaba siempre sepultado en deudas que, a menudo pagaba su madre, «para evitar más humillaciones».

Pero lo peor es que era demasiado pendenciero. «Se peleaba hasta con una silla», dijo una de sus hermanas. Tampoco a ellas les fue bien. La mayor, Diana, tenía problemas mentales, la ingresaron en varias ocasiones y la sometieron a electroshocks. Pero no lograron salvarla. Se suicidó, con una sobredosis de barbitúricos, a los 54 años.

A la hija mayor de Churchill la sometieron a ‘electroshocks’. Se suicidó con barbitúricos a los 54 años

Otra hermana, Sarah Churchill, se fugó de jovencita con Vic Oliver, un cómico austríaco mucho mayor que ella, para gran disgusto de sus padres. Sarah fue actriz: hizo varias películas (Boda real, con Fred Astaire, por ejemplo), actuó en teatro y tuvo su propio programa de televisión. Pero bebía demasiado. En palabras de Rachel Trethewey, «fue de Hollywood a Holloway», la cárcel de mujeres londinense en la que pasó unos días encerrada, bajo la acusación de escándalo público. Murió a los 67 años, de cirrosis.

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Superviviente.Mary -la pequeña- trabajó con su padre, fue escritora y murió a los 91 años.Foto: Getty Images

Marygold, la cuarta hija de los Churchill, falleció a los dos años de una septicemia. El bebé estaba al cuidado de niñeras, y los padres apenas la veían. Su muerte hizo que Winston y Clementine prestaran más atención a su quinta hija, Mary, la única que no tuvo una vida trágica. Mary fue secretaria y compañera de su padre -fue con él a la conferencia de Postdam en 1945 a reunirse con Truman y Stalin-, mereció honores por su labor durante la guerra: estuvo en Alemania y en Bélgica (el príncipe Carlos de Bélgica bebió los vientos por ella). Mary llegó a ser una escritora de prestigio; se casó con el político conservador Christopher Soames, que fue ministro y embajador en Francia y con el que Winston hizo muy buenas migas; tuvo cinco hijos y murió a los 91 años.

«Randolph es vil y hace llorar a su padre; Diana recibe descargas eléctricas por histérica; y a Sarah la arrestan con frecuencia», así resumió Diana Mosley (Mitford de soltera) la situación de los hijos de Churchill.

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Alcohol y cárcel.Sarah Churchill, que fue actriz y tuvo un programa de televisión, fue arrestada varias veces por escándalo público. Aquí, en Los Ángeles en 1958. Era alcohólica.Foto: Getty Images.

No era fácil crecer a la sombra de aquel padre desconsiderado, impuntual y caprichoso. «Si consigo algo en la vida, todos dicen que las gracias hay que dárselas a mi padre. Y si hago algo mal, se llevan las manos a la cabeza y exclaman: ‘¡Qué tragedia para el viejo! Siempre salgo perdiendo’», explicó Randolph, según un artículo de The Telegraph.

La historia se repetía en la saga. Winston Spencer-Churchill era hijo del político lord Randolph Churchill. El joven Winston buscó la aprobación de su padre, un objetivo casi imposible. A su hijo Randolph le pasó lo mismo con él, y eso a pesar de que durante su infancia y primera juventud Winston fue muy indulgente con su hijo. Luego pasó a evitarlo porque lo sacaba de quicio, como a todo el mundo.

Había tensión en el hogar de los Churchill. Diana y Sarah se casaron muy jóvenes para salir de casa. Josh Ireland, autor de Churchill and son, afirma en The Telegraph que «para las hermanas Churchill, el matrimonio suponía la posibilidad de evadirse del asfixiante carisma personal de su padre, de la frialdad de su madre y de una vida en el hogar que, si bien ocasionalmente podía ser feliz, resultaba agobiante y opresiva».

Además, ellas sabían que estaban por detrás de su hermano. Rachel Trethewey cuenta que las hermanas no recibían el mismo trato que Randolph: «A Diana le hicieron entender que los hijos varones estaban un peldaño por encima de las hijas».

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Novia a la fuga.Diana reconoció que se precipitó al casarse con su primer marido, John Bailey: quería salir de casa.Foto: Getty Images.

La presión sobre Randolph también fue grande. Churchill buscaba en él a su heredero. Desde jovencito se lo llevaba a cenas con los principales políticos de la época y a los 18 años lo acompañó en su gira de conferencias por Estados Unidos.

Cuando el chico cumplió los 21, Winston encargó un retrato al óleo de su hijo en el que aparecía idealizado y organizó una cena ‘padres e hijos’ en el Claridge’s de Londres a la que convocó a muchos de sus insignes amigos y su prole. El gran político británico era demasiado indulgente con ese chico arrogante. Según apuntó su secretario, Jock Colville, «Randolph es desagradable, llorica y engreído. Winston lo adora».

Hija ilegítima y reportero de guerra

Generaba rechazo Randolph. Se lo ganó. Fue condenado por difamación, tuvo una hija extramarital en Oklahoma, escribió una columna de cotilleo político en el Evening Standard… cayó mal a medio mundo. Pero también se posicionó contra el racismo de Sudáfrica. Y se la jugó como periodista en puntos calientes como Chipre, Argelia y Corea.

En lo que todos coinciden es en que escribía bien. Aun así le costó mucho que su padre lo aceptara como biógrafo. Pero solo pudo terminar los dos primeros volúmenes. Randolph Churchill falleció, de un infarto, en 1968, tres años después que su padre, a los 57.

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Biógrafo paterno.En sus últimos años, Randolph se dedicó a escribir las memorias de su padre.

Según la escritora Mary Lovell, al final de su vida todavía «se comportaba con la arrogancia de Luis XIV, pero era menos explosivo». Las opiniones que han quedado sobre el hijo de Winston Churchill son bastante negativas. «Era una de las personas más desagradables que he conocido en mi vida: bocazas, pagado de sí mismo, un quejica sempiterno», dijo de él Jock Colville.

Cuando le extirparon un tumor benigno del pulmón, Evelyn Waugh comentó: «Un triunfo de la ciencia, encontrar la única parte de Randolph que no es maligna». Según su sobrino, sir Nicholas Soames, una explicación a una personalidad tan antipática es que «creció en una jaula de oro, lo que no fue bueno para él».

Etiquetas: Políticos