Que triste es la vida sin Lucas
solo hay que sentarse a ver un partido del Almería para corroborar que Robertone es de esos jugadores que tienen garantizada la herida en las rodillas cada vez que saltan al césped
Quien me conoce es partícipe de mi debilidad por Lucas Robertone. Un volante de los pies a la cabeza. De los de pelota al pie ... o en carrera, no importa. De los que lo mismo vienen que van. De balón parado o lanzamiento lejano. Su papel se vio reforzado en el club almeriense, padre de su nacimiento europeo, tras la llegada de Rubi, quien lo situó por delante del pivote de turno y lo liberó de la rigidez táctica a la que se veía sometido en sus comienzos.
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El concordiense es un ladrón todoterreno; igual roba en campo propio que ajeno. Se desliza sobre la hierba para aparecer como por arte de magia y desbaratar una jugada ofensiva rival o aprieta la salida de balón del contrario para generar una ocasión de gol. Es, y esto a veces juega en contra de futbolistas de su corte, de esos jugadores que en estadísticas —un gol y una asistencia en lo que va de temporada— no destaca ante sus semejantes. Su aporte no es cuantificable a ojos del que no mira más allá de los números. Sí que se puede valorar la intensidad de su juego; solo hay que sentarse a ver un partido del Almería para corroborar que Robertone es de esos jugadores que tienen garantizada la herida en las rodillas cada vez que saltan al césped. Está en todas. Nunca hay jugada por terminada ni balón por perdido. A pesar de ello, en quince encuentros ha visto solamente tres tarjetas amarillas. Kaiky, Ramazani, Samú o De la Hoz suman más que él, lo cual habla de su eficiencia.
Al mismo al que líneas arriba destaqué como su principal impulsor táctico le atribuyo también, por motivos y responsabilidades evidentes, la fijación por sacarlo del campo. Solo en dos de sus quince participaciones ha jugado la totalidad de los minutos. Es en ese momento, el de su sustitución, cuando a mis ojos el equipo se vuelve más triste. Cuando los de Rubi pierden el empuje y la llegada. Cuando la presión adelantada deja de ser óptima y cuando la salida de balón echa en falta su brújula. Se notó en Cádiz; la salida de Robertone se tradujo en balón para los locales, metros y comodidad para sus mediocampistas. En esta jornada, frente a una Real que ya vencía sin problemas, la marcha del 5, quien había logrado generar dudas en la zaga visitante provocando algún saque de esquina, disipó la más mínima inquietud easonense sobre la victoria. Qué triste es la vida sin Lucas.
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