Voy a ser muy ventajista en esta ocasión. Lo indico al comienzo para dejar claro que esta verdad de hoy puede que ya no lo ... parezca mañana; o quizás es que directamente no lo sea. La victoria conseguida ante la Real Sociedad B de Xabi Alonso del pasado jueves, con las luces siguiendo la estela de Sadiq Umar, y los focos cegándonos con el liderato de la Liga SmartBank recuperado, me ha hecho girar la mirada hacia la persona de Rubi.
Para empezar, voy a desmontar un par de lecciones básicas que se aprenden en el curso para la obtención del Título Nacional de Aficionado que dice que «todas las decisiones que toma un entrenador son aleatorias, caprichosas y sin el menor rigor», lo que conduce al segundo capítulo de la biblia del buen seguidor y que expresa que «el entrenador tiene como objetivo llevar siempre la contraria al aficionado». Son dos lecciones bastante obvias y fáciles de poner en práctica en cada jornada de la competición.
Todos las aplicamos a diario en nuestros asientos de la grada del Estadio de los Juegos Mediterráneos o en los cómodos sofás que tenemos en casa… o, mejor aún, en los variopintos taburetes de tabernáculos vespertinos. Por eso, cuando el 3-1 del pasado jueves era ya un leve destello en los veteranos marcadores del Estadio de los Juegos Mediterráneos, me dio por valorar la osadía del técnico.
En un partido aceptable para muchos equipos, pero insuficiente para la Unión Deportiva Almería, le dio por buscar la reacción de su equipo tirando de un joven inglés al que el peso de su traspaso hace dos temporadas le lastra en las valoraciones, contando con un joven catalán que aún no conoce el cañillo de la Puerta de Purchena, y hasta con un repatriado para organizar la defensa.
¡Qué osadía! Pero los chicos cumplieron, no solo eso, sino que fueron los responsables de la reacción del equipo, junto con sus compañeros por supuesto. Orden, energía, carácter, velocidad, pero sobre todo fútbol. Rubi tomó una decisión que hizo mejor al equipo, sin duda ninguna.
¿Suerte? Por supuesto. Y no es ironía. El entrenador tuvo una idea pero los actores en el campo son los que ejecutan la obra bien o mal. Lo explicó perfectamente en sala de prensa tras el choque.
Siempre que se hacen unos cambios se buscan una serie de modificaciones en el partido pero no siempre se consiguen. Cuando no ocurre, las criticas son ácidas aplicando perfectamente lo aprendido en el Curso del Aficionado; pero cuando la situación mejora de forma tan notable como sucedió en el partido del pasado jueves, se sublima al Director. Ni una cosa ni la otra, aunque hoy estoy más empático con el entrenador.
Que yo escriba en esta columna que hay madera de buen técnico en la figura de Rubi es perfectamente evaluable como un brindis al sol. Y no les faltará razón a quien así opine porque todo en el fútbol se pretende medir por el número de puntos, de victorias o de objetivos cumplidos.
Pero yo he querido mirar detrás de la cámara y me ha parecido ver, en Rubi, a una persona cercana, amable, igual hasta simpática, que sabe lo que hace y cumple, como cualquier entrenador, con la máxima de todo entrenador.
Porque todos sabemos que su trabajo tiene un objetivo principal y varios secundarios. Entre los últimos esta ganar partidos. El fundamental es llevar la contraria a los aficionados. Así el fútbol sigue vivo.
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