La UDA volvió a merecer puntos, hasta tres diría yo, pero de nuevo se estampó contra sus carencias. No. No es cuestión sólo de mala ... suerte. Hay algo más que está metido en las cabezas de los rojiblancos y que cada jornada pesa más. Todos esperamos que llegue la primera victoria para que marque un punto de inflexión y tiremos para arriba pero, mientras eso ocurre, no sólo se deja este equipo todos los puntos por el camino sino también una alta dosis de autoestima. Y el paso del tiempo ahonda en esa inestabilidad mental que se traduce en síntomas de asfixia en los finales de los partidos.
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El Almería fue superior durante la mayor parte de los minutos. Creó más y mejores ocasiones. Pero no fue suficiente. Y no lo fue porque los atacantes fallan lo que otros no. Los defensas, más de lo mismo. Y el entrenador equivoca con cambios difíciles de digerir una interesante puesta en escena. Está claro que todos los delanteros, defensas y técnicos de todos los equipos fallan. Pero en la UDA, la falta de efectividad, de anticipación y de lectura en momentos concretos, está pasando una factura muy elevada.
La salida de Robertone supuso, a los ojos de cualquiera que no entienda de fútbol, un cambio de rol de dominante a dominado. Y a los que entienden de esto, para qué hablar. Es que dañó la vista. Seguramente Moreno tendrá su explicación para ese cambio pero, caray, cuesta digerirlo.
Total, que la UDA, que tiene una buena plantilla y mimbres para resolver la temporada sin apuros, no puede conformarse con jugar bien y culpar a la mala suerte. Conformarse con derrotas dulces a estas alturas supone emular al Elche del pasado ejercicio. Y eso ya sabemos qué consecuencias tiene.
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