Nadie ha celebrado más un punto de su equipo que el equipo de comunicación del Girona FC en el Santiago Bernabéu; me los imagino en ... casa como a los jugadores de la SD Almazán cuando salió la bola del Atlético de Madrid para la Copa del Rey. Desatados por la alegría lógica de rascar en el dentista y, meollo de la cuestión, por la satisfacción de poder publicar la charla técnica de su entrenador, Míchel, en el hotel de concentración. Nadie puede saber si una goleada del Real Madrid hubiera mandado a la papelera de reciclaje la pieza; por cierto, sorprende la arenga en castellano, pero las ruedas de prensa en catalán. El caso es que el entrenador del equipo gerundense alude a la camiseta y al escudo para sorprender al todopoderoso y, con el puntazo en el casillero, se viraliza el vídeo que emocionó a Steven Spielberg.
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No lo veo. Cuando el populismo entra por la puerta, la esencia salta por la ventana. ¿Cómo le podemos pedir a un jugador que lleva tres meses empadronado en una ciudad que entienda algo de historia de un club? ¿Qué trabajador siente la empresa como suya con el contrato todavía en periodo de prueba? Exijamos profesionalidad. Exijamos entrega. Exijamos esfuerzo. Y pidamos fe en el trabajo, en la concentración y en el compañero para romper la Quiniela en el Camp Nou; pero no le digamos a El Bilal Touré que honre la figura de José Ortiz Bernal o que Gonzalo Melero se coloque las espinilleras de Juan Rojas.
El Girona no asaltó la capital por el escudo ni creo que sumara el punto por las alusiones al escudo de su entrenador en la charla previa; porque si hubieran perdido por tres o cuatro goles, ni hubieran publicado ese vídeo ni habrían estado por debajo de la historia del Girona. Las raíces y la pertenencia ni se enseñan ni se aprenden en dos partidos.
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