No hay quien respire con esta nube de polvo cuya densidad hasta se mastica. La atmósfera es plomiza. Una estampa anaranjada y deprimente que espero ... se termine pronto porque, más allá del atrezzo, es perjudicial para la salud. Te daña con silenciador.
Y no me refiero a la calima de los últimos días en Almería sino a esta maldita Segunda División. Tengo muchas ganas de dejar atrás esta categoría. De olvidarla durante un tiempo y de coger un poco de espacio. Respirar aire fresco y húmedo. Nuestra relación ha sido demasiado intensa como para seguir queriéndola a pesar de sus poderosos encantos. Sé perfectamente que ninguna otra competición te da esta adrenalina de la incertidumbre pero ya estamos agotados.
A excepción del año anterior a este nuevo proyecto, fueron cinco consecutivos esperando y desesperando al último minuto del último partido. Literal. De tu partido y el de los terceros en discordia. Las dos últimas intentonas de ascenso han sido traumáticas por la injusticia divina de los playoffs. Pero el motivo principal por el que deseo esta 'interrupción matrimonial' y poner por fin los pies en Primera es por sacudirme de encima partidos como ante el Lugo o el de Zaragoza. También quiero mandar al carajo a este fútbol de plata por los esguinces de cronómetro.
Detesto la categoría porque permite y fomenta que tu delantero franquicia tenga que hacer las maletas cuando más te juegas. Esta temporada, más que ninguna otra, estamos viendo como el fútbol en esencia te premia poco y te castiga más de la cuenta. La Segunda es plomiza como esta puñetera nube de polvo. Te mata.
Necesitamos cambiar de aires. Y no voy a tener ningún complejo en escribirlo ni quiero sonar arrogante, pero esta UD Almería merece acabar en Primera. Lo saben solo dos. Los vivos y los muertos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión