Quién iba a decirnos, hace sólo un par de años, que no ascender a Primera División iba a ser un fracaso de dimensiones cósmicas en ... la UDA. Pero así es. Porque esto no va de si eres de Almería, Granada, Barcelona o Milán. Esto es cuestión de dinero y de quién lo ponga. Vale, es cierto que la pertenencia a una u otra ciudad con rancio abolengo futbolístico ayuda a que las cosas sean más fáciles de conseguir, pero no es menos verdad que la magnitud de los objetivos, y por consiguiente los éxitos y fracasos, va íntimamente ligada al dinero apostado.
Lo de los clubes históricos está muy bien, pero de qué le vale al Zaragoza, Oviedo, Racing de Santander o tantos otros tener un pasado bañado en oro si hoy por hoy no tienen para llegar a final de mes con solvencia. El Almería no tiene la etiqueta de 'histórico' simple y llanamente porque no le corresponde, como club joven que es. Pero tiene petrodólares y eso le permite aspirar a ir a fiestas de ricos. Aunque el derecho de admisión le está costando más de lo previsto por el jeque.
Sea como fuere, la UD Almería ha fracasado porque no ha ascendido. Aunque la realidad es que el fracaso es más producto del cómo no ha ascendido. Porque en una temporada con dos equipos fuera de categoría, Espanyol y Mallorca, disputar plazas de ascenso directo era una lotería que no garantizaba nada. Y caer eliminados en un playoff es tan probable como asumible. Pero no cuando las cosas han sucedido como todos ya sabemos. No, cuando se repiten errores del pasado inmediato.
La UD Almería que ahora muchos quieren desmantelar, ha hecho el mejor fútbol que se ha visto en Segunda División (y parte de Primera) esta temporada. El sometimiento al Alavés fue el punto de apogeo que, sólo una decisión personalísima de José Gomes, nos privó de ver ampliada y amplificada frente al Sevilla, al cargar de suplentes el momento más mediático justo en el instante de mayor confianza rojiblanca. A partir de ahí, la UDA bajó una marcha y motivos espurios que nunca sabremos, hicieron descarrilar al joven equipo a golpe de VAR. Pero el mayor de los problemas no fue el esperpéntico e intencionado uso de la maquinaria visual para apartar al Almería, sino la incapacidad de los rojiblancos de rehacerse y remontar el vuelo cuando, por fin, le dejaron en paz y cuando, además, tenía tiempo por delante.
Los males de la UDA tendrán que ser estudiados de nuevo. El problema es que los que deben analizarlo son parte también de esos males. No se puede exigir la excelencia como principio de todo y expulsar a un entrenador en mala racha de resultados, pero con los objetivos a tiro (VAR mediante) y con ello crear un clima de desconfianza que es carnaza para los rivales, como hemos podido comprobar de forma dolorosa. Menos aún se entiende repetir los mismos errores desestabilizadores de la pasada campaña. Por tanto, todos, especialmente los diseñadores de la plantilla y los que (muy agradecidos estamos) han apostado su dinero en un peculiar órdago futbolístico, deben estudiar lo sucedido, reflexionar y sacar conclusiones con calma.
La plantilla rojiblanca tiene mucho talento y de ella hay mucho que aprovechar. Por encima de todo, que ya se conocen. Ese valor intangible es determinante para hacer que la llegada de otros futbolistas carísimos tenga sentido y, sobre todo, efectos inmediatos y continuados.
Sí, la UDA nos ha decepcionado a todos. Pero lo ha hecho en la temporada en la que más orgullosos nos había hecho sentir y en la que más habíamos disfrutado de su juego desde los años de Unai Emery. No parece inteligente aquello de borrón y cuenta nueva, sino aprovechar la inercia para, con un motor que ha demostrado que puede correr más que los demás, hacer los oportunos reglajes para que aguante toda una temporada a pleno rendimiento. A ver por dónde respira el verano saudí.
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