Un policía sin pistola y una caja fuerte sin contraseña fue el Almería en enero y marzo. La ausencia de delanteros y la escabechina de ... los defensas dinamitó aquel colchón de puntos tan confortable donde soñábamos con un ascenso exprés. Turbulencias serias agravadas por la brillantez de los rivales que aprovecharon la coyuntura para arrinconarnos.
Se nos echaron encima como hienas salvajes para arrancarnos la presa y, en lugar de achantarse, los de Rubi se replegaron en formación de Tortuga como en la Antigua Roma. Juntos. Organizados. Defendiendo los flancos y atacando frontalmente. Recuperando cada yarda. Resistiendo cada acometida. Y así, la balanza se ha equilibrado siendo los mejores de los de arriba en las últimas diez jornadas.
¿Faltan seis batallas? Puede. Desde luego existen dos piedras angulares para lograr el ascenso a Primera División y las dos se corresponden con citas en nuestro territorio. La próxima, ante el Sporting, vital. La siguiente, en casa, frente al Amorebieta, fundamental; la del lunes porque nuestros rivales juegan a domicilio y porque sería meter mucha leña en la hoguera y, la siguiente, porque será cuando Eibar y Real Valladolid se citen al amanecer.
A partir de ahí el tesoro estará amarrado con nudo marinero. Entonces, al inicio de 2022, no pudimos cerrar el partido por aquellos infortunio. Ahora, la muñeca debe estar firme como la de Nadal y no ceder el servicio. La principal conquista de estas últimas semanas ha sido precisamente la de tener el saque a favor. Depender de uno mismo. Escalar a partir de ahora como subía los puertos Miguel Indurain, a ritmo. Y si podemos, con la mandíbula en forma de sonrisa.
Los protagonistas van a decirnos que quedan muchos puntos. No. Solo 18, un suspiro. Cuando sabes que queda poco en la cuenta, te aprietas el cinturón. Es el momento.
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