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El profesor William Nordhaus, en Madrid, en un momento de la entrevista. R.C.
«La acción individual contra el cambio climático no nos llevará muy lejos»

«La acción individual contra el cambio climático no nos llevará muy lejos»

El economista William Nordhaus propone un impuesto mundial al dióxido de carbono que cambiaría el modelo energético para luchar contra «las fuerzas de la destrucción y la oscuridad»

doménico chiappe

Madrid

Domingo, 1 de julio 2018, 09:41

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Con gafas bifocales de las antiguas y peinado de raya al lado, el economista William Nordhaus, autor de un modelo para medir las emisiones contaminantes por regiones, combina las rayas y los cuadros en su vestir. Catedrático de la Universidad de Yale (EE UU) lleva en su diestra un maletín de lona azul en la mano. Habla calmado, sin apenas gestos, serio, incluso tímido, quizás demasiado para una persona que propone un impuesto mundial al carbono, mientras sostiene que es la única forma de combatir el cambio climático. Doctorado por el Instituto Tecnológico de Massachusetts en los sesenta, Nordhaus se encuentra en España para recibir el premio Fronteras del Conocimiento, otorgado por la Fundación BBVA. Fumador empedernido, le gusta pensar que con las emisiones de CO2 pasará lo mismo que con el hábito del tabaco, y que en unos años las personas estarán convencidas de lo dañino que resulta y aceptarán las soluciones que él propone.

-Hace unos días, hablaba con un vendedor de coches, y él me aseguraba que el cambio climático era falso y que la capa de ozono se estaba cerrando. Usted, que investiga los efectos de las emisiones de carbono desde el año 1975, ¿cómo ha hecho para combatir estas creencias populares negacionistas?

-No es la primera vez que en este siglo se ignoran las teorías científicas. Siempre hay personas que han cuestionado o que han dudado de las ideas científicas, como en los casos del tabaco o de otros tipos de contaminación. El único modo de actuar es refutando lo que dicen, demostrándoles, basados en las pruebas y la ciencia, que sus planteamientos son incorrectos. En el caso del calentamiento global hay datos con los que luchar.

-Usted ha desarrollado un modelo que permite calcular el coste de las emisiones de dióxido de carbono, con el que ha logrado poner el precio que debería pagar cada tonelada de emisiones contaminantes. ¿De dónde sale esa cifra tan precisa de 35 euros por tonelada de carbono?

-Quiero aclarar que esto es una ciencia en evolución. Cuando empecé a trabajar con esto hace unos años, se conocía muy poco, así que he tardado mucho tiempo en desarrollar distintos modelos, a medida que los investigadores de ciencias naturales han desarrollado un mayor conocimiento. Este modelo, que no es el único pero sí uno de los primeros, analiza lo que sucede económicamente en el planeta si introducimos más carbono, nos permite estimar el daño producido. Según los distintos supuestos, podemos llegar a cifras distintas. Quizás 30 o 35 euros por tonelada.

-Si se suman todas las toneladas liberadas de CO2 y se convierten en dinero, ¿se puede visualizar cuánto ha sido el perjuicio que la actividad industrial ha causado al medio ambiente?

-Sí, pero sería necesario estimar este precio a partir del número total de toneladas en toda la tierra y durante muchos años. Pues esto no es algo que empieza hoy, así como se proyecta sobre el futuro.

-¿Cuánto costaría la inacción, dejar las cosas como están?

-Tendría un coste inmenso. Pero lo más importante es cómo dañamos la tierra de diferentes formas. Un ejemplo sería el ascenso del nivel del mar y el efecto en las comunidades costeras. Es uno de los impactos menos inciertos del cambio climático sobre la tierra. El otro problema del CO2 es que al liberarse a la atmósfera termina acidificando los océanos y afecta a la fauna que vive allí, como a los crustáceos, que dejan de poder formar sus caparazones.

-A usted, a nivel personal, ¿le ha afectado el cambio climático de alguna manera?

-¿Personalmente? No creo que hayamos visto mucho todavía. Solamente estamos al principio. Quizás la temperatura de la Tierra ha cambiado medio grado celsius, pero la relación del cambio climático con el calentamiento es acumulativo. Que aumente un grado es poco. Mientras que de uno a dos grados es mucho. Y de dos a tres, muchísimo. Hasta ahora los daños han sido relativamente modestos comparados con los que vamos a ver en el futuro.

-¿En su casa hace algo para luchar contra el cambio climático? ¿Es efectiva la acción individual?

-Sí, por supuesto. Todos podemos ahorrar energía, en el modo en que usamos la calefacción o la refrigeración en las casas, o el tamaño de los coches que compramos. Pero eso no nos va a llevar muy lejos. Necesitamos una acción colectiva por parte de los gobiernos, que dé los pasos correctos hacia la protección del planeta. El impuesto al carbono es la única vía para ralentizar el cambio climático.

-Parece difícil de implementar por la resistencia de la industria y la burocracia de los gobiernos. De una manera práctica, unas preguntas, ¿quién recolectaría ese impuesto? ¿Gobiernos, el Club del Clima, la ONU?

-Me he dado cuenta que la idea de un impuesto al carbono no es popular; ningún impuesto lo es. Pero hemos recorrido una largo camino de 20 años. Hace tiempo, nadie había oído hablar del problema del carbono y ahora la gente ha empezado a entender que es grave y que necesitamos un mecanismo diferente. Científicos, economistas, ambientalistas han logrado cambiar la actitud. Mi visión personal es que los impuestos deben ser recogidos por los gobiernos. Pero no se trata de gravar una actividad, sino de cambiar los incentivos para las actividades que generan más dióxido de carbono.

-¿Cómo se blindaría frente a los gobiernos populistas?

-Creo que los distintos gobiernos tienen que decidir lo que van a hacer, pero podrían ir a las pensiones o los sistemas de seguridad social. Es lo que se llama reciclaje de los ingresos, políticamente popular.

-Si se aplicara al transporte marítimo y terrestre ¿sería el fin de la globalización?

-No, no. Es una parte muy pequeña del coste de los servicios de transporte. Por otra lado, en el futuro tendremos carburantes de baja emisión de carbono, con muy poco gravamen, de unos diez céntimos por litro de gasolina o diésel, mucho menor que los actuales. El impacto sería sobre el carbón y sus centrales eléctricas.

-Precisamente lo que revierte Trump.

-Estamos entrando en una edad de oscurantismo en Estados Unidos, pero no va a durar mucho. Tiene muy poco apoyo entre las personas que entienden sobre cambio climático, comercio, globalización, inmigración.

-Su libro se titula 'El casino del clima', pero hay un dicho que dice que la casa siempre gana.

-La 'casa' son las fuerzas de la destrucción y la oscuridad. Así nosotros tenemos que resistir frente a los que dicen que el cambio climático no nos afecta, como el fumador que dice que el daño del cigarrillo aún está lejos, que lo deja mañana o el año que viene. En los años 50 la gente no sabía que fumar es perjudicial, y después de muchos años se les ha logrado convencer que lo es y ahora incluso los fumadores reconocen que es dañino.

-Jeff Bezos, fundador de Amazon, dijo que la descontaminación de la Tierra pasaba por trasladar la industria pesada a la Luna. ¿Es ésta una solución mejor que la del impuesto al carbono?

-Creo que es una pura fantasía. Es, de hecho, extremadamente improbable que en los próximos cien años podamos hacerlo. Si pensamos en la realidad de las expediciones espaciales, en 60 años sólo hemos logrado tener una pequeña estación espacial, que quizás crezca un poco en otras tantas décadas. No hay que hacerlo en la Luna, sino aquí, y sabemos cómo... es una fantasía... es absurdo.

-Sin ser tan fantasiosos, ¿los riesgos a los que nos exponemos son realmente catastróficos o son controlables con la tecnología?

-No creo que sea el final de la humanidad ni de las sociedades avanzadas, pero creo que causará grandes dificultades. Catástrofe no es la palabra justa. La tierra no sufrirá tan rápidamente, como cuando ocurre un terremoto, pero será muy grave especialmente para las partes costeras, las más calientes como los trópicos, y muy grave para muchas especies. Quizás algunas se extingan, pero no los humanos.

-Causará un sufrimiento innecesario.

Absolutamente, ése es el punto. Podemos limitar el cambio climático a dos o tres grades adoptando pasos correctos en el futuro próximo en todos los países. Pero si esperamos a tener un cambio climático de cinco o seis grados será disruptivo para el mundo.

-¿Cree que se reaccionará a tiempo? ¿Qué tiempo nos da el planeta? ¿Estamos a contrarreloj?

-No lo sé. Como economista y científico, puedo decir lo que sí podemos hacer: centrarnos en el impuesto del carbono para que las personas desarrollen tecnologías más limpias y cambien el uso de las actuales. Así se limita el daño significativamente. Pero que los países lo hagan o no, dependerá de la sabiduría de los líderes políticos. Quién iba a decir en 1940 lo que iba a suceder en los próximos años. Podemos tener esperanza pero no puedo vaticinar lo que pasará.

-¿En cuánto tiempo cree que sería posible implementar el impuesto al carbono?

-Si tenemos la voluntad política, en diez años. El problema es que incluso cuando se tiene, hacer que la economía se adhiera a él tardará todavía mucho tiempo. Se puede comparar al giro de un supertanque acorazado, lento, sin brusquedad. Hay que girar gradualmente.

-¿Y en sus sueños?

-Soy un realista. No tiene sentido soñar con el tiempo posible. Mi sueño es que podamos hacer una sociedad cooperativa, que nos demos cuenta de que la cooperación internacional beneficia a todos. Pero es un sueño realista.

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