Lobos al rescate de los alces
Cuatro lobos aterrizan en el Parque Nacional de Isle Royale en misión especial: devorar a los alces que, a falta de predadores, amenazan el ecosistema
INÉS GALLASTEGUI
Miércoles, 8 de mayo 2019, 00:47
Cuatro lobos canadienses aterrizaron hace unos días en helicóptero en Isle Royale, Michigan (Estados Unidos), con una misión especial. La operación había sido minuciosamente preparada ... durante meses por agentes gubernamentales de los dos países norteamericanos, pero no son ni espías ni embajadores. Su empresa es bastante sencilla: crecer y multiplicarse. Bueno, y comerse a los alces.
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La isla, un poco más pequeña que Ibiza, con sus 535 kilómetros cuadrados, está enclavada en el Lago Superior, la mayor superficie de agua dulce del mundo, en la región fronteriza de los Grandes Lagos de Norteamérica. Isle Royale es territorio de Michigan, pero las costas de Canadá y Minnesota están más cerca, a unos 24 kilómetros. Junto a sus aguas y los islotes cercanos, fue declarada parque nacional en 1943 y Reserva de la Biosfera en 1980 y, aunque no tiene población permanente, cuenta con alojamientos y un centro de información para visitantes. En su territorio hay varios lagos que contienen islas y en una de ellas existe a su vez una laguna con un islote, un récord mundial de rareza.
El 'Canis lupus' no es una especie autóctona de la isla, pero su presencia está documentada desde hace 65 años, cuando empezaron a establecerse allí procedentes de tierra firme a través del puente de hielo que solía conectar la isla con el continente durante unos cincuenta días cada invierno. En los ochenta llegaron a ser medio centenar, pero en el último censo solo se encontró a dos que, además, eran parientes. La endogamia genética, junto a los efectos del cambio climático, que hace cada vez más frágil la superficie congelada del lago en los meses fríos, hacía improbable una repoblación natural.
El Servicio de Parques Nacionales decidió en junio del año pasado reintroducir los lobos en la isla, alertado por las consecuencias medioambientales que la escasez de carnívoros estaba produciendo: «Esta decisión es un paso importante para intentar conseguir una adecuada dinámica depredador-presa en el ecosistema del parque», dijo su director regional, Cam Sholly. En la isla conviven mamíferos como la liebre americana, la ardilla roja, el armiño, la rata almizclera, el castor y el alce. La población de estos cérvidos, que tampoco son autóctonos, se ha disparado en ausencia de animales que los cacen y, aparte de dañar la vegetación del parque, ha causado miles de muertes por hambre de otros herbívoros que compiten por los mismos pastos. El lince y el coyote desaparecieron de la ínsula a principios del siglo XX.
Un viaje estresante
La reintroducción comenzó en septiembre y se prolongará durante tres a cinco años, hasta que la población de lobos se sitúe en 20 o 30 ejemplares que comiencen a reproducirse. De momento hay trece. El proceso es complejo: son capturados mediante trampas en el medio salvaje, trasladados a la isla y liberados para aprender a vivir en un hábitat distinto y con completos extraños. Hay que tener en cuenta que se trata de animales territoriales y familiares que viven en una estricta y compleja jerarquía social dentro de la manada, liderada por un macho alfa. «Se están conociendo unos a otros y es difícil encontrar comida en un sitio nuevo. Es estresante para ellos», explica a 'The Guardian' el ecólogo John Vucetich, que lidera el proyecto.
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Los biólogos aprenden sobre la marcha. Una de las primeras lobas, capturada en Minnesota en septiembre, murió al poco tiempo de llegar, al parecer víctima de la sedación administrada para el viaje, lo que hizo al equipo replantearse el protocolo.
Los primeros medios de transporte para las jaulas fueron hidroaviones, canoas y todoterrenos. Ahora, para acelerar el proceso desde la captura hasta la liberación, lo han hecho en helicóptero. Se trata, además, de lobos canadienses, más grandes y -confían los expertos- más eficaces a la hora de hincarles el diente a los populosos rebaños de alces.
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Los expertos de los Grandes Lagos miran con envidia al parque de Yellowstone, donde el lobo gris, desaparecido en los años treinta, fue reintroducido en 1995. Hoy en día hay un centenar de ejemplares y los efectos en cadena han sido espectaculares: el control de la población de los alces devorados por los lobos ha mejorado la vegetación, la vida de otros herbívoros y la dieta de predadores como coyotes, águilas y osos.
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