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Una persona pasea por un tramo por donde discurrirá la carrera, entre robles y castaños.
Solo puede quedar uno

Solo puede quedar uno

Dos corredores gallegos organizan una curiosa carrera de resistencia en la Ribeira Sacra. Cada hora hay que dar una vuelta de 6,7 kilómetros por el bosque. El último en lograrlo será el vencedor

FERNANDO MIÑANA

Lunes, 19 de agosto 2019, 10:43

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Luis Rodríguez jura y perjura que conocía The Barkley Marathons antes de que un documental de Netflix sacara la carrera de la clandestinidad. La película mostró al mundo ese laberinto endiablado de 160 kilómetros que solo han completado quince personas en 33 años. Al frente de la prueba, Lazarus Lake, un tipo extravagante que solo cobra 1,60 dólares de inscripción -un centavo por kilómetro-, que pide una matrícula de su lugar de origen a cada uno de los 40 participantes y que da la salida a esta carrera en medio de los bosques de Tennessee encendiendo un cigarrillo. Y lo hace a la hora que le da la gana. Por el día o por la noche. Solo avisa, soplando una caracola, treinta minutos antes.

Lazarus tiene otras carreras. Una de ellas se llama Backyard (se puede traducir por patio trasero) porque se disputa en el bosque que hay detrás de su casa. Las reglas son muy simples: hay que dar una vuelta a un circuito de 6,7 kilómetros cada hora. El corredor que sea capaz de seguir corriendo y dar una vuelta completa cuando ya se han retirado todos los demás es el vencedor. La distancia no es al azar, sino otro capricho de esa mente juvenil de Lazarus: en 24 horas, los corredores completan cien millas.

Luis Rodríguez le pega al trail, las carreras de larga distancia por la montaña, en Ourense, donde otro corredor, Manuel Rolán, que organiza una carrera vegana (?), se sumó a su aventura: montar una Backyard en España. Un circuito en Castro Caldelas, en el corazón de la Ribeira Sacra, muy cerca de los cañones del Sil. «Vimos que no era muy difícil de organizar, solo balizar 6,7 kilómetros y poner un avituallamiento en el pueblo. Así que le envié un correo a Lazarus para ver si podía copiar el formato. Pensé que igual ni me contestaba, pero mi sorpresa fue que al día siguiente ya me había dicho que sí, y que menos mal, porque España tiene grandes carreras y grandes corredores y no era normal que, si habrá 36 Backyard -como una franquicia- en todo el mundo en 2020, no hubiera una en España. Y encima nos concedió un Golden Ticket: el ganador consigue un dorsal para su carrera».

Al principio, conociendo el halo de dureza que flota sobre las pruebas de Lazarus, pensó en un trazado con más de 400 metros de desnivel por vuelta, pero el ahora célebre organizador les dio una lección. «Nos dijo que ninguna de sus carreras las gana el más atlético, sino el más duro de mente. Utilizó una expresión muy rara que podría traducirse como el más cabezota. Y que si el desnivel es muy acusado, los débiles caen antes, mientras que, si es más suave, aguantan más y el fuerte se impacienta al ver que resisten».

68 vueltas

La carrera será en pleno otoño. «Una estación en la que aquello está precioso», apunta Luis, en previsión del paisaje bucólico que se encontrarán los cerca de 150 corredores a los que esperan el sábado 26 de octubre. La salida será a las diez de la mañana. Tienen 60 minutos para dar la vuelta de 6,7 kilómetros. A las once empezará la segunda vuelta. El que no esté en la salida a cada hora en punto queda eliminado.

Es imposible saber la duración de la Backyard. «Solo espero que no nos tengan aquí hasta el martes. Una segunda noche sería durísimo», advierte Luis Rodríguez, de 45 años, quien recuerda que, en la última Backyard oficial, el ganador completó 68 vueltas. Es decir, 455 kilómetros. Una salvajada.

En Galicia, los participantes se enfrentarán a 240 metros de desnivel. El 80% del recorrido discurre por zona de arbolado. Al principio será un placer correr rodeado de robles y castaños. Quién sabe si viendo a lo lejos un corzo, un jabalí o un zorro. Pero vuelta a vuelta, hora tras hora, el bucle mutará en un martirio para el competidor, harto de estar todo el día corriendo como un hámster. Para el espectador, en cambio, un prueba de este estilo es un regalo. Al contrario que en los ultratrails, no hay que alejarse mucho para ver a los corredores y, encima, aquí puedes ver a los supervivientes cada hora. Y siempre con el pueblo, Castro Caldelas y su bello castillo, muy cerca.

Luis ya se sabe el circuito de memoria. Hace unos días dio una vuelta a los 6,7 kilómetros a un ritmo no demasiado exigente y le costó 41 minutos. Cree que es un entrenamiento perfecto para un trail. «Mentalmente es muy duro y te obligas a hacer los 6,7 kilómetros en un límite de tiempo. Es como hacer series», informa. El organizador está sorprendido porque ya han recibido peticiones de un corredor de Suiza y otro de Portugal. Y varios de fuera de Galicia.

Cada vez que les llega una inscripción, Luis Rodríguez estudia con detenimiento quién es, qué marcas atesora, qué carreras ha acabado... Y este gallego, que se daba por satisfecho si finalmente corrían 40 atletas, empieza a asustarse: «Estoy viendo que hay alguno que nos puede tener aquí hasta el lunes...».

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