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«Es un espectáculo poderoso con una fabulosa partitura. Haría cualquier cosa por verlo», dice el veterano autor, aquejado de algunos problemas físicos. ALBERTO ESTÉVEZ
«Sobrevivo porque leo»

«Sobrevivo porque leo»

A Noah Gordon le propulsa un deseo: viajar a España, a sus 91 años, para asistir el próximo 17 de octubre al estreno del musical 'El médico', la novela que le encumbró hace tres décadas. El escritor y reportero atiende a este periódico desde su residencia en Boston

ICIAR OCHOA DE OLANO

Domingo, 5 de agosto 2018, 01:17

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Lo último que esperaba a sus 91 años es que 'El médico', la novela histórica que publicó el 7 de agosto de 1986, que ha vendido más de 10 millones de ejemplares en 30 países y que ha llevado a 5,4 millones de espectadores a las salas de cine, le fuera a proporcionar un nuevo motivo para sentir, otra vez, el aliento tonificante del entusiasmo. El Teatro Nuevo Apolo de Madrid acogerá el próximo otoño el estreno mundial de un musical, de factura íntegramente española, que recrea el fascinante viaje a Persia del personaje central de esa obra, un joven cirujano-barbero británico del siglo XI llamado Rob J. Cole, para formarse en la escuela de galenos más avanzada de su tiempo. El escritor y periodista Noah Gordon (Worcester, Massachusetts, 1926) nos atiende, en exclusiva, desde la elitista residencia para mayores de Boston en la que vive junto a su esposa, Lorraine, para conversar sobre el éxito, la vejez, la religión, el periodismo, sus nietos españoles y, cómo no, de Trump.

- 32 años después resulta que Rob canta. ¡Y en español!

- ¡Sí! ¡Y eso me hace cantar también a mí!, ja, ja. No sabe lo maravilloso que es ver a mi personaje utilizado de forma tan inteligente y magnífica. Estoy tan agradecido a los productores... En los últimos años he perdido la capacidad de aprender porque me falla la memoria, dos factores esenciales para cualquier buen escritor. Y a menudo me pasa que me despierto en medio de la noche y se me ocurren miles de buenas historias. ¿No es maravilloso?

- Ya lo creo.

- Pero ya no puedo escribir. No encuentro las palabras, olvido los hechos, los nombres... Voy a hacer 92 años, ¿sabe? Pero acepto que sea así.

- Y dígame, ¿a qué suena 'El médico'?

- Me han enviado algo de material y no paro de escucharlo. Lo pongo una y otra vez. La música es preciosa. Se adapta de forma increíble a la trama. ¿Sabe que la Orquesta Sinfónica de Londres la acaba de grabar? Es fabuloso. Estoy entusiasmado.

- Se diría que su obra envejece sin arrugas ni flacidez.

- Bueno, eso parece. Todavía hoy recibo emails de mis lectores prácticamente todos los días. Llegan de distintas partes del mundo. La mayoría se refieren a 'El médico' y hablan bien de él. Verdaderamente, lo aprecio. Es algo que me da fuerza.

- Tener garantizada la inmortalidad, ¿le hace sentirse algo así como el sha de Massachusetts?

- Ja, ja. Bueno, no sé si mi inmortalidad está garantizada, pero sí parece que seré leído durante algún tiempo después de que haya muerto, y eso es bonito. A cualquier escritor le haría sentirse orgulloso por dentro. Verá, yo he sido tremendamente afortunado por haberme podido dedicar a algo a lo que amaba. Y eso es un tremendo regalo. De mi círculo de amistades más cercanas, solo yo adoraba el trabajo que hacía. El resto simplemente cumplía para sacar adelante a sus hijos.

- Cuando se publicó 'El médico', usted tenía 59 años. ¿Qué gallo le habría cantando de haber tenido 30?

- No recuerdo si fue Shelley o Keats, el poeta, quien murió a los veintipocos años habiendo dejado un asombroso legado literario. Hay gente que nace con unas habilidades innatas maravillosas. No fue mi caso. Yo soy hijo de la Gran Depresión. Entonces no había dinero, ni íbamos de vacaciones. Pero Estados Unidos gozaba ya de un fantástico sistema público de bibliotecas. En Worcester, mi ciudad, había tres. Desde que era bien pequeñito, mi hermana mayor, Dorothy, me llevaba allí. Eso me convirtió en un lector precoz. Ir allí se convirtió en un escape de la rutina diaria. Enseguida supe que quería ser escritor. Pero yo no tenía el talento de Keats y tuve que aprender.

- Estudió Periodismo tras intentar complacer a sus padres haciendo antes algún año de Medicina. Le he oído decir que su trabajo como reportero en 'The Worcester Telegram' y, más tarde, en 'The Boston Herald' fue una gran escuela.

- Me ayudó mucho. Y disfruté enormemente aquella etapa, pero seguro que no le sorprende que le diga que no ganaba mucho. Con tres hijos, nuestra economía era apurada, así que cuando supe que mi primer libro 'Rabbi' ('El rabino') era un gran éxito, dejé el periodismo. Luego escribí otras dos novelas -'El comité de la muerte' (1969) y 'El diamante de Jerusalén' (1979)-, que no fueron las mejores, pero me enseñaron cómo escribir y cómo no. Fue una experiencia decisiva para acometer a continuación 'El médico'.

- Como recrea en esa obra, en la Edad Media, la civilización islámica de Oriente Medio -en particular, Irán- representaba la vanguardia científica, muy por delante de Europa. Hoy parece abominar del progreso. ¿Se explica esta involución?

- Entonces, en Europa, no había atención médica; había mataderos y las instituciones para enfermos mentales eran auténticos centros de tortura. Entretanto, Oriente Medio vivía un periodo de ilustración. No puedo explicarle qué ocurre hoy en Irán. Y no sé si alguien puede hacerlo. Pero sí puedo decirle que los conflictos diplomáticos y no diplomáticos, y las persecuciones entre las distintas confesiones que vemos a diario, son una tragedia terrible. Uno tiene la sensación de que las cruzadas podrían repetirse.

Puigdemont y Hemingway

- Aunque en otro nivel, el conservadurismo también ha encontrado acomodo en Europa y Estados Unidos. ¿Con Obama se vivía mejor o en el día a día el vuelco es imperceptible?

- Cuando empecé a tener éxito en otros países y comencé a visitarlos, decidí seguir la política de no criticar a mi gobierno cuando saliera fuera. Sin embargo, le diré que fui uno de los más entusiastas seguidores de Obama. Desde luego, no estoy nada contento con lo que está ocurriendo aquí ahora. Confiamos en que esto no se prolongue.

- Quiso ser corresponsal de guerra. ¿Ejercer de reportero en la 'era Trump' le habría satisfecho?

- Debe de ser parecido, ja, ja. Me habría encantado ser corresponsal de guerra en cualquier época. No porque me gusten las guerras, sino porque adoro el periodismo. Dicho esto, ejercerlo en este momento es todo un desafío. Por suerte, en Estados Unidos tenemos un buen puñado de excelentes reporteros capaces de hacer frente a sus ataques. La pena es que mucha gente de a pie no entiende cómo funciona el periodismo y, en ocasiones, puede creer que los reporteros son mentirosos o unos interesados. En este sentido, la 'era Trump' tiene una parte positiva.

- ¿Cuál?

- Está resultando muy positiva para los medios desde el punto de vista comercial. Los beneficios de 'The New York Times' han crecido enormemente en los últimos tiempos porque la gente aprecia cada vez más el buen periodismo.

- ¿A dónde está conduciendo a su país?

- ¿Trump? No lo sé. Creo que tenemos que esperar hasta las próximas elecciones, previstas para noviembre de 2020, para saberlo. Toda la gente que conozco está deseando ir a votar. Tengo una pregunta para usted.

- Adelante.

- ¿Cómo están las cosas en su país?

- Revueltas, como siempre. ¿Qué última noticia le ha llegado a usted de la actualidad española?

- ... Probablemente, algo sobre fútbol, ja, ja. Solía seguir con bastante atención la situación política, pero ya no.

- Entonces, habrá oído hablar de Carles Puigdemont.

- Sí, pero no me apetece hablar de eso.

- Hablemos entonces de amor. Su largo idilio con España, al que dedicó dos libros, ¿es cosa de Cervantes, Hemingway o de aquel guiso con ciruelas que probó aquí y le recordó a su madre?

- No recuerdo lo del guiso. A Cervantes le adoro y con Hemingway crecí. Recuerdo haber visto una foto de él en España, durante la Guerra Civil, y pensar cómo aquel paisaje se parecía tanto a algunas zonas de Estados Unidos... Cuando viajé allí por primera vez no sabía muy bien qué esperar. Me enamoró enseguida. Gracias a mis libros, tuve la suerte de hacer giras por el país y eso me permitió conocer diferentes regiones y hablar con la gente. Siempre me sentí tan bien recibido, la gente es tan acogedora y hospitalaria... Una vez, en Barcelona, iba por la calle y alguien se me acercó. No sé si porque me vio salir del metro, el caso es que me dio un cálido beso en la mejilla. Pensé 'España está dentro de mi', ja, ja.

- Eso es muy tierno.

- Gracias. No me gustan nada esas personas que se lamentan o dicen 'tendría que haber hecho esto o aquello', pero me arrepiento de no haberme instalado en España y haber vivido allí dos o tres años.

«No temo a la muerte»

- No consiguió hacer realidad ese sueño, pero sí poner una pica en Flandes. Tiene una nuera y dos nietos catalanes.

- Absolutamente, ja, ja. De hecho, mi nuera y mi hijo pequeño, que es mi agente, se conocieron porque ella se encontraba con unos amigos haciendo cola en Barcelona para que yo les firmara un libro.

- Cuénteme cómo es un día corriente para usted.

- Ahora mismo son bastante aburridos. Leo, camino, leo, charlo con mis amigos, a veces cenamos con ellos... Lo que hace un hombre de mi edad que tiene problemas físicos.

- Bueno, se le ve estupendo.

- Gracias. Se lo debo al musical.

- Parece haber tenido el efecto de una potente vitamina.

- Exacto, el de una que puedes tragar sin dificultades, ja, ja.

- ¿Qué convierte un día corriente en uno extraordinario?

- Hablar con mis nietos españoles. Pese a la enorme distancia, tenemos una relación estrecha. Constantemente hablamos con ellos por Skype. Incluso nos ponen música, ja, ja. Y también encontrar una buena novela de no ficción que me proporcione una buena experiencia lectora.

- Y eso, ¿está complicado?

- Resulta extremadamente difícil. Probablemente, porque me estoy volviendo un viejo gruñón, ja, ja. Leer es un regalo que me hace sobrevivir porque me mantiene en contacto con el Noah Gordon escritor.

- La fe, ¿le acompaña en esta etapa de su vida?

- Bueno, me crié en la fe judía, pero no soy una persona religiosa.

- ¿Y la serenidad ante lo desconocido?

- De algún modo, piensas que has hecho lo que tenías que hacer, lo mejor que has podido y que ahora es tiempo para relajarse. Eso está bien, pero la vejez no es una imagen de un hombre sentado plácidamente al sol. La vejez está llena de dolor, es un etapa difícil. Esa es la verdad. En cuanto a la muerte, no la temo en absoluto. La ciencia médica está consiguiendo que vivamos cada vez más en una situación adversa. Y yo no creo que eso sea ningún chollo.

- ¿Cuál es el secreto de la vida?

- ¿Quién diablos sabe eso? Yo, desde luego, no.

-¿Y el de 'El médico'?

- No hay secreto. Hubo cuatro años de trabajo muy duro. Recuerdo perfectamente el momento en que la terminé. Me dije 'espero que sea una historia tan buena como creo que es', ja, ja.

- ¿Volverá a España, esta vez para ver cantar a Rob?

- Ojalá. Si podemos, iremos mi mujer y yo. No sabe lo poderoso que es el espectáculo. Haría cualquier cosa por verlo.

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