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J. I. C.
Domingo, 19 de agosto 2018, 00:21
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El verano abre un amplio abanico de razones por las que las personas alérgicas deberían extremar la precaución. Durante estos meses cambiamos nuestros hábitos y tendemos a despreocuparnos para limitarnos a disfrutar, dejando a un lado nuestra salud y su cuidado. Lo argumenta Fernando Florido, vocal de la Junta Directiva de las sociedades andaluza y española de Alergología: «Se baja la guardia». Las consecuencias pueden ser muy graves.
En un reciente informe publicado por la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), se apunta que siete de cada diez reacciones a alimentos ocurren cuando se come fuera de casa, por lo que resulta más que aconsejable consultar no sólo el menú sino los ingredientes que lo componen. También se advierte de la exposición al cloro de las piscinas ante la dermatitis atópica sobre todo en niños, ante lo que se recomienda un aclarado de piel con agua dulce tras el baño y cremas hidratantes. También pueden causar reacciones alérgicas medicamentos antiinflamatorios o antibióticos por su efecto fotosensibilizantes sobre la piel o por su ingesta.
En verano, además, existen otra serie de factores a tener en cuenta. Por ejemplo, los ácaros del polvo, «especialmente confortables cuando la temperatura es templada y la humedad relativa del ambiente es elevada». De ahí que, al desplazarnos a una residencia de verano, se deba limpiar la casa sin la presencia de la persona alérgica. La SEAIC subraya la importancia de viajar con la medicación recomendada por los alergólogos para cada caso, que pueden incluir desde tratamientos preventivos hasta medicación de urgencia como autoinyectores de adrenalina o medicación de rescate como antihistamínicos o broncodilatadores.
El alergólogo Fernando Florido incide sobre todo en las picaduras de insectos himenópteros como avispas y abejas, que han causado este verano varias muertes asociadas a procesos alérgicos. Para evitar estos sustos se debe extremar la precaución al aire libre sobre todo en piscinas, no andar descalzo y comer lo menos posible en el campo para no atraer a estos insectos. «Aunque las enfermedades alérgicas suelen ser en su mayoría procesos banales que no ponen en peligro la vida, en otros casos sí pueden hacerlo cuando los pacientes no le dan importancia y no consultan, con consecuencias desagradables y graves», añade.
Los niños son otros pacientes alérgicos especialmente vulnerables en verano. «Tienen alergias a los alimentos difíciles de controlar cuando se van de campamento o se quedan con familiares. Se baja la guardia. Son temas que siempre se deben consultar con un alergólogo para plantear un diagnóstico exacto y establecer las medidas necesarias», señala Fernando Florido.
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