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MIGUEL AIZPÚN (dERMATÓLOGO)
Lunes, 23 de julio 2018, 13:48
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Cuando se acercan los calores del verano y la consiguiente salida a las playas, son bastantes las personas que se dan cuenta de lo olvidada que han tenido la piel (y, frecuentemente, también su peso) durante los meses del largo invierno. Este descubrimiento viene a revelar, un tanto bruscamente, la relajación en la necesaria vigilancia de los hábitos saludables que prolongan y mejoran nuestra vida.
El hecho de que, por necesidades de protección frente al frío, nuestro cuerpo permanezca oculto bajo la ropa, no garantiza que no puedan desarrollarse afecciones peligrosas para la piel o que no se acumule un sobrepeso que acabe perjudicando seriamente la salud. Es necesario cuidarse por el propio interés y no sólo para que los demás alaben nuestra belleza. Una mancha en la piel o unos kilos de más que una mera cuestión estética. Hasta el punto de que estos descuidos pueden desembocar en patologías como el cáncer de piel (que puede conducir a la muerte) o en una obesidad que supone un riesgo importante para la salud.
La mejora del aspecto personal, tan importante como buscada en verano, debe empezar con cuidados básicos, como una adecuada hidratación, una protección segura (utilizando fotoprotectores, gafas de sol, sombreros, ropa adecuada y evitando las horas de máxima insolación). El ansiado moreno de la piel puede conseguirse a través de las adecuadas cremas autobronceadoras, más aconsejables que las sesiones de rayos UVA. El verano constituye una incitación a mostrar una piel que la ropa de abrigo ha mantenido oculta durante los días fríos. Pero esa piel exige ser protegida adecuada y cuidadosamente, para no lamentar esos efectos del fotoenvejecimiento que los dermatólogos vemos aumentar año tras año.
Y, hablando de descubrimientos, ahora que todo está más a la vista, es un buen momento para observar la aparición de cualquier lesión pigmentada en la piel y, a la mínima sospecha, acudir al dermatólogo. Una consulta a tiempo puede ahorrar muchos y serios disgustos.
Por fin, tras el largo túnel del invierno, es la hora del sol. Los días son más largos que las noches y la luz parece aliviar el oscuro tiempo que sufrimos. Por eso, la hora del sol es también la hora del dermatólogo. Porque se trata del especialista adecuado para aconsejar sobre cómo disfrutar de la exposición solar, maximizando los beneficios y evitando todo lo que pone en riesgo nuestra salud. Sería muy oportuno recuperar los hábitos saludables olvidados y hacer un firme propósito de que tal olvido no vuelva a repetirse. Primero, por nuestro propio bien y si, además, los demás nos alaban mucho mejor.
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