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JOSEBA VÁZQUEZ
Miércoles, 17 de enero 2018, 01:32
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Cuando a las 09.37 horas del 11 de septiembre de 2001 cinco terroristas de Al Qaeda estrellaron un avión contra la fachada oeste del Pentágono, alguien debió de recordar la advertencia incluida en un informe previo al inicio de su construcción, en 1941: un edificio con esta forma geométrica era demasiado reconocible y se convertía, por tanto, en blanco perfecto para eventuales ataques. En contra de la lógica castrense que aconseja mimetizarse en lo posible con el entorno con el fin de resultar 'invisible' para el enemigo, el Departamente de Defensa de Estados Unidos (DOD) mantuvo la identificable planta para la sede que habría de agrupar una organización desperdigada hasta entonces en diecisiete edificios. Y sesenta años después de aquel aviso, 184 personas, además de los activistas, morían en el atentado cometido con el aparato del vuelo 77 de American Airlines.
Justo sesenta años después porque, paradojas del destino, los trabajos comenzaron..., ¡pues sí!, el 11 de septiembre de 1941. Respondiendo a una propuesta del general de brigada Brehon B. Sommervell, el presidente Franklin D. Roosevelt ordenó su construcción a los arquitectos George Edwin Bergstrom y David J. Witmer. Faltaban dos meses para el ataque japonés a Pearl Harbour y Estados Unidos aún no participaba en la Segunda Guerra Mundial, pero se dieron instrucciones para acabar el edificio en tiempo récord. En turnos ininterrumpidos de 24 horas, se completó en diciséis meses y fue inaugurado el 15 de enero de 1943. Cumplió ayer 75 años, cuatro días antes de que se estrene en España 'Los archivos del Pentágono', la película de Steven Spielberg que narra uno de los escándalos generados en el centro del poder militar estadounidense: las revelaciones de los diarios 'The Washington Post' y 'The New York Times' que, en junio de 1971, difundieron unos documentos secretos que demostraban que los gobiernos de Kennedy y el de Johnson engañaron a la opinión pública sobre la Guerra de Vietnam al asegurar que se estaba procediendo a una salida del conflicto cuando en realidad preparaban una escalada.
El más grande del mundo
Situado en el condado de Arlington (Virginia), a un paso de Washington DC, tres teorías explican su inconfundible silueta. Una señala que está inspirada en las antiguas fortalezas. Otra hace referencia a las cinco ramas de las Fuerzas Armadas de EE UU (Armada, Cuerpo de Marines, la Guardia Costera, la Fuerza Aérea y el Ejército). Y la tercera, que el edificio se iba a situar en un solar con esa forma irregular, y que el diseño se mantuvo al cambiar su ubicación.
Sea como fuera, el Pentágono sigue siendo el edificio de oficinas más grande del mundo, con una superficie de 600.000 metros cuadrados. Y el cinco es en él un número recurrente: cuenta con cinco pisos de altura (dos bajo tierra), cinco fachadas de 280 metros de longitud cada una y cinco anillos de pasillos interiores conectados por otros diez en forma de radio, para un total de 28,16 kilómetros de pasillos. Pese a ello, se diseñó para que se tarde un máximo de siete minutos en recorrer a pie la mayor distancia posible.
El cuartel general de la Defensa estadounidense es una pequeña ciudad. En ella trabajan unos 23.000 empleados militares y civiles y cerca de 3.000 miembros más de personal de apoyo. Dispone de centro comercial, parada de metro, aparcamiento para casi 9.000 vehículos, 284 baños, una decena de bares y cafeterías, su propio departamento de Bomberos y Policía, sistema de alcantarillado, helipuerto, búnkers... Desde sus oficinas se efectúan a diario 200.000 llamadas telefónicas y la biblioteca cuenta con 300.000 publicaciones y 1.700 periódicos en diversas lenguas.
Auditoría por 730 millones
En su interior se han concebido todo tipo de operaciones militares, dirigidas a acabar no solo con grupos terroristas, como sucede ahora con el Estado Islámico, sino generalmente con regímenes extranjeros considerados incómodos. Así ha ocurrido en la Guerra del Golfo, en Irán, en Irak y, más antiguamente, en la invasión de Panamá en 1989 o en la fracasada en la bahía cubana de Cochinos en 1961, en la Guerra de Vietnam o en el golpe de Estado en Chile del 11 de septiembre (otra vez la misma fecha) de 1973. En este caso no hubo una actuación militar directa de tropas estadounidenses, aunque tanto el Pentágono como la CIA colaboraron en la preparación del operativo que derrocó al gobierno izquierdista de Salvador Allende.
Intervenir en tantas acciones en todo el globo requiere un gigantesco poderío militar, y este, a su vez, un músculo económico a su altura. El Departamento de Defensa asentado en el Pentágono contará este año con un presupuesto de 700.000 millones de dólares, unos 570.000 millones de euros, según el decreto firmado hace un mes por el presidente Donald Trump. «Necesitamos a nuestras Fuerzas Armadas. Tienen que ser perfectas porque solo cuando los buenos son fuertes la paz prevalecerá», declaró el mandatario para justificar el incremento del 9,27% sobre la partida del año anterior. Esa sideral capacidad de gasto no tiene parangón. Le siguen China, con una cifra cuatro veces inferior, Rusia y Gran Bretaña (doce veces menos), y Japón y Francia, con aproximadamente 45.000 millones de euros. España ha dedicado a Defensa 7.570 millones en los últimos Presupuestos Generales, que en su conjunto han sumado 340.000 millones, muy lejos de la opulencia específica de las Fuerzas Armadas de EE UU.
Aún así, este año será, si no hay marcha atrás, el primero en que el Pentágono pase una auditoría. A partir de 1996, todas las agencias federales estaban obligadas por ley a realizar revisiones financieras periódicas. Sin embargo, el organismo militar nunca ha cumplido esa máxima. La constancia de que no se ha podido comprobar el destino de unos cinco billones (con 'b') de euros en las últimas décadas es lo que ha inclinado al propio departamento a someterse por fin a esa inspección. Dedicará a ello más de 900 millones de dólares (730 millones de euros) y contratará a 1.200 expertos para realizar 24 auditorías separadas, con el fin de «optimizar las cuentas y detectar problemas financieros».
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