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El misterio del preso desconocido de Sevilla: sin DNI, sordomudo, sin amigos ni familia

El misterio del preso desconocido de Sevilla: sin DNI, sordomudo, sin amigos ni familia

Cáritas, con la ayuda de la abogada Vanesa Medrano, había empezado los trámites para intentar documentar a este hombre. El tiempo a su lado permitió empezar a entender algo de su 'lenguaje' de ruidos y aspavientos

FERNANDO MIÑANA

Lunes, 30 de abril 2018, 00:37

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El barrio de Triana ha sido elegido por 'Lonely Planet' como el mejor destino urbano para 2018. Pero no todo son las fachadas de colores de la calle Betis reflejadas en las aguas serenas del Guadalquivir. También hay miseria. Como el día que unos voluntarios de Cáritas llevaron hasta el Centro Amigo del barrio a un hombre que encontraron en la calle. Sin techo. Sin saber hablar. Ni escribir. Ni leer. Estaba solo. Sin nada. Sin familia. Sin amigos. Sin un DNI. Un cuerpo y un alma. Nada más. Su vida era tan miserable que, por no tener, no tenía ni nombre.

Cáritas le dio cobijo, comida y cariño. Primero en el centro de día y, después, cuando cogió confianza y afecto, quién sabe si la peor de sus carencias, se instaló en la residencia. Allí descubrieron que este hombre de entre 45 y 50 años era sordo de nacimiento. O sea, sordomudo. Y que iba indocumentado, algo no muy extraño en los indigentes. Se comunicaba por ruidos y gestos torpes.

«Al mes de estar aquí, vino la Policía a por él y se lo llevó a cumplir una condena», explica Mariano Pérez de Ayala, director de Cáritas Diocesana de Sevilla. Fue entonces cuando se llevaron la mayor sorpresa de todas. «No tiene documentación y a pesar de eso ha sido condenado, que nosotros sepamos, en cinco causas diferentes con cinco DNI diferentes. Es tan absurdo que uno de esos cinco era de una mujer. Y luego los procedimientos judiciales aparecían como leídos y conformes, cuando eso es imposible».

Ninguna de sus condenas -como mínimo lleva entrando y saliendo de la cárcel desde 1991- ha sido por robo con violencia. «Todo fueron pequeños hurtos. Chatarra, cables, cosillas de esas», advierte Mariano. Robar para comer. No había otra salida para un solitario sin familia ni ingresos, que no puede hablar, leer ni escribir, que no sabe comunicarse. Era eso o morirse de hambre. «Lo triste de este asunto es que este hombre es inexistente para la Administración pero no para el sistema judicial o penitenciario. Es decir, ha sufrido el lado más severo del sistema pero, en cambio, no ha podido beneficiarse del más positivo porque, como está indocumentado, no puede cobrar ninguna prestación ni ayuda».

¿José María Carbonell?

Cáritas, con la ayuda de la abogada Vanesa Medrano, había empezado los trámites para intentar documentar a este hombre. El tiempo a su lado permitió empezar a entender algo de su 'lenguaje' de ruidos y aspavientos, y, de paso, crear unos lazos afectivos que permitieron descubrir a un hombre «cariñoso y sin resentimiento por la vida que le ha tocado vivir». Este trato y las primeras pesquisas permitieron averiguar que es muy probable que su nombre sea José María Carbonell. «En las causas que tiene sí que aparece en la instrucción como José María Carbonell», añade Mariano.

El director de Cáritas Sevilla entra en un terreno en el que dicen más los silencios que las evasivas. Mide sus palabras pero concede que el hombre responde cuando le llaman José María y que les ha comunicado que su madre ya murió. Al parecer le quedan varios hermanos, pero todos se desentendieron del más desgraciado, el que no podía oír ni hablar, el que era un estorbo. Pero en la conversación trasciende que en Sevilla hay una familia, los Carbonell, bastante conocida en el ámbito judicial y que parece estar marcada por la droga. Pero hay que ir con pies de plomo. «No es fácil entrar en ese mundo», explica finalmente Mariano en un susurro.

José María está desde enero en la cárcel, en la prisión de Sevilla II, en Morón de la Frontera. Nueve meses de condena. Saldrá en septiembre y en la puerta le esperarán los voluntarios de Cáritas que estas semanas no han dejado de visitarle y darle cariño.

Entonces confían en acabar con esta cadena de sentencias anómalas. Desde Cáritas no entienden que sea condenado un indocumentado y que nadie le haya echado una mano jamás. O que nadie, en ninguna de sus numerosas estancias en los centros penitenciarios, haya tenido la compasión de enseñarle el lenguaje de signos.

Mariano Pérez de Ayala transmite que su protegido no esconde rencor. La crueldad de la vida ha sido incapaz de doblegarle. Y cuando habla de él, quién sabe si de José María Carbonell o de cualquier otro desdichado, le viene a la cabeza 'Los nadies', el poema de Eduardo Galdeano: «Sueñan las pulgas con comprarse un perro / y sueñan los nadies con salir de pobres, / que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, / que llueva a cántaros la buena suerte; / pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, / ni mañana, ni nunca, / ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, / por mucho que los nadies la llamen...».

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