La máquina que convierte un garabato en una obra de arte
Vincent es una máquina que convierte un garabato en una obra de arte. Ha llegado la inteligencia artificial, capaz de reconstruir imágenes borrosas, identificar géneros musicales...
ANTONIO PANIAGUA
Martes, 2 de octubre 2018, 00:41
Deslice un lápiz óptico en la pantalla, haga un garabato y observe lo que ocurre. En menos de un segundo la máquina convertirá su monigote ... en un cuadro totalmente acabado con reminiscencias de Dalí, Monet, Tàpies, Picasso o cualquier genio del arte que se le ocurra. Y todo a partir de un trazo esquemático hecho por un profano en las bellas artes. ¿Magia? Ni mucho menos, es pura inteligencia artificial. Las compañías tecnológicas Cambridge Consultants, Netapp y Nvidia se han unido para desarrollar estas y otras aplicaciones basadas en el aprendizaje profundo, es decir, el que busca que la máquina aprenda por sí misma. Gracias a las ciencias de la computación, la tecnología trata de emular a la mente humana. El objetivo final es que el robot tome sus propias decisiones.
Cuando un bebé se cae por primera vez, no sabe qué postura adoptar para amortiguar el golpe. Al segundo contratiempo, el neonato se anticipará al trastazo y evitará hacerse el menor daño posible. La criatura ha aprendido a base de repeticiones. Y es que el ser humano adquiere destrezas a partir de ensayos y errores valiéndose de la experiencia acumulada, que a la postre es una enorme base de datos. Lo mismo hace el aprendizaje profundo: usa algoritmos para medir secuencias repetitivas. Así, la máquina podrá predecir acontecimientos y actuar en consecuencia. No se olvide que los ordenadores no tienen muchas luces, son extremadamente tontos, pero también extremadamente rápidos. Son capaces de hacer miles de evaluaciones exprés y con ello simular lo que llamamos inteligencia.
Al igual que con la pintura, la inteligencia artificial puede aplicarse al campo de la música, la reconstrucción de imágenes y cualquier otro ámbito. La revolución está a la vuelta de la esquina. Las herramientas que ahora se investigan se podrán implementar en la industria, las finanzas, el entretenimiento, los medios de comunicación, el comercio, la venta al por menor y el transporte, incluido el coche autónomo.
«La inteligencia artificial es la nueva electricidad. Es una gran explosión»
El aparente prodigio de que un boceto mude en un lienzo (digital) ha sido presentado recientemente en el parque tecnológico de Cambridge. El proyecto ha sido bautizado con el nombre de Vincent, en homenaje al pintor posimpresionista. Miles de pinturas, desde el Renacimiento hasta el arte actual, están registradas en la memoria del programa. Cualquier esbozo -una casa, un barco, un pájaro- es sometido a análisis de contraste, color y textura. La máquina combina toda la información, de manera que los datos se ajustan a lo que tenía en mente el pintamonas, y la tecnología rellena los huecos dejados por el hombre.
Resultados impensables
El sedicente artista puede elegir un filtro que le permita que sus trazos pasen por cubistas, impresionistas, barrocos o renacentistas, según cuenta a este periódico Luke Smith, ingeniero de Machine Learning de Cambridge Consultants. Más allá del asombro que suscita contemplar en directo estos avances, todavía en fase de ensayo, los dirigentes de las multinacionales alegan que los resultados eran impensables hace apenas un año.
El ojo humano es falible. Pero ahí está el prototipo DeepRay para intentar remediarlo. La herramienta recompone imágenes distorsionadas, figuras que aparecen difuminadas por el humo, un cristal deformante o cualquier otro elemento. Imaginemos los galimatías en que andan metidos los investigadores de la serie policiaca CSI. Encuentran una foto de un sospechoso de pésima calidad, hecha desde cientos de metros. Pero eso no es obstáculo para los sabuesos. En un pis pas amplían la imagen e identifican la cara del fulano. Hoy tal cosa es imposible, pero conforme DeepRay vaya afinando su funcionamiento se podría lograr. DeepRay hubiera sido utilísimo para verificar el estado del 'Prestige' cuando se hundió frente a las costas de Galicia. Las estampas borrosas y las aguas turbias se trasformarían en líneas más definidas.
Otro ejemplo más. En la pantalla aparece un camaleón. Su contorno es difuso, pero la máquina 'restaura' la estampa y recompone la cresta del animal. El siguiente paso que espera a los tecnólogos es aplicar estos progresos al sentido del oído.
Y a todo esto, ¿puede una máquina tener oído musical? La herramienta The Aficionado clasifica en tiempo real la música de un piano. Y lo hace venciendo con ventaja los códigos clásicos de software introducidos manualmente. La aplicación logra identificar géneros diversos y poco escuchados, como el clásico, el barroco, el jazz y el ragtime, con más precisión que los algoritmos al uso. A The Aficionado se le puede encomendar la misión de identificar fallos en redes de telecomunicaciones.
El aprendizaje profundo también se ha empleado para entrenar a un sistema de inteligencia artificial con el fin de que juegue al Comecocos. Los investigadores no le han dado reglas a la máquina. Se limitan a observar cómo se desenvuelve y qué elecciones hace.
Como dice Carlo Ruiz, responsable de Negocio de la plataforma DGX de Nvidia, la inteligencia artificial cambiará tanto nuestras vidas «como hizo la electricidad» a finales del siglo XIX. «Con la inteligencia artificial está ocurriendo una gran explosión. Todo se mueve a un ritmo muy rápido», sostiene Ruiz.
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