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Un veterinario opera a un halcón anestesiado en un quirófano del hospital. REUTERS
Un hospital para halcones

Un hospital para halcones

El hospital Falcon de Abu Dabi es el más grande del mundo para tratar a estas aves: tiene sala de vuelo, quirófanos, 200 habitaciones climatizadas...

ISABEL IBÁÑEZ

Lunes, 13 de mayo 2019, 08:40

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En Emiratos Árabes Unidos sienten más que pasión por los halcones, un símbolo nacional que aparece majestuoso en todos sus billetes. Para hacerse una idea, cuentan con pasaporte que hay que sellar cada vez que viajan, y en las aerolíneas nacionales pueden ocupar su propio asiento. No es de extrañar que aquí se encuentre el mayor hospital del mundo dedicado a estas aves rapaces, criaturas preciosas a las que miman como a niños. Se encuentra cerca del aeropuerto de Abu Dabi, uno de los siete emiratos, y está dirigido por una mujer, la alemana Margit Gabriele Muller, 20 años cuidando de estos pájaros desde su inauguración en 1999. Es una eminencia, miles de halcones han pasado por sus manos, expertas no solo en tratar a estos animales, sino también a sus angustiados amos: «Los halcones son parte de la familia, los propietarios los consideran y tratan como a sus hijos e hijas, ocupan un lugar especial en los hogares y hasta en sus coches», contesta la doctora a este periódico.

Tan apegados están a sus halcones que, agobiados por sus aves accidentadas, los propietarios aguardan en la recepción a que finalice la cirugía de emergencia, «incluso varias horas durante la noche, únicamente por ver a su halcón despertar de la anestesia», explica Muller. «Sólo entonces se sienten lo suficientemente aliviados como para volver a casa». Muchos se plantan en el hospital al más mínimo síntoma, sea un estornudo o un leve vómito.

En este centro promovido por la Agencia de Medio Ambiente del emirato reciben anualmente unos 11.000 halcones, entre exámenes rutinarios y citas para tratamientos de enfermedades, atendidos por una plantilla de 120 personas de 16 nacionalidades diferentes. Una gran parte de las aves, unas diez por semana, llegan de la vecina Arabia Saudí, también de Kuwait y Bahrein, muchas a bordo de jets privados cuyos dueños son jeques aficionados a la cetrería que confían en la experiencia de Muller. Todo por verles de nuevo surcar el cielo a velocidades que alcanzan los 350 kilómetros por hora al lanzarse en picado.

Marcada por un periquito

Su apego a un periquito, siendo niña, marcó la trayectoria vital de la directora del centro. Más tarde, ese amor por las aves se canalizó a través de estudios de medicina veterinaria que la llevaron a un doctorado sobre los halcones. «Siempre los he encontrado fascinantes. Cuando entré en contacto con ellos mientras estudiaba la carrera, me sentí tan atraída que ya no pude escapar. La mirada de sus hermosos y grandes ojos negros es como la magia. Son un gran desafío para mí como veterinaria, ya que son pacientes muy delicados y sensibles».

La directora exhibe orgullosa la reputación internacional del hospital de halcones más grande del mundo, con sus quirófanos y sus 200 habitaciones individuales climatizadas para alojar a los pájaros, a veces durante meses. Muchos llegan enfermos, sin poder ni comer, otros han sido golpeados accidentalmente por un automóvil, atacados por otro ave de presa, heridos al chocar con el tendido eléctrico... A menudo tienen que ser mantenidos en la unidad de cuidados intensivos o requieren cirugías de emergencia. Luego están las infecciones bacterianas contraídas por los halcones al morder a su presa. La doctora presume de haber avanzado en materia de prevención al haber conseguido educar a los cetreros para traer a sus halcones al hospital a realizar exámenes de rutina con vistas a mantenerlos saludables. Al menos el 60% de las citas son para chequeos preventivos.

Muller recuerda muy bien el caso de un halcón peregrino atropellado por un vehículo: «Estaba gravemente herido en el área de la cabeza, el cuello y los hombros cuando me lo trajeron al hospital. Después de una cirugía de emergencia de tres horas, de otras seis cirugías mayores y de una serie de tratamientos para curar sus heridas, el halcón se recuperó y se lo pudimos devolver al propietario. Estaba tan feliz de tener a su 'bebé' de regreso que comenzó a llorar en cuanto lo vio. Estaba tan conmovido por que pudiera recuperarlo de sus graves lesiones... Fueron juntos a cazar de nuevo y el halcón se comportó como antes de su accidente».

Sesión de 'manicura'

La doctora Muller, autora del libro 'Manual práctico de cría y medicina de halcones', se ha topado con casos difíciles de verdad, pero asegura que, hasta ahora, todos han sido atendidos con éxito. «Cuanto más difícil sea el caso y más sufran los halcones por una lesión o enfermedad, más me apego a ellos. Y no hay palabras para describir cuánto luchan estos seres por su supervivencia y cómo llegan a comunicar su necesidad de ayuda a través de sus ojos».

La situación más compleja tuvo como protagonista a un halcón que se rompió la pata muy cerca de la articulación de la cadera. «Pensé al principio que la cirugía podría no ser exitosa, ya que el hueso se fracturó en muchos pedazos afilados. Fueron cuatro horas en la mesa de operaciones, durante las cuales tuve que perforar los huesos y fijarlos con un alambre de acero alrededor. La intervención fue extremadamente difícil, ya que el nervio isquiático recorre este área y cualquier daño conduce a la parálisis de la pata. Sin embargo, salió bien, y después de una recuperación de cuatro semanas y fisioterapia, el halcón pudo cazar nuevamente».

Hasta este lugar peregrinan también turistas de todo el mundo atraídos por la posibilidad de ver de cerca a estos animales, que aguardan el turno de ser atendidos en la sala de espera, con la capucha para mantenerlos tranquilos e inmóviles. Incluso se les permite hacerse fotos con un ave en la mano, protegidos por el guante cetrero. Pueden verlos evolucionar libremente dentro de la gran pajarera que utilizan para ejercitarlos después de sus tratamientos o en el proceso de recuperación de alguna enfermedad. Y asistir a una sesión de 'manicura' para comprobar la delicadeza con la que liman sus garras. También a la reparación de sus plumas: «Se produce una sustitución cíclica y mientras les salen las nuevas pueden quedar ingresados hasta más de seis meses», detalla Muller. Dicen de ella que es una mujer inusual con un trabajo inusual. Acude siempre que la necesitan, incluso en mitad de la noche. Así, es lógico su apodo: 'la susurradora de halcones'.

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