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A. CORBILLÓN
Domingo, 27 de mayo 2018, 02:33
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Australia ha puesto en marcha la máquina del tiempo de la vida silvestre. La colonización europea de los siglos XVIII y XIX, con sus animales domésticos y sus granjas, supuso una carnicería ecológica que se llevó por delante más de treinta especies autóctonas. La más invasiva fue el gato. Asilvestrado por las llanuras australes, depredan especies como si fueran una plaga de langostas. El Australian Wildlife Conservancy (AWC) ha decidido aplicar un método 'estilo Donald Trump' para revertir la situación. Una valla electrificada de 44 kilómetros, la más larga del mundo, bordea ya el santuario de vida silvestre de Newhaven (centro del país), que ocupa 94 kilómetros cuadrados. Es la mayor área libre de gatos salvajes de Australia. «Los 50 o 60 felinos que quedan en la zona se comen más de 70.000 animales nativos al año», advierte el director ejecutivo de AWC, Atticus Fleming. La limpieza gatuna permitirá repoblar especies ancestrales como el bilby, el numbat o el mala. La mayoría son marsupiales carnívoros del tamaño de un gato, que suelen ser sus presas.
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