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Las feministas se quejan de que «todo se hace a la medida del hombre»: de coches a móviles

Las feministas se quejan de que «todo se hace a la medida del hombre»: de coches a móviles

Las feministas se quejan de que el mundo se ajusta como un guante a los varones y obvia a las mujeres. Los móviles, los coches, los muñecos de prueba, el aire acondicionado y los ensayos clínicos usan el 'patrón hombre'. «Hay androcentrismo»

INÉS GALLASTEGUI

Martes, 2 de octubre 2018, 00:40

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Cuando Protágoras de Abdera dijo aquello de que «el hombre es la medida de todas las cosas» no estaba pensando en el iPhone, los chalecos antibalas ni el aire acondicionado. Corría el siglo V antes de nuestra era cuando el aclamado sofista griego observó que el mundo que nos rodea no es uno solo, absoluto, sino tantos como miradas existen. Y posiblemente cuando hablaba del 'hombre' se refería a la especie humana, en general, y no al macho en particular. Casi 2.500 años después, su famosa frase cobra un nuevo sentido: el movimiento feminista denuncia que muchos productos y servicios están diseñados como un traje a medida para el varón y olvidan las diferencias biológicas entre ambos sexos. Los ejemplos más recientes: el último modelo de móvil de Apple es demasiado grande para ser manejado por manos femeninas, algunas agentes de la Guardia Civil critican que el pecho no les cabe en el dispositivo de protección y la climatización de las oficinas se regula pensando en cuerpos rebosantes de testosterona. «Sigue habiendo androcentrismo», afirma la catedrática de Filosofía de la Ciencia Eulalia Pérez Sedeño.

Según el discurso feminista, nuestra sociedad está diseñada por y para el hombre, que ha sido siempre el sujeto de la historia y ha relegado a las mujeres a un papel marginal donde solo se valoraban sus funciones sexuales y reproductivas. Pero la igualdad pasa por reconocer las diferencias biológicas entre ambos sexos, que van más allá de la evidente diversidad de los órganos genitales.

Si nos ceñimos solo al cuerpo, una de las diferencias sexuales más evidentes es el tamaño: frente a la mayoría de los insectos, reptiles, anfibios y aves rapaces, los mamíferos macho suelen ser más grandes que las hembras. En España los varones miden una media de 1,76 m y las mujeres, 1,63 y, en cuanto al peso, el promedio masculino es entre 13 y 17 kilos mayor, según la edad.

Los hombres tienen las manos (y los pies) más grandes que las hembras. Un dato que Apple olvidó en el diseño del iPhone XS Max, cuya pantalla mide 6,5 pulgadas (16,5 centímetros). «Las mujeres compramos móviles. De hecho, compramos más iPhones que los hombres. ¡Diseñad para nuestros cuerpos!», gritó hace dos semanas en Twitter la activista británica Caroline Criado-Perez, que considera una desfachatez que, además, la compañía haya descatalogado su modelo más pequeño, el de 4 pulgadas. «Hasta que compañías como Apple no tengan mujeres en puestos directivos, nuestras necesidades serán secundarias», criticó Sophie Walker, líder del partido Women's Equality.

Pocos días antes se había producido una denuncia de más enjundia. El equipo de la aspirante en las primarias demócratas de Nueva York, la exactriz Cynthia Nixon (Miranda en 'Sexo en Nueva York'), pidió a los organizadores de su debate con el gobernador, Andrew Cuomo, que la temperatura del salón de actos de la Universidad Hofstra se fijara en 76º Fahrenheit (24,4º Celsius).

Aunque Cuomo es famoso por dejar azules de frío a quienes asisten a sus mítines, la demanda no habría tenido mayor eco si no hubiera incluido una acusación sorprendente: el aire acondicionado es «sexista» porque se regula de acuerdo al nivel de confort de los hombres. Aquello desató todo tipo de chanzas en los medios y las redes -y sí, apareció la palabra «feminazi»- pero lo cierto es que esa afirmación tan chocante está respaldada por la ciencia. Los investigadores holandeses Boris Kingma y Wouter van Marken revelaron en 2015 que la climatización de interiores está basada en un modelo que se estableció en los años sesenta tomando como valor estándar el metabolismo de un varón de 40 años y 70 kilos, que puede ser hasta un 35% mayor al de la mujer promedio. Ellas se sienten más cómodas a unos 25º y ellos, a 22º. La batalla por el termostato suele ser una 'guerra de los sexos'.

Hay una explicación biológica y dos sociales. Por un lado, la cantidad y la distribución de la grasa en el cuerpo femenino son distintas, lo que hace que las mujeres sientan frío antes. «Las células de la grasa producen menos calor que las del músculo», afirma Kingma. Por otro, cualquiera que haya estado en Estados Unidos sabe que las temperaturas en locales públicos son polares en verano (y tropicales en invierno). Y además el código de vestimenta en el mundo de los negocios exige que los hombres vistan traje y corbata cada día del año, sin importar la temperatura exterior, mientras que las mujeres ajustan su vestuario a las estaciones. Aparte de ser menos discriminatorio, sugieren los científicos neerlandeses, subir la temperatura es más barato y más respetuoso con el planeta.

Como hay hombres frioleros y de manos delicadas, es posible que estas características típicas de las féminas pasen desapercibidas a observadores poco perspicaces. ¿Pero los pechos? La cabo primera de la Guardia Civil de Cantabria Pilar Vilarcorta denunció a su mando por ajustarle un chaleco antibalas de hombre aprisionándole el busto en unas prácticas de tiro. El juez togado militar, lejos de apreciar discriminación o abuso de autoridad en aquel gesto, la ha sancionado a ella con un mes sin empleo y sueldo por espetar a su jefe: «Mi coronel, ¿usted estaría cómodo con un tanga?».

Mates y ascensores

Hay más ejemplos de que el patrón del mundo es casi siempre masculino. Las canastas de baloncesto están situadas a 10 pies (3,05 m) de altura, lo que resta espectacularidad al basket femenino: hasta 2002 no hubo un mate en la WNBA. En los ascensores la carga máxima se calcula considerando que cada persona pesa como media 75 kilos, lo que se acerca más al promedio masculino.

Muchos coches están diseñados para conductores altos y, por más que una ajuste el asiento, ni ve bien por encima del volante ni puede apoyarse en el reposacabezas. Aún peor: los muñecos de pruebas de accidentes simulados que usa la industria automovilística son 'chicos', de modo que las medidas de seguridad de los coches no se diseñan pensando en los cuerpos habitualmente más pequeños y ligeros de las pasajeras. Según la doctora Elisabeth Pollitzer, las féminas tienen un riesgo un 50% más alto de resultar heridas en un choque. Un equipo sueco diseñó en 2013 el primer 'test dummy' femenino.

Pero quizá sea en el campo de la salud donde la aparente invisibilidad de los rasgos femeninos puede tener consecuencias más graves. Un ejemplo clásico es el del infarto: junto al dolor agudo en el pecho y en un brazo, en las mujeres esta dolencia cardiaca se manifiesta a menudo con otros síntomas menos conocidos, como malestar en el estómago, la mandíbula o la espalda, náuseas, vómitos, fatiga y sudor frío. El hecho de que estas señales no sean reconocidas hace que las mujeres o sus allegados tarden más en acudir a urgencias. Resultado: un 52% de afectadas muere antes de llegar al hospital, frente a un 42% de afectados.

La profesora de investigación en el Instituto de Filosofìa del CSIC Eulalia Pérez Sedeño recuerda en el libro 'Las 'mentiras' científicas sobre las mujeres' (ed. Catarata, escrito junto a la psicóloga S. García Dauder) que hasta los años noventa muchos ensayos clínicos de medicamentos se realizaban exclusivamente con sujetos masculinos. «Se pensaba que podían quedar distorsionados por las hormonas femeninas o dañar futuros embarazos -resalta la catedrática-. Aunque desde hace años las agencias de salud ya recomiendan incluir en los ensayos a ambos sexos, se han hecho estudios recientes y la mayoría de los sujetos siguen siendo varones. Es muy peligroso que fármacos como los antidepresivos se prueben solo en hombres y después se receten a mujeres, incluso embarazadas».

El sesgo machista no siempre perjudica a las mujeres, alerta la investigadora: por ejemplo, se presta poca atención a la prevención de la osteoporosis en varones, porque tradicionalmente se ha considerado una dolencia de señoras, a pesar de que uno de cada cinco ancianos sufre fracturas óseas por su causa.

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