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Tanitoluwa Adewumi, Tani, multiplica por diez la capacidad de sus competidores medios para elaborar estrategias sobre el tablero.
El niño de 8 años que deslumbra al mundo ante un tablero

El niño de 8 años que deslumbra al mundo ante un tablero

Tani llegó a EE UU con su familia desde Nigeria huyendo de Boko Haram. A sus 8 años, nunca había movido un peón, pero en unos meses se ha coronado campeón de ajedrez de Nueva York. Ahora tiene casa, abogados gratis y hasta ofertas para rodar una película

IRMA CUESTA

Sábado, 13 de abril 2019, 09:36

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En 2017, la familia de Tanitoluwa Adewumi, Tani (8 años), el protagonista de esta historia, dejó el norte de Nigeria soñando con rehacer sus vidas al otro lado del Atlántico. Huyendo de la amenaza de Boko Haram, el sanguinario grupo terrorista activo en el país desde hace más de una década, llegaron a Nueva York hace poco más de un año con una maleta de llena de esperanza y nada en los bolsillos. Cristianos practicantes, fiaron su suerte a Dios sin saber que el destino incierto de un éxodo tan penoso acabaría deparándoles una jugada magistral.

A la espera de que las autoridades norteamericanas les concedieran asilo político, se instalaron en un refugio de Harlem para personas sin hogar. Hasta aquí, el mismo guion del común de los inmigrantes del tercer mundo. Los Adewumi enviaron a sus dos hijos a la escuela de primaria local. Tani se cruzó allí con Shawn Martínez, un profesor de matemáticas empeñado en enseñar a sus alumnos el arte que hizo grande a Gari Kasparov. El maestro fue el primero en advertir que aquel chico tan despierto tenía el talento y el entusiasmo que forjan a los campeones. Le convenció para acudir a la escuela de ajedrez del barrio. El resto, según el propio Martínez, «describe una de esas historias que refuerzan la imagen de la ciudad de los rascacielos como lugar de refugio que invita a soñar con un futuro mejor, más próspero».

El caso es que, hace unos días, solo un año después de haber movido por el tablero su primer peón, Tani se ha coronado vencedor del campeonato anual de ajedrez del Estado de Nueva York en su categoría, imponiéndose en cinco de las seis rondas que disputó. En la que no ganó, firmó tablas.

La familia Adewumi ocupaba un hogar para refugiados sin recursos en Harlem «Tú ejemplificas un espíritu ganador, en el ajedrez y en la vida», le escribió Bill Clinton

Según su mentor, Tani multiplica por diez la capacidad media de un competidor de su edad para elaborar estrategias en una partida. Russell Makofsky, el supervisor de la escuela en la que ha dado sus primeros pasos como ajedrecista, asegura que jamás ha visto algo así. «Llegar a este nivel en tan poco tiempo, escalar una montaña y ser el mejor de los mejores sin recursos familiares...», comenta, con la misma admiración expresada por Bill Clinton. «Los refugiados enriquecen nuestro país y el talento es universal, incluso si no hay oportunidades», escribió en un tuit el expresidente de Estados Unidos, que finaliza su mensaje invitando al pequeño y a su familia a visitarle en su oficina de Harlem: «Esta historia me ha hecho sonreír -le agradece-. Tanitoluwa, tú ejemplificas un espíritu ganador, en ajedrez y en la vida misma. Felicito a tus luchadores padres. Me encantaría conoceros».

Una familia emprendedora

Mientras Tani planeaba su jaque mate a la probreza y la incertidumbre, Kayode, su padre, repartía su tiempo entre dos trabajos: vendedor inmobiliario, después de sacarse la licencia, y conductor de un coche de alquiler para Uber. Fueron meses en los que Oluwatoyin, su madre, se dedicó a perfecionar el inglés y estudiar para convertirse en asistente de salud en el hogar. Una familia emprendedora.

'The New York Times' reparó en ellos y publicó un amplio reportaje en sus páginas. Lo demás vino rodado. GoFundMe puso en marcha una iniciativa popular que recaudó cerca de 180.000 euros para la familia; media docena de lectores les ofrecieron alojamiento digno; bufetes de abogados especializados en inmigración se han puesto a su disposición de forma gratuita para regularizar su situación en el país; varios colegios privados pugnan por sentar a Tani en sus aulas; tres compañías cinematográficas compiten por hacerse con los derechos para rodar la sorprendente historia...

La familia ha optado por una de las ofertas de alojamiento más prácticas. Y modestas: un donante anónimo les ha pagado un año de alquiler en un apartamento de dos habitaciones cerca de la escuela a la que van -y todo apunta a que seguirán yendo- los niños. El apartamento es «limpio, cómodo, está recién pintado y los Adewumi están como locos con su nueva cocina», dicen fuentes de su entorno.

Tampoco el dinero que se avecina parece trastocar el buen sentido de la familia nigeriana. Mientras deciden la orientación de sus futuras inversiones, ya han anunciado que el 10% de sus ingresos lo donarán a la iglesia que les ayudó a encontrar el primer cobijo en su aventura americana. Quieren también crear cuanto antes una fundación con el nombre de Tanitoluwa Adewumi para ayudar a salir de la desventura a inmigrantes africanos. Tani, ajeno a la que ha liado, se prepara para competir el próximo mes de mayo en el campeonato nacional.

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