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Manifestantes reclaman en Bruselas la prohibición de los glifosatos. EFE
Polémica por el herbicida "que es cancerígeno" y está en alimentos, agua, aire y orina humana

Polémica por el herbicida "que es cancerígeno" y está en alimentos, agua, aire y orina humana

La Unión Europea prorroga por cinco años la licencia para emplear glifosatos, una sustancia cuestionada por los ecologistas y utilizada por agricultores de todo el mundo

JAVIER GUILLENEA

Miércoles, 29 de noviembre 2017, 01:16

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La Unión Europea aprobó ayer la renovación de la licencia del herbicida glifosato durante un periodo de cinco años. Un total de 18 países, entre ellos España, votaron a favor de esta medida, que es defendida por las principales asociaciones de agricultores del continente, y nueve se mostraron en contra, en sintonía con las organizaciones ecologistas, que reclaman la prohibición de una sustancia que, mantienen, perjudica seriamente la salud.

El glifosato, descubierto hace cuarenta años y comercializado inicialmente por la multinacional Monsanto, es el herbicida más utilizado en el mundo. También en Europa, donde la venta de los productos que lo contienen supone alrededor de mil millones de euros anuales. En España, donde es igualmente el más utilizado, se emplean al año más de 3.000 toneladas.

La decisión adoptada por la UE supone un revés para las organizaciones ecologistas y para la denominada Iniciativa Ciudadana Europea, un movimiento que ha logrado reunir más de un millón de firmas en toda Europa a favor de prohibir el glifosato. Los promotores de esta movilización esgrimen que existe «un amplio consenso científico» que apunta a que esta sustancia es tóxica y que, entre otros muchos efectos probados, es cancerígena.

En realidad, el consenso no es tal. Lo que hay es una variada colección de estudios de todo tipo sobre las bondades y maldades del glifosato, que se ha convertido en uno más de los campos de batalla en el que habitualmente se enfrentan los colectivos ecologistas y la comunidad científica. Todo ello, como siempre que aparece el nombre de Monsanto en un asunto, entre acusaciones de sobornos de por medio.

El conflicto se desató en 2015. Ese año, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) publicó un estudio en el que sostenía que no hay evidencia de que el glifosato sea tóxico o potencialmente cancerígeno. Por las mismas fechas, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) incluyó el herbicida en el grupo 2A, un listado de productos potencialmente cancerígenos, junto con actividades como trabajar en una freiduría o en una peluquería o el consumo de hierba mate muy caliente y la carne roja. Pese a que nadie exigió el cierre de las peluquerías, no ocurrió lo mismo con el glifosato, que ha dejado de utilizarse en algunas ciudades europeas, entre ellas Madrid, y se ha convertido en una bestia negra para los grupos ecologistas.

«En todas partes»

Luis Ferreirim, responsable de agricultura de Greenpeace España, calificó ayer de «lamentable» que los países que integran la UE «hayan traicionado la confianza» que los ciudadanos depositan en ellos y haya optado por «ignorar las advertencias de los científicos». En declaraciones a este periódico, Ferreirim aseguró que «se han encontrado restos de este herbicida en una amplia gama de alimentos, en el agua, aire y la orina humana». «Su presencia en nuestro día a día -recalcó- no solo afecta al medio ambiente, sino que es cancerígena para los seres humanos, perjudica al sistema endocrino y es tóxica para el sistema reproductor masculino».

Rosa Porcel, investigadora en Genética de plantas de la Universidad Politécnica de Valencia, recuerda, por el contrario, que el glifosato se ha usado durante cuarenta años «sin que se haya demostrado que tiene efectos perjudiciales en los seres humanos». Se trata de un herbicida, añade, que «se biodegrada en 22 días», por lo que no tiene efectos acumulativos. «Las plantas lo absorben por la hoja, no por las raíces, por lo que no permanece en el suelo; no hay ningún producto mejor, se ha comprobado que es seguro».

En medio del debate entre ambas posturas se hallan los agricultores, que acogieron ayer con alivio la decisión de la UE. Ignacio López, director de relaciones internacionales de Asaja, sostiene que el glifosato «es barato, eficiente y evita el uso de otros productos posiblemente más contaminantes». A su juicio, su prohibición habría abocado a los agricultores a recurrir a alternativas como «dar más pases de tractor» para arrancar plantas intrusas, «lo que no es muy coherente con la eliminación de la huella de carbono». La prórroga de cinco años da un respiro al sector, pero no elimina la polémica. En 2022 la batalla seguirá viva. Como las malas hierbas.

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