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Pando está dentro del Bosque Nacional Fishlake, en el centro sur de Utah (EE UU). En esta foto se aprecia el cercado que pretende protegerlo. R. C.
Así es el ser vivo más grande y pesado del planeta

Así es el ser vivo más grande y pesado del planeta

Pando, en Utah, es el ser vivo más grande y pesado del planeta: 47.000 álamos, unidos por la raíz, con idéntico ADN.Pero los ciervos lo están devorando

ISABEL IBÁÑEZ

Lunes, 19 de noviembre 2018, 02:39

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Ni siquiera los ecólogos conocen con precisión su edad -hablan de 80.000 años-, pero sí saben que hace muchísimo tiempo un solitario álamo temblón masculino empezó a alargar sus raíces bajo tierra hasta que una de ellas asomó tímidamente a la superficie y se convirtió en un nuevo árbol. Después fue otra, y otra, y otra... Y aquel árbol se ha convertido en 47.000 que son en realidad uno, el mismo, separados a la vista pero conectados todos y con idéntico ADN, clones de aquel pionero que se ancló cerca del lago Fish, en el centro de Utah (EE UU). Se trata del bosque Pando (en latín, 'me extiendo'), que por esta curiosa característica es el ser vivo más grande en peso y volumen -6,6 millones de toneladas repartidas en 43 hectáreas- de la Tierra. Este gigante verde que respira por sus miles de millones de hojas seguía con su lento proceso de crecimiento hasta que hace bien poco empezó a peligrar por culpa de los habitantes cobijados a su sombra, principalmente los ciervos.

Paul Rogers y Darren McAvoy, investigadores del Centro de Ecología de la Universidad de Utah, llevan años estudiando este 'bosque de un solo árbol', y en un análisis publicado el 17 de octubre en 'Plos One' se quejan del «deterioro continuado» de la mayor parte de Pando, que mengua desde hace cuarenta años desgastado por la acción imparable de los herbívoros, ciervos pero también vacas, que devoran los tallos jóvenes que empiezan a asomar.

Una buena parte de Pando fue cercada como medida de protección, pero Rogers denuncia que ni esta zona ni las restantes se están librando del hambre de los rumiantes, que han aprendido a burlar la valla. «Después de una importante inversión en la protección del icónico clon Pando, nos ha decepcionado el resultado. Los ciervos mula (Odocoileus hemionus), especie denominada así por el tamaño de sus orejas, parecen estar encontrando maneras de entrar en el bosque a través de puntos débiles de la cerca o saltando por encima de esta barrera», de casi dos metros y medio.

Los álamos de Pando mueren y nacen continuamente gracias a su sistema de reproducción asexual, y su media de edad es de 130 años, según el estudio de los anillos del tronco. Pero ahora los animales no dan tiempo a que este ser se regenere como ha hecho siempre. «Pando ha existido durante miles de años, aunque no tengamos un método para fijar con seguridad su edad, pero ahora mismo está colapsando. Una lección clara surge de aquí: no podemos gestionar de forma independiente la vida silvestre y los bosques», dice Rogers.

Sacrificio

El estudio incorpora fotografías aéreas de Pando desde hace 72 años, en las que puede apreciarse el adelgazamiento del bosque, así como algunas áreas que ya aparecen desnudas. Como conclusión, el milenario «gigante tembloroso puede que no sobreviva a medio siglo de intromisión humana». La propuesta de Rogers para salvar a este colosal ser vivo supone «la exclusión de venados y bovinos en la zona. Para ello hay que redoblar la eficacia de la valla, hablar con los ganaderos para que se lleven su ganado, e incluso sacrificar población de ciervos si deseamos ver a Pando recuperándose y haciéndose resistente. Necesita un respiro. Además de los valores ecológicos, Pando es un símbolo de la conexión entre la naturaleza y el ser humano y un presagio de una más amplia pérdida de especies».

Fue en la década de los 70 del pasado siglo cuando la extensión de este bosque de álamos levantó las sospechas del botánico Burton Barnes, de la Universidad de Míchigan. Junto al profesor de Ecología y Biología evolutiva de la Universidad de Colorado Michael Grant, definieron a Pando en base a su originalidad y lo bautizaron con ese nombre tan descriptivo. En la actualidad es Paul Rogers quien ha tomado el testigo de ambos en el estudio, seguimiento y protección del gigante verde. Destaca Rogers que Pando es especialmente 'inteligente', mucho más que otros tipos de bosque, a la hora de burlar incendios, inundaciones o corrimientos de tierra gracias a su particular forma de regeneración: «Mientras otros deben esforzarse por salir adelante en ese medio de recursos nutricionales radicalmente desfavorecidos, Pando recibe nutrición y apoyo de todo su extenso sistema de raíces».

Con todo esto, algunos científicos aventuran que, aunque no llegara a morir ni a desaparecer del todo, este enorme organismo podría perder su condición de ser vivo más grande y pesado al producirse la separación de sus raíces, lo que conllevaría la aparición de pequeños grupos, seres vivos diferentes, que no serían ni la sombra de lo que es el entrañable Pando.

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