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Peña Nieto visita la selva Lacandona, en el Estado mexicano de Quintana Roo. Arriba, Punta Mita, uno de sus rincones favoritos. EFE
La vida secreta del presidente de México

La vida secreta del presidente de México

El presidente mexicano es un enamorado del golf y la playa, que en cuanto tiene ocasión se escapa a alguna de las residencias que el Estado reserva a sus mandatarios

MILAGROS L. DE GUEREÑO

Domingo, 29 de julio 2018, 02:17

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Las vacaciones de Enrique Peña Nieto no son muy originales. Jugar al golf y tomar el sol paseando por la playa, en ese orden, son las distracciones favoritas que el presidente de México disfruta en Mazatlán, Punta Mita, Los Cabos, Cancún y Acapulco, siempre vigilado por un barco de la Armada y hospedándose en alguna de las residencias que el Estado reserva para agasajar al jefe del Estado, su familia e invitados.

Y, por último, está su vivienda de fin de semana en Ixtapán de la Sal, el 'pueblo mágico' a 137 km de la capital. No tiene mar, pero es famoso por sus aguas termales y su estupendo campo de 18 hoyos. El mandatario, de 51 años, planea retirarse cuando en diciembre entregue el poder y convertir sus vacaciones en indefinidas.

Peña Nieto, quien según la ley dispone de 20 días hábiles de asueto, sabe cómo estirarlos. Los divide. Se toma varios días en navidades, en Semana Santa y en el verano. Esas se anuncian religiosamente con un comunicado de la Presidencia que lleva la coletilla: «El primer mandatario se mantendrá pendiente de los acontecimientos del país y al frente de su responsabilidad nacional». Pero es sabido que aprovecha para compartirlos con los 'cuates', jugando a golf muchos fines de semana que pueden comenzar lo mismo un martes que un jueves. De esa manera, los puentes se convierten en acueductos.

Aprovecha sus paréntesis vacacionales para anunciar medidas impopulares

Son las ventajas de ser el jefe. Según sus críticos, se ausenta sin importar si hay alguna crisis o aprovecha su ausencia para anunciar medidas impopulares, como el encarecimiento de las gasolinas que decretó en diciembre de 2017. En sus desplazamientos más largos, a Los Cabos, Mazatlán o Cancún, utiliza el avión presidencial, una 'joyita' que costó siete millones de euros, aunque sea para pasar diez horas jugando al golf. Peña cambia el sempiterno traje oscuro por camisetas mientras va de hoyo a hoyo. Estar tan en contacto con la naturaleza -siempre como un pincel, por supuesto- le ha dado un color de piel tostado que lo asemeja al que luce Julio Iglesias.

Una invasión militar

La presencia previa de miembros del todopoderoso Estado Mayor Presidencial, una fuerza de 2.000 militares de los tres cuerpos -Tierra, Mar y Aire-, tomando posiciones en las inmediaciones alerta indefectiblemente de la llegada de la comitiva presidencial al lugar de veraneo escogido.

Su preferido es Estrella del Mar, cerca de la Isla de la Piedra. Este complejo turístico de 68 habitaciones tiene campo de golf, canchas de tenis, piscinas al aire libre, un santuario para la protección de la tortuga marina y más de cinco kilómetros de playas en Mazatlán, en el Estado de Sinaloa, al que hizo famoso el cartel de narcotraficantes homónimo. Allí pasea sonriente y despreocupado, se fotografía con huéspedes y amigos y degusta platos de la cocina regional sin saber quién paga la factura.

Punta Mita, en el Estado de Nayarit, es según propia confesión su «segunda casa». El año pasado se alojó con su mujer, la actriz Angélica Rivera 'La Gaviota', y sus hijos en el lujoso hotel St. Regis. Cada vez que va, se blinda este pueblo pesquero de la costa del Pacífico mexicano conocido por sus lujosas mansiones, campos de golf y playas privadas. Los usuarios de la playa pública protestan porque los soldados no les permiten el paso mientras el presidente y su séquito se bañan en el mar.

Sus predecesores también pasaban sus vacaciones en México. Felipe Calderón iba a Quintana Roo y se hospedaba en Quinta Maya en Cozumel, la casa de descanso de los presidentes que mandó construir Ernesto Zedillo. En cambio, Vicente Fox prefería refugiarse en su rancho de San José del Rincón, Guanajuato, y montar a caballo.

Es posible que con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México, el 1 de diciembre próximo, esas costumbres cambien. El mandatario electo ha prometido convertir la residencia oficial en un museo, vender el avión y desplazarse en vuelos comerciales, y seguramente meta mano a las residencias de descanso. Ese verano se ha tomado por primera vez un descanso de cuatro días fuera de Semana Santa y fin de año, que ha pasado en su rancho La Chingada, de Palenque (Chiapas), una finca heredada por sus padres y que el político tabasqueño ha puesto a nombre de sus hijos.

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