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Trabajadores en una cadena de paquetería en Duiven, cerca de la frontera holandesa con Alemania. J. LAMNEN
Empleo: Los contratos 'cero horas' o 'negativos' atrapan a los españoles en Holanda

Los contratos 'cero horas' o 'negativos' atrapan a los españoles en Holanda

Holanda se ha convertido en el reino del empleo precario. Los contratos 'cero horas' o 'negativos' (deudas con el intermediario) atrapan a cientos de españoles

ANTONIO CORBILLÓN

Jueves, 27 de junio 2019, 01:27

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Con el verano empieza la temporada alta de ofertas de trabajo temporal en Holanda. Altas tasas de contratos, pero también de precariedad, frustración e incluso de ¡acabar debiendo dinero al empleador! Países Bajos se ha convertido en el nuevo laboratorio del empleo flexible del mundo. Más de 700.000 personas sobreviven así en el país. Holanda, admirada por cómo mantuvo sus tierras habitables gracias a los diques que frenan al mar, es hoy ejemplo de cómo se pueden romper todos los 'diques' de respeto laboral. Eso sí, siempre desde la legalidad.

Miles de trabajadores españoles están sufriendo esta realidad en sus carnes. Desde que la gran crisis empujó a los peninsulares al mercado europeo, más de 40.000 han llegado al país de los tulipanes. Somos el segundo 'exportador' europeo de mano de obra.

Personas como el joven Manuel Ruiz, que llegó a Holanda atraído por una agencia de reclutamiento en España. Su contrato, en inglés y neerlandés, incluía cláusulas como el descuento del pago del alojamiento, los seguros médicos, el transporte. Y el llamado 'contrato cero horas' por el que no le garantizaban las horas trabajadas. Su empresa de construcción le utilizó apenas la cuarta parte del horario contratado (40 horas la semana).

Cuando llegó su primera nómina debía dinero a la empresa. «Yo iba a ganar dinero y no a perderlo. Y en ese momento estaba subsistiendo de lo que me habían prestado en casa». Su petición de explicaciones se saldó con un despido inmediato. Le contó este testimonio al Parlamento Europeo el 11 de abril junto a otras víctimas de la 'tela de araña' del modelo laboral holandés. Son sobre todo los europarlamentarios españoles los que tratan de luchar contra estas formas de explotación legalizadas.

«Las agencias de colocación reaccionan a cada reglamentación con nuevas cláusulas contractuales todavía no reguladas por el Derecho del Trabajo», explica Pablo López Calle, sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid en su informe 'Trabajar en Holanda: el calvario de los trabajadores migrantes españoles expulsados por el paro o el infraempleo'. El informe se elaboró para la Fundación 1º de Mayo de CCOO, sindicato al que llegaron las primeras denuncias hace ya tres o cuatro años.

Los testimonios son innumerables. Solo en 2018, la Consejería de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social de la Embajada española en La Haya, registró 487 quejas. Casos como el de María, joven barcelonesa que evita dar más datos. Accedió a una oferta desde la aplicación Job Today. Era un empleo en una granja-invernadero en el que le ofrecían 40 horas semanales (9,34 euros/ hora). Hubiera ganado unos 1.800 euros al mes. Tras contactar y firmar el contrato con la Empresa de Trabajo Temporal (ETT) española intermediaria llegó a Ámsterdam dos días después. Del aeropuerto la llevaron a un camping para alojarla. Tardó una semana en empezar a trabajar. «Solo íbamos a la granja días sueltos y de 3 a 5 horas».

Una semana después recibió su primera nómina. «Se detallaba que no cobrábamos nada porque no habíamos trabajado pero debíamos 108,50 euros del alquiler de la casa (un bungaló) y del seguro médico». Su situación se agravó cuando se quedó sin comida y su empleador se lavó las manos: «Nos dijeron que es culpa de la empresa contratante (la ETT), a nosotros no nos tenéis que reclamar nada».

Silencio administrativo

La Inspección laboral neerlandesa solo investiga una de ese medio millar de quejas. Le ha hecho saber a los colectivos como el Consejo de Residentes Españoles (CRE) que «no cobrar el salario mínimo es ilegal, pero una vivienda deficiente o el empleo flexible no es algo prohibido. Los contratos de cero horas tampoco».

Estas situaciones son todavía más habituales en los centros logísticos de distribución de ventas digitales. Holanda, en especial la zona limítrofe con Bélgica, se ha convertido en un laboratorio de ensayo de la nueva economía desregulada. El trabajo está supeditado a las variaciones de tiempo y demanda. En el país se han instalado gigantes como DHL, UPS o Flexport que reparten a unos 160 millones de consumidores en un radio de 500 kilómetros.

Sus métodos de trabajo incluyen un alto grado de discriminación en las tareas y se aplican registros a la entrada y salida. Incluso se fomenta la «competición mediante colores visibles en función de la productividad», advierte la investigación de CCOO.

En España se han multiplicado las llamadas 'agencias de reclutamiento'. Mediadores que son para Pablo López Calle «la frontera que separa y vincula las bolsas de inmigrantes de un país con los mercados de trabajo». La mayoría colocan sus ofertas en portales de 'infoempleo', sin pasar por ninguna administración laboral. Así, transforman «lo que sería un contrato con una jornada fija, en otro de disponibilidad total entre el operador y la ETT. Esa puesta a disposición es más bien un pseudocontrato laboral», continúa López Calle.

Una realidad que ha llenado campings enteros de extranjeros frustrados. Empezó con los polacos hace diez años. Después han llegado los españoles. Ahora empiezan a sustituirlos por rumanos y búlgaros. Estos trabajadores no eligen ni dónde viven, ni con quién, ni cuánto tiempo. Por no tener, ni siquiera se les suele facilitar una dirección postal.

La hiperflexibilidad de las condiciones laborales hacen el resto. Los contratos cero horas, sujetos al volumen de actividad del contratador, permiten a las empresas despedir o tener a este personal pendiente de una llamada o un mensaje de teléfono para acudir a su puesto de trabajo. En los casos más extremos, la falta de horas genera las 'nóminas negativas': deudas con la empresa por el impago del alquiler (las infraviviendas suelen ser del empresario).

«El problema es el mercado libre. Muchas ofertas no pasan por los oficinas de empleo de Holanda y España. Y mucha gente se aprovecha», confirma desde el buscador de empleo Trabajar en Holanda, Henk van Soest, un gestor que busca profesionales de la Medicina para su país. Su labor está en las antípodas de estas prácticas. Oferta contratos a tiempo completo y salarios por encima de 3.500 euros mensuales. Trabajar en Holanda dejó de buscar empleados para el sector logístico hace cinco años. «El contrato cero horas es legal. Pero fue diseñado para gente del país, como el servicio doméstico. Pero las empresas se han acabado aprovechando. No ayuda a nuestra imagen laboral», lamenta Van Soest que está pensando en cambiar el nombre a su empresa para huir de esa imagen negativa que impone el mercado de su país.

La creciente queja de los expatriados españoles ha despertado a las autoridades. En los últimos meses se multiplican los contactos entre sindicatos locales, políticos y la Embajada en La Haya. La presidenta de la Alianza de Socialistas y Demócratas en el Europarlamento, la vallisoletana Iratxe García, denunció que «en la Europa del siglo XXI, hay trabajadores que están prácticamente en situación de esclavitud y eso es totalmente inadmisible».

La Embajada en La Haya ha colgado un enlace en su web en el que avisa contra las ofertas temporales. En él, advierte contra los empleos que «no proceden de la Red Eures» (una especie de oficina de empleo comunitaria). Y avisa a los demandantes de empleo en Holanda que si el contrato es inferior a tres meses o no tiene un mínimo garantizado de 30 horas semanales «no ganarás suficiente para vivir en Países Bajos».

El riesgo es acabar en lo que Pablo López Calle llama «vivir en una guardia constante no retribuida». Un bucle que puede ser un infierno. Lo cuenta Daniel, un logista en Waalwijk (sur de Holanda). «Te ves al final esperando, esperando, sin poder hacer nada. ¡Solo puedes esperar! Ves que tu vida está en manos de otra persona. Y en nuestro caso más, porque estamos encerrados allí dentro».

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