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Un pasajero se somete a un control biométrico en el aeropuerto de Dulles (Virginia, EE UU). JIM LO SCOLZO/EFE
Las cámaras de reconocimiento facial ya están en espacios públicos y privados

Las cámaras de reconocimiento facial ya están en espacios públicos y privados

Las cámaras de reconocimiento facial avanzan en espacios públicos y privados. Cruzan datos físicos y de conducta. Europa estudia una larga moratoria. «¿Qué pasa si hay un fallo de seguridad?»

ANTONIO CORBILLÓN

Martes, 4 de febrero 2020, 00:22

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En la película 'Minority Report' (2002), Tom Cruise es un policía que dispone de día y medio para probar hoy su inocencia de un crimen que cometerá en 2054. La película de Steven Spielberg se basa en una distopía, una distorsión del futuro, escrita en 1956 por Philip K. Dirk, quien imaginó una Unidad del Precrimen policial. Siete años antes, George Orwell había fabulado en '1984' con un Londres dominado por el control masivo y el Gran Hermano.

Se adelantó cuatro décadas. La capital británica ensaya estos días el primer proyecto de gran urbe europea vigilada por cámaras de reconocimiento facial. Programas que aplican los datos biométricos que cruzan las características físicas, fisiológicas y conductuales de una persona para crear perfiles. La UE discutirá este mes una posible moratoria de cinco años en su uso. En todo caso, ya no afectaría a los británicos.

La obsesión por la seguridad entre los londinenses abre la puerta al desfile de identidades virtuales gracias a miles de cámaras en las calles. «Esto no es una ficción distópica, sino cómo la tecnología ya se está utilizando en China y otros lugares», asegura la exdirectora de Privacy International en la ciudad del Big Ben, Frederike Kaltheuner.

Otros lugares, como España. Las cámaras de reconocimiento facial avanzan a buen ritmo en espacios públicos y privados. El instituto de Secundaria Enric Borràs de Badalona (Barcelona) se gastó en 2012 los fondos del Programa de Mejora del Absentismo Escolar de la Generalitat catalana en un sistema de este tipo. Dos cámaras, una de vídeo y otra infrarroja, detectan los puntos clave del rostro del niño. Si a primera hora el alumno no ha pasado por alguno de los terminales que reconocen su rostro, el sistema envía un SMS a su tutor y a los padres.

Desde que se aplica, la mayoría de las familias dicen estar «encantadas». Los 'novillos' escolares han caído drásticamente. Otros colegios de Madrid y Barcelona los aplican para controlar sus comedores. Un centro sueco fue sancionado por su gobierno con 19.000 euros de multa por probar un método similar. «Una vez más la tecnología atropella a la ley. Primero se aplica y después se analizan sus efectos», advierte el experto en Derecho Digital de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC) Sergio de Juan Creix.

Más ejemplos. La agencia pública de los aeropuertos (Aena) presentó en octubre un programa piloto para aplicar el reconocimiento facial en el embarque de la T4 de Barajas-Adolfo Suárez. El programa ya está operativo desde marzo en el aeródromo de Menorca. Basta ser mayor de edad y contar con un DNI 3.0, aunque también se puede usar el documento convencional en los terminales de acceso haciéndose un 'vídeo-selfie'. En la reciente feria de turismo Fitur, Aena e Iberia presentaron su proyecto de puerta de embarque biométrica. Bienvenidos al 'Aeropuerto 4.0', como ya lo llaman.

Excesos sin garantías

«La industria se está excediendo. En caso de una brecha de seguridad se podría llegar a la suplantación de personas, de sus datos bancarios, familiares, personales. ¿Quién garantiza esto?», se cuestiona la CEO y fundadora de Legal Army, Natalia Martos. Su empresa asesora y desarrolla proyectos de ciberseguridad en organismos públicos y empresas privadas.

Bancos, el recinto ferial de Madrid (IFEMA) o los salones de juego que se multiplican por España, son solo algunos ámbitos privados que avanzan en el uso de estos «controles invasivos», como les llaman todos los expertos consultados. Los lugares de concentración humana son escenarios de prueba idóneos. Y sus usuarios son las 'cobayas'. La Estación Sur de Madrid usa 12 de sus 100 cámaras de control en exclusiva para este fin. En 2019, los incidentes cayeron al 20% con respecto a una década atrás, según sus gestores.

Al igual que Aena, la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de Madrid prueba estos meses el pago del billete por la cara. Sin dinero, ni bonobús; basta una foto que se incorpora a la cámara instalada en el vehículo. Al pasar, la máquina reconoce al cliente. Y ya está. «Cosas así demuestran que nosotros mismos estamos permitiendo el Gran Hermano –avisa Efrén Santos, de ICEF (Consultores Abogados en Nuevas Tecnologías)–. Por seguridad o por comodidad, todo esto es un cambio global de los derechos humanos. Y, mientras no lo analicemos así, se impondrá la tecnología».

Lo demuestra el Índice de Vigilancia Global que presentó en diciembre el Programa de Democracia, Conflicto y Gobernanza Carnegie (Washington, EE UU). Tras analizar 176 países, concluye que «las democracias liberales son los principales usuarios de la vigilancia con Inteligencia Artificial». España figura en el grupo de los países occidentales que sufre más penetración de tecnología de China. Y, como recuerda Natalia Martos, de Legal Army, «China es un régimen totalitario, pero los que no lo somos empezamos a utilizar su misma tecnología».

Robo de datos

La Asociación Española de Delegados de Protección de Datos (DPD) ha creado un grupo de trabajo para «vigilar y parar todos los excesos que detectemos», anuncia su presidente, Jorge Badiola, quien recuerda que «estos métodos podrán ser más cómodos para pagar un bus o hacer un embarque, pero hay un mercado negro de estos datos y ha habido ya 'hackeos'».

Los videocontroles de Londres se quedan pequeños frente a lo que ya avanza en Estados Unidos. Una investigación de 'The New York Times' ha denunciado que más de 600 agencias y policías dedicadas al orden público han comenzado a usar la aplicación Clearview AI, el último grito en reconocimiento facial.

Basta con tomar la foto, subirla a esta aplicación y enlazar todas las imágenes públicas de ese rostro, con acceso a los sitios donde se hicieron. Clearview usa más de 300 millones de fuentes extraídas de todo tipo de redes sociales (Facebook, YouTube,...) y otros millones de webs. No importa que esas redes prohíban (supuestamente) extraer esos datos. Su algoritmo de reconocimiento facial incluye la combinación con visores de realidad aumentada. Ese dígito también decide los niveles de sospecha. La compañía reconoce que logra coincidencias en los cruces de rostros «hasta el 75% de los casos».

El Reglamento Europeo de Protección de Datos, en vigor desde 2018, regula la protección de nuestra intimidad. Pero los expertos insisten en que, una vez más, la tecnología supera de largo a la ley. «Hay usos tan sofisticados que permiten pasar por encima de esta norma», lamenta Martos. La fundadora de Legal Army advierte de que, en los últimos años, «empresas fuera de Europa, sobre todo de Rusia y China, se han hecho con nuestros datos. Lo que vamos a ver en diez años da miedo solo de imaginarlo», concluye.

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