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Domingo, 12 de agosto 2018, 02:11
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Julio Acero (Madrid, 60 años) es una figura mundial de la cirugía maxilofacial. Ha sido el único español en presidir la Sociedad Mundial de la especialidad y es presidente electo de la europea. Casado, padre de dos hijos y abuelo de una nieta (y otro en camino), dirige el Servicio de Cirugía Oral y Maxilofacial de los hospitales Ramón y Cajal y Puerta de Hierro, en Madrid, referencia de la sanidad pública. - Lo de doctor Acero suena a nombre de superhéroe...
- Sí, suena 'strong', un poco fuerte, sí, jajaja. Energía no nos falta. El otro día después de una operación de doce horas estaban todos destrozados y les dije: 'venga, sigo yo'... Los residentes me preguntaban si me había caído a la marmita de poción mágica, jajaja.
- Es chapa y motor, es algo integral. Reconstruimos todo lo que afecta al territorio facial y sus zonas vecinas, como el cuello. Ahí entra desde un implante dental hasta un trasplante de cara, y en el medio tienes traumatismos faciales gravísimos; por ejemplo, por arma de fuego, malformaciones de nacimiento o reconstrucciones faciales por un tumor.
- Cada vez que operas a un paciente y ves que le has extirpado el maxilar o la mandíbula y no se le nota, te sientes orgulloso. Y dentro de la cirugía tumoral, cuando operas a una joven con un cáncer en la cara y que acaba de ser madre, y te dice 'doctor, me voy a morir y no voy a poder ver crecer a mi hijo', y resulta que veinte años después esa mujer no solo ha visto a su hijo crecer, sino que su hijo no ha visto a su madre deforme porque le hemos reconstruido la cara... pues te sientes orgulloso.
- Sí, a pacientes y a familiares de pacientes. Recuerdo el caso de los padres de una niña de trece meses con un tumor maligno agresivo cercano a la base del cráneo. Venía de una primera operación en otro hospital, y la posibilidad de curarla era del 0,05%... por decir algo. Ya le habían tratado con quimioterapia y el tumor no cedía, y la única posibilidad era una operación muy complicada. Había que quitar la mandíbula, el maxilar, el ojo a ver si se podía salvar... Bueno, pues la operamos y al cabo de los años la niña está viva. Eso es gratificante. Otros se nos van y lloras tú. No somos robots.
- Pues mira, yo soy creyente. Efectivamente, muchos pacientes te dicen que para ellos eres dios, que les has cambiado la vida... Y no. Somos seres humanos que hacemos las cosas lo mejor posible y tenemos la obligación de aprovechar las capacidades que nos han sido dadas... y aprovechar los medios técnicos. Pero milagros no hacemos.
- Muy controlado. Mi ego, en el sentido de estar orgulloso de lo que hago, me ayuda a seguir luchando.
- Jejeje... yo trabajo en la cara. No trabajo por la cara porque todos tenemos una remuneración, si bien gran parte de la mía es la satisfacción del paciente. El dinero nunca ha sido lo primero. Me ha ido muy bien profesionalmente, pero dedico muchas horas de mi vida, y de mis vacaciones, a impartir docencia, a dar conferencias... Esa no es una retribución económica, pero sí moral y científica.
- No al cien por cien. Tienes pacientes con una malformación de nacimiento y ya se les está estigmatizando, e igual se les ha apartado de trabajos siendo personas inteligentes y cualificadas. Más que la cara, yo diría que la expresión de la cara puede ser el espejo del alma.
- La zona del ojo. A la gente cuando le dices que hay que quitar la mandíbula, el maxilar, vaciar el cuello o abrir el cráneo, bueno... Pero cuando hay que quitar el ojo por un cáncer, lo llevan fatal y lo comprendo. Si se quita, se pierde.
- Jajaja... Digamos que arreglar a Trump es complicado.
- Sí, sin duda. Tenemos gente de primera en todos los campos; necesitamos un poco de tranquilidad.
- No, para un médico la muerte a destiempo es el fracaso. El otro día operamos a un niño de nueve años con un cáncer. Si el cáncer se le reproduce y muere, será un fracaso.
- Si un paciente tiene una nariz fea y quiere tenerla bonita pues veo bien el bisturí, lo que no me parece correcto son los viciosos del bisturí o de los rellenos.
- Con mucho entusiasmo, aunque duermo poquísimo.
Cirujano brillante. Es miembro de los más prestigiosos colegios de cirujanos del mundo y ha dirigido programas de docencia en todos los continentes. Su compromiso le ha llevado diez veces a África (Nigeria, Tanzania, Kenia...) a formar médicos.
Su ocio. Le gustan las actividades relajantes: la ópera, pasear y leer, sobre todo novela histórica. Tal vez le viene de cuando leyó entero 'El Quijote' ¡con 7 años!
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