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Imagen de un ciervo enfermo detectado en Estados Unidos. :: Kansas Department of Wildlife Parks and Tourism
Ciervos zombis

Ciervos zombis

Se trata de un mal degenerativo parecido que provoca síntomas similares a los de las reses pero en ejemplares de venados, alces y renos: alteraciones del movimiento y de relación con sus congéneres, nerviosismo, temblores, cabeza baja, rechinar de dientes, hipersalivación, consumo excesivo de agua y pérdida de apetito y peso... hasta que en poco tiempo sobreviene la muerte. Siempre, porque no existe cura

Martes, 11 de diciembre 2018, 01:05

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Les llaman así en Estados Unidos, ciervos zombis, a los animales afectados por la Caquexia Crónica, de la misma forma que se denominó vacas locas a aquellas que sufrían la Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB). Se trata de un mal degenerativo parecido que provoca síntomas similares a los de las reses pero en ejemplares de venados, alces y renos: alteraciones del movimiento y de relación con sus congéneres, nerviosismo, temblores, cabeza baja, rechinar de dientes, hipersalivación, consumo excesivo de agua y pérdida de apetito y peso... hasta que en poco tiempo sobreviene la muerte. Siempre, porque no existe cura. Hasta el momento, y desde que se localizó el primer infectado en 1967 en un centro de investigación de vida salvaje en Colorado (EE UU), se han detectado casos tanto en animales salvajes como de criaderos en aquel país, en Canadá, Corea del Sur -al parecer, por una importación de animales- y, en 2016, en renos y alces de Noruega y Finlandia, los primeros del continente. Estos pusieron en alerta a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que sigue de cerca la enfermedad.

De momento, los expertos afirman que no se ha producido la evolución de los priones -una especie de proteína que puede convertirse en dañina-, los culpables de esta enfermedad, que posibilite su contagio al ser humano, como pasó con las vacas locas. No se conocen casos en personas. En los 90, la EEB puso en alerta sanitaria a medio mundo y obligó a un cambio en las costumbres, como la prohibición de comer cerebros o tuétano -un ejemplo fue empezar a consumir las chuletas sin palo-. En EE UU, donde la Caquexia Crónica -allí se conoce por las siglas CWD, de Chronic Wasting Disease- campa por 22 estados, la mitad del país, y ha provocado el sacrificio de miles de animales, aconsejan a los cazadores no probar la carne de venado que aparente estar enfermo, y especialmente evitar sesos, ojos, espina dorsal, bazo o ganglios linfáticos aunque parezcan saludables, por el posible peligro que podría conllevar. Según la EFSA, «no hay evidencias científicas, de momento, de que los seres humanos puedan contraer la enfermedad por comer animales infectados». Aunque añade un pero: la barrera de la especie humana para los priones de este mal no es «absoluta».

Un experimento iniciado en 2007 por científicos canadienses y presentado el año pasado demostró que es posible la transmisión a los primates: dieron de comer carne de venado infectada o inyectaron tejidos a 18 monos macacos y varios ellos desarrollaron la enfermedad. La conclusión es que «nadie debería comer animales enfermos», dice Stefanie Czub, inspectora de la Agencia de Alimentación de Canadá, país donde, según la Alliance for Public Wildlife, organización dedicada a garantizar la conservación de la vida silvestre de América del Norte, las familias cazadoras consumen entre 7.000 y 15.000 animales infectados al año.

Kurt Giles, experto del Instituto de Enfermedades Neurodegenerativas de San Francisco (EE UU), señala que no tiene «ninguna evidencia de transmisión a personas, pero eso no significa que no pueda suceder en el futuro o que, de hecho, ya haya ocurrido, pero no podamos detectarlo aún». Uno de los problemas de localizar a los animales infectados es que el periodo de incubación es muy largo, hasta de un año, tiempo durante el que pueden contagiar antes de que empiecen a mostrar los síntomas. El contagio llega por el contacto directo o a través de la saliva, la orina o las heces de los infectados o enfermos, que contaminan agua y suelo. Tanto en la naturaleza como en las granjas.

Sin casos en España

Juan José Badiola se hizo muy famoso en nuestro país porque fue la voz experta en la crisis de las vacas locas, la que contestaba a unos medios de comunicación desbordados e ignorantes ante la nueva enfermedad. Ahora tiene en su objetivo la Caquexia Crónica desde el departamento de Patología Animal de la Universidad de Zaragoza, donde imparte clases e integra el grupo de investigación de enfermedades priónicas, lentivirales y emergentes en animales domésticos y fauna silvestre. «Llevamos a cabo hace unos años un estudio para identificar esta enfermedad en poblaciones de ciervos de España y todos los resultados fueron negativos. Nuestro centro está dedicado en buena parte a las enfermedades priónicas animales. Disponemos de material infectado de otros países para estudios y tenemos previsto participar en proyectos europeos sobre el tema».

- No se ha producido el paso a humanos, pero ¿podría darse el caso? ¿Cómo?

- No se tienen noticias de que el prión de los ciervos haya sido capaz de saltar la barrera e infectar a un humano. No obstante, aunque parece improbable, tampoco se puede descartar esta hipótesis por completo, por lo que, como medida de precaución en EE UU y Canadá, los países en los que se ha identificado la enfermedad desde hace años, se lleva a cabo el análisis de los cerebros de los ejemplares abatidos y no se recomienda en absoluto su consumo. No se sabe qué sintomatología produciría en humanos, pero, como enfermedad priónica, sería una neuropatía espongiforme de consecuencias fatales. De todos modos, hay enfermedades similares, como el 'scrapie' de las ovejas, de la que tampoco se tiene noticia de transmisión directa a personas.

- ¿Con qué armas contaríamos?

- Hasta ahora no se ha encontrado ningún fármaco eficaz. La única alternativa sería aplicar un estricto programa de vigilancia y control en las poblaciones animales afectadas, con análisis masivos y sacrificio de los ejemplares afectados o sospechosos.

- ¿Estamos ante una amenaza, como usted dice, para Europa?

- No se sabe a ciencia cierta, pero no se puede descartar. Hasta el año pasado esta enfermedad no se había identificado en Europa. Pero en 2016 se han describieron casos en ciervos, alces y renos en Noruega y también, aunque en menor medida, en Finlandia. A consecuencia de ello, se ha puesto en marcha un programa de vigilancia y control de la enfermedad, además de en los dos países citados, en otros ribereños del mar Báltico en los que abundan esas especies animales (Suecia, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia). Son llamativas las drásticas medidas adoptadas en Noruega, donde se ha llegado a sacrificar la práctica totalidad de los animales de las especies susceptibles en ciertas zonas del país, para evitar la propagación.

- Pero no debemos alarmarnos...

- Nunca hay que ser alarmista con estas cuestiones, lo que no está reñido con informar de lo que se sabe con seguridad e incluso sobre ciertas sospechas aunque no estén confirmadas. En España la enfermedad no está descrita, ni en países próximos.

- Y aunque se produjera ese improbable paso a humanos, el problema sería mucho menor que con las vacas, al no ser un animal de consumo habitual, ¿no?

- Efectivamente, no se puede comparar con la importancia que suponen las vacas en nuestra alimentación.

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