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He Jiankui, durante una entrevista. Reuters
Dos niñas en observación de por vida

Dos niñas en observación de por vida

Los científicos creen que las secuelas que puedan sufrir las gemelas creadas en China se transmitirán a sus descendientes

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Domingo, 2 de diciembre 2018, 20:17

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Era la última frontera ética que había que cruzar. El límite de lo desconocido, porque la tecnología actual es incapaz de dar una respuesta fundada y sin aristas sobre las consecuencias que va a tener un ser humano si es mutado genéticamente en un futuro. Pero el científico chino He Jiankui se saltó el 'control fronterizo'. Anunció esta semana que había creado los primeros humanos con los genes editados -Lulu y Nana- ya que les había quitado el gen CCR5 que el virus del sida utiliza para atacar el sistema inmunológico. «La buena ciencia no genera conocimiento en la mitad del vacío: el contexto y las consecuencias son cruciales. Y las consecuencias de este acto irresponsable podrían ser desastrosas», explica a AFP la doctora Sarah Chan, de la Universidad de Edimburgo.

«Yo hago estos experimentos con ratones en mi laboratorio. A embriones de ratón de una célula les inyecto estos reactivos y nacen ratoncitos equivalentes a estas niñas. ¿Qué pasa? Que estos ratoncitos no son genéticamente uniformes. Son mosaicos. Sus células tienen diferentes componentes genéticos porque el sistema todavía no es seguro», explica Lluís Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología dependiente del CSIC. Trabaja con la técnica CRISPR/Cas9, que permite 'cortar' y 'pegar' de forma selectiva secuencias de ADN de una célula para quitar partes malas, desde 2013.

«Cuando promovemos la edición de un gen, la reparación progresa de múltiples maneras y tenemos numerosas versiones, incluyendo unas que pueden ser contraproducentes. Esto lo podemos gestionar bien en el laboratorio pero no podemos transmitir ese riesgo a los humanos. Por eso estas niñas, si es que han nacido de verdad, tendrán que ser monitorizadas de por vida, porque en cualquier momento pueden tener problemas orgánicos, del sistema inmune o cualquier otra patología. Y no solo ellas; también sus descendientes porque son otra estirpe de humanos», explica el doctor Montoliu.

«Este caso no se ha hecho para curar enfermedades sino para evitarlas. Esto ya no es un tratamiento médico», añade el doctor José Miguel García Sagredo, académico de número de la Real Academia Nacional de Medicina, que insiste en «los posibles problemas médicos» que puedan tener estas bebés y «sus desciendentes». Además, diferencia esta técnica para obtener niños sin enfermedades -en el caso chino, el padre es seropositivo- con el nacimiento de los llamados bebés medicamento. «El científico chino ha modificado el ADN de un embrión», apunta José Muñoz Ramírez, embriólogo del Laboratorio de Fecundación In Vitro (FIV) de la Clínica Tambre. «Cuando una pareja tiene un hijo con alguna enfermedad que se puede curar a través de un trasplante de médula, lo que se hace es que esa pareja se someta a una FIV y se seleccionan los embriones que son compatibles con el hermano. Ese niño cuando nazca será viable para donarle médula. Pero no se ha modificado nada», explica el doctor. Tampoco se cambió nada con la clonación de la oveja Dolly, por ejemplo.

Hace poco más de un año, en el hospital sevillano Virgen del Rocío nació un pequeño libre de la rara y grave enfermedad hematológica que padece su hermano -el síndrome Shwachman-Diamond- y es compatible con él al cien por cien para la donación. En España, se han producido seis casos de bebés medicamento desde que en 2006 se aprobara el uso de esta técnica.

Distancias

Poco a poco, todo el mundo se ha ido distanciando de He tras su anuncio. El centro académico donde ejerce como profesor asociado, la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur de China, se ha desmarcado del proyecto y le ha pedido más explicaciones porque lleva desde abril en excedencia. «Me da la impresión que es más un emprendedor que un científico», apunta Montoliu, que hasta hace una semana no había oído hablar de este científico asiático. «Y desde hace cinco años (cuando comenzó a trabajarse con el CRISPR) nos hemos ido conociendo todos», añade el investigador del CNB, que destaca que este anuncio no es bueno para nadie.

Ni para la universidad, ni para el colectivo de científicos y ni para el país. «En China se hace muy buena investigación, como en el resto de los países», indica. No obstante, las autoridades del gigante asiático decidieron tomar cartas en el asunto y ya han advertido que se castigará a los científicos que violen «las leyes y los principios éticos».

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