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Dos musulmanes uigures pasan delante de un paramilitar chino en Urumqi. :: peter parksAFP /
Internan en cárceles clandestinas a miles de musulmanes para «lavarles el cerebro»

Internan en cárceles clandestinas a miles de musulmanes para «lavarles el cerebro»

Cientos de miles de uigures de la región de Xinjiang son internados en cárceles clandestinas para lavarles el cerebro

ANTONIO CORBILLÓN

Jueves, 24 de mayo 2018, 01:27

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El Ramadán que comenzó el pasado 16 de mayo y se prolongará hasta el 14 de junio no es una fiesta para todos los musulmanes. En la región de Sinkiang, en el oeste de China, la propaganda oficial de las páginas web permitidas insta a los ciudadanos a no practicar el precepto del ayuno. Llevar el velo conduce a una segura detención. Lo mismo que dejarse barba o rezar regularmente. Además, cualquiera que desee viajar tendrá que presentar muestras de ADN, algo que no se exige en el resto del gigante asiático. Y cientos de miles de funcionarios del Partido Comunista se han traslado a este área y viven con familias locales para manejar información de primera mano sobre su día a día.

Porque Sinkiang no es una región cualquiera. El control de la población uigur, musulmana y mayoritaria en esta región de un tamaño tres veces superior a la península Ibérica, se ha convertido en una obsesión para el Gobierno de Xi Jinping. Profesan el Corán algo más de la mitad de sus 24 millones de habitantes. Sus fronteras con Pakistán y Kazajstán aumenta el porcentaje de mahometanos con minorías como la kazaja (7% de la población).

Coincidiendo con el mes clave de los musulmanes, recientes informes que han logrado burlar la opacidad oficial denuncian que la región se ha convertido en un gigantesco campo de concentración y «reeducación», como lo llaman de forma eufemística las autoridades chinas. Varios cientos de miles de personas, hasta un millón -el 11,5% de los uigures- según algunos cálculos, pueden estar internados en cientos de centros clandestinos, según el exhaustivo informe que ha elaborado el investigador Adrian Zenz para China Brief, un instituto de la Jamestown Foundation.

El fiscal jefe chino busca «borrar sus creencias islámicas y remodelar sus identidades»

En él se advierte de que «es posible que el sistema de 'reeducación' de la región supere las dimensiones del antiguo de 'educación a través del trabajo'», en referencia al programa de Mao Zedong durante la tristemente célebre Revolución Cultural (1966-1976). Un proyecto que fue abolido en 2013. Las autoridades miran para otro lado o, directamente, niegan la existencia de estos centros.

Pero los informes de Adrian Zenz, que ha 'peinado' las páginas web de concursos públicos, demuestran al menos 73 licitaciones para construir estas cárceles. Zenz calcula que debe de haber 1.200 centros en los que estarían confinadas hasta un millón de personas. Una comisión estadounidense que visitó China en abril habló en su informe de «el mayor encarcelamiento masivo de una población minoritaria en el mundo».

«Es muy difícil encontrar una familia uigur que no tenga al menos un miembro internado», advirtió hace unos días el profesor experto en China James Millward en una conferencia en la Universidad de Georgetown. Familias como la de Omir Bekali, un kazajo musulmán de 42 años que ha sido liberado después de ocho meses de torturas y cursos de reeducación en uno de estos internamientos.

Torturas

Nacido en China de padres kazajos y uigures, Bekali fue detenido en un cruce de fronteras a principios de la primavera de 2017. No pudo avisar a nadie. Permaneció recluido e incomunicado en una celda durante una semana. Después le ataron a una 'silla de tigre', con cepos para las muñecas y los tobillos. Lo colgaron de los barrotes de una celda, lo bastante alto para que soportara el peso de su cuerpo sobre sus hombros cuando las puntas de sus pies descalzos no tocaran el suelo.

Dijo lo que pudo sobre sus conocidos kazajos y le metieron en una celda de 10 por 10 metros junto a 17 personas y con los pies encadenados a los postes de las camas. Le pusieron un buzo naranja, parecido a los que usan el Daesh (Estado Islámico) o los americanos en Guantánamo. Los baños estaban prohibidos porque el lavado de pies y manos se equiparaba con la ablución islámica.

Después fue enviado a un centro vallado en Karamay (norte de Sinkiang) donde vivían hacinadas mil personas. Allí les obligaban a repetir hasta la saciedad lemas como «Nos opondremos al extremismo, nos opondremos al separatismo», denunció Bekali a Associated Press. Las sesiones de los instructores se eternizaban con preguntas como «¿Obedeces la ley china o la 'sharía' (ley islámica)?». Sólo la presión de diplomáticos de Kazajstán logró que fuera liberado hace unas semanas. «¡No he cometido ningún crimen!», fue lo primero que gritó a sus libertadores.

Esta campaña pretende, según admite el propio fiscal jefe de China, Zhang Jun, «restablecer el pensamiento político, borrar sus creencias islámicas y remodelar sus identidades». Todo ello sin tramites judiciales ni garantía jurídica alguna. Se ha recrudecido bajo la línea dura del presidente Xi Jinping, de profundas creencias nacionalistas y fuerte apego al poder.

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