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Enganchados. Jugadores siguen retransmisiones deportivas en una casa de apuestas. Isabel B. Permuy
Las dos caras del juego en España

Las dos caras del juego en España

Negocio en auge ·

El 80% de los 1,3 millones de personas que apuestan online en España pierde. Sólo el 0,81% obtiene un beneficio anual de más de 3.000 euros e intenta vivir de ello. Las empresas hacen todo lo posible para evitarlo

Zigor Aldama

Domingo, 1 de agosto 2021, 00:16

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Las estadísticas de la Dirección General de Ordenación del Juego no pueden ser más contundentes: el 80% de los 1,36 millones de españoles que apostaron 'online' en 2019 perdió dinero. El 4,9% se dejó por el camino más de 3.000 euros. Hay jugadores, sin embargo, que pertenecen al exclusivo club del 0,81% que obtuvo más de 3.000 euros de ganancias netas con el juego en el ciberespacio, una actividad mayoritariamente masculina que se lleva a cabo entre los 18 y los 45 años.

Los hombres de mediana edad impulsan un negocio que en España deja más de 7.600 millones de euros, de los que más de la mitad corresponden a la lotería. En 2019, el juego presencial duplicó los ingresos del que se realiza en el ciberespacio, no obstante, Internet es el canal en el que más dinero se apuesta, y la pandemia provocó el año pasado un vuelco que muchos consideran difícilmente reversible.

El juego 'online' ha ido creciendo constantemente desde 2013, y, con la excepción de 2019, lo ha hecho siempre a una velocidad de dos dígitos: el año pasado los ingresos aumentaron un 14%. Ya existen en nuestro país casi tres millones de jugadores en Internet, de los cuales millón y medio está activo y gasta una media de 513 euros al año, una cifra que sube hasta los 800 euros en el grupo de quienes tienen entre 36 y 45 años. El 72% paga con tarjeta.

La actividad que más dinero reporta a las empresas del sector en la Red son las apuestas deportivas (43%), seguidas del casino virtual (41,2%). A mucha distancia aparecen el póquer (13%) y el bingo (1,94%), que todavía se consideran juegos más sociales. Pero, debido a que se invierten cantidades más elevadas en el casino (16,3€ de media frente a los 7,1€ de las apuestas deportivas) este juego es, con 11.600 millones de euros, el que concentra el mayor volumen de los 21.680 millones que los españoles apostaron el año pasado, y también uno de los que más crece (23,52%), superado únicamente por el póquer (28,39%).

El juego es una actividad que realizan sobre todo hombres de mediana edad. Un 1,6% sufre una posible ludopatía

La banca no siempre gana

En toda esa maraña de números está enredado el millón largo de españoles que cada año pierde dinero en el juego, pero también gente como Andrés, que durante varios meses superó los diez mil euros de ingresos por esta vía. Eso sí, no tiene ni un pelo de ludópata. El juego para él es un negocio muy rentable. De hecho, asegura que solo ha puesto de su bolsillo los cien euros iniciales. La casa de apuestas 'online' le dio otros tantos de bienvenida y así comenzó su andadura. «Siempre he sido muy conservador. Al principio solo apostaba uno o dos euros. Las ganancias me permitieron ir subiendo hasta cien o doscientos», recuerda.

Pero Andrés nunca se guió por su instinto, y mucho menos por sus preferencias deportivas. Nunca apostaría en un partido entre el Real Madrid y el Barcelona. Desde el principio, él se interesó por competiciones secundarias de lugares exóticos que ni siquiera sabía ubicar en el mapa. Y utilizó lo que en el mundillo se conoce como 'tipsters': gente de todo el planeta que tiene conocimientos específicos de deportes locales y que vende sus pronósticos.

Los jugadores ganadores utilizan 'tipsters' para apostar en competiciones secundarias de países exóticos

«Primero los vi en Twitter. Los que están comenzando ofrecen las previsiones gratis para demostrar lo que saben, y luego sacan una suscripción: pagas un importe fijo al mes, y te pasan los pronósticos para que apuestes. Algunas veces fallan, pero el saldo es positivo», explica Andrés. Así, en 2016 logró embolsarse 4.000 euros al mes durante todo un trimestre. Y fue entonces cuando la principal casa de apuestas del mundo, Bet365, le restringió la cuenta. «De repente, solo podía apostar el 10% del importe normal», cuenta.

Algo similar le sucedió a Iker. Él también descubrió los 'tipsters' y comenzó a apostar en todo tipo de eventos deportivos: fútbol femenino en Polonia, hockey sobre hielo en Rusia, o carreras de piraguas de Guatemala. «Las casas de apuestas ofrecen todo tipo de competiciones para estar siempre activas, pero en las más raras les cuesta establecer cuotas que reflejen bien las probabilidades de ganar. Aunque el volumen de juego es menor para reducir el riesgo, podemos sacar tajada. Porque somos muy pocos los que jugamos de esta forma», explica.

Los 'tipsters' más baratos ofrecen sus servicios por diez o veinte euros al mes, mientras que los más caros pueden exigir hasta 300. Se podría pensar que un algoritmo que trabaje con una gran base de datos resultaría más fiable, pero todos los jugadores entrevistados para este reportaje inciden en que estos sistemas estadísticos, que muchas casas de apuestas sí utilizan para establecer sus cuotas, no tienen en cuenta un elemento relevante: el factor humano. «No pueden saber, por ejemplo, si Nadal juega después de haberse hecho un esguince», dice Iker. Son datos que pueden influir en las probabilidades y que un algoritmo desconoce.

En los partidos de más alto nivel, que concentran el mayor volumen de apuestas, las casas sí que están al tanto de los pormenores. Pero no en competiciones minoritarias. Y ahí es donde apuestan los jugadores que ganan. «A la mayoría le mueve el sentimiento y juega de forma social, como un entretenimiento. A la larga, esos siempre pierden. Lo sé porque yo también perdía utilizando mis propios pronósticos. Ahora no me divierto apostando. Lo hago con un método para ganar dinero», afirma Iker.

No obstante, cada vez lo tiene más difícil. Las casas de apuestas han mejorado sus sistemas para detectar a jugadores como él. «Modifican las cuotas rápidamente si entran apuestas inusuales, y hacen perfiles de los usuarios. Si ven que apuestas a cosas raras y ganas, te restringen la cuenta», explica Iker, a quien también acabaron impidiéndole jugar más de uno o dos euros.

Las casas de apuestas usan todo tipo de métodos para restringir las apuestas de quienes logran beneficios

«Cuando comenzaron las restricciones, empezamos a adquirir monederos digitales de gente en Perú y Bangladesh para jugar con cuentas diferentes, geolocalizadas en esos países a través de una aplicación VPN. Pero, al final, esos monederos fueron eliminados como forma de pago», añade Miguel, un tercer afectado por la supresión arbitraria de su cuenta, se ha especializado en carreras de caballos, que en España tienen un público marginal. «No entiendo por qué con todo lo que ganan las casas no pueden aceptar que haya un minúsculo grupo de personas que sabe jugar», sentencia.

Andrés, Iker y Miguel son algunos de los cientos de jugadores que han llevado a los tribunales estas prácticas. «Hemos presentado unas 250 demandas y todas las que ya se han resuelto son favorables a nuestros clientes», asegura Nieves Gómez, abogada del bufete Gómez Villegas.

La ofensiva legal ha dado frutos modestos, como el dictamen de diciembre de 2019 que obliga a modificar algunas de las reglas. «Nosotros exigimos que no se discrimine a quien gana sin hacer nada ilegal», comenta Gómez, que ha detectado una nueva forma de justificar estas restricciones: hacer pasar a los jugadores ganadores por ludópatas. «A veces les llaman psicólogos para hacerles preguntas trampa y determinar que tienen un problema. Pero lo cierto es que nunca cierran cuentas de ludópatas, porque es el tipo de usuario que les conviene», afirma la letrada.

Las plataformas se defienden

Al otro lado de la barrera están directivos como Xabier Rodríguez, director general de RetaBet, la casa de apuestas líder en el País Vasco. Reconoce que la empresa se ha enfrentado a varios litigios, aunque cifra en solo una decena el número de usuarios conflictivos. Equipara el uso de 'tipsters' al de la «información privilegiada» y se centra en otro perfil de jugador ganador: el que explota las debilidades del sistema informático para trampear las apuestas. «Contra estos ganamos todos los juicios», asegura.

Para poder ofrecer todo tipo de ligas y deportes, las casas como RetaBet adquieren los datos de esos partidos a empresas, sobre todo en Israel y Estonia, que los recogen en tiempo real y los envían en cuestión de décimas de segundo: «Ese tiempo es clave, porque nosotros modificamos las cuotas o cerramos las apuestas cuando el sistema recoge cambios en la puntuación o el fin de un partido. Pero hay quienes están al quite para aprovechar ese segundo de retardo y meter una apuesta cuando la competición ya ha concluido». Rodríguez argumenta que esa no es una apuesta incierta porque ya conocen el resultado, y así lo ven también los jueces.

Tecnología punta

En cualquier caso, como sus competidoras, RetaBet apuesta por tecnología punta para mantener intacto el tradicional lema del juego: 'la banca siempre gana'. «No siempre es así. De los 440 millones de euros que ingresamos en 2019, repartimos el 87% en premios», refuta Rodríguez

Para lograr ese 13% de beneficio, la empresa cuenta con un nutrido equipo de ingenieros y científicos de datos que desarrollan algoritmos con los que combaten el fraude. «También detectamos el amaño de partidos. En deportes colectivos es más difícil que se produzca, pero en individuales sucede. Incluso tenemos una lista negra de tenistas en cuyos partidos no permitimos apostar», revela Rodríguez.

Las alarmas saltan en cuanto se detectan movimientos inusuales, y un ser humano revisa personalmente cualquier apuesta que supere los 20 euros. Los sistemas de inteligencia artificial se lo ponen cada vez más difícil, pero, tras haber recuperado sus cuentas gracias a las sentencias de los tribunales, Andrés, Iker y Miguel continúan ganando.

«En muchos países del mundo, el jugador profesional está reconocido, paga sus impuestos, y puede vivir de ello. Pero en España se relaciona con la ludopatía y tiene tan mal nombre que ni siquiera puedo contarles a mis amigos cómo obtengo un dinero extra», comenta Andrés, que se resiste a dejar su trabajo aunque solo le reporta una cuarta parte de sus ingresos. «Hay demasiada incertidumbre con las normas, y esto se puede acabar en cualquier momento», argumenta.

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