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Lotay Tshering reconoce a un paciente al que acaba de operar. AFP
El primer ministro que también ejerce de cirujano

El primer ministro que también ejerce de cirujano

Lotay Tshering, al frente del Gobierno de Bután, ejerce como cirujano todos los sábados. «Seguiré haciéndolo hasta que me muera», afirma

IRMA CUESTA

Miércoles, 15 de mayo 2019, 01:14

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Por complicado que resulte de imaginar a este lado del mundo, Lotay Tshering, el flamante primer ministro de Bután, dedica buena parte de su tiempo libre a recomponer la salud de los ciudadanos de su país. Por si no fuera suficiente con cargar con la responsabilidad de gobernar ese pedazo de paraíso terrenal colgado de la cordillera del Himalaya, el jefe de Gobierno dedica todos los sábados a operar en el Hospital de Thimphu. Cada fin de semana, Lotay Tshering, uno de los médicos más reputados de Bután antes de dedicarse a la política, opera y atiende a una larga lista de enfermos encantados de saberse en manos de su primer ministro. «Algunas personas juegan al golf, otras practican tiro con arco o salen a correr. A mí me gusta operar», ha dicho Tshering cuando, entre paciente y paciente, le han preguntado los reporteros de la agencia AFP.

Según el hombre que preside el consejo de ministros de este pequeño país asiático, ejercer la medicina es para él la mejor de las terapias. «Continuaré haciendo esto hasta que me muera y extraño no poder estar aquí todos los días. Cada mañana, cuando conduzco al trabajo, siento la tentación de girar a la izquierda e ir al hospital», confiesa, asegurando que hay mucha similitud entre el trabajo de un cirujano y el de un primer ministro. «En el hospital escaneo y trato a los pacientes; en el Gobierno analizo la salud de las políticas y trato de mejorarlas», dice el hombre que ha puesto la reforma del sistema de salud del reino en el centro de su agenda política. Lotay Tshering accedió al cargo de primer ministro el 7 de noviembre de 2018 reemplazando a Töring Tobgay después de un intento fallido en 2013. Para poder dedicarse a la política, el cirujano tuvo que pagar alrededor de 6,2 millones de ngultrum (78.797 euros) a la Comisión Real del Servicio Civil, una suerte de 'impuesto' para quienes quieren dejar la función pública y participar en unos comicios. Ha contado que solo la convicción de que podía mejorar su país le animó a abonar ese dinero (todo un capital en Bután, donde el sueldo medio apenas llega a los 320 euros mensuales), abandonar el hospital y embarcarse en una aventura de tal envergadura. La realidad es que Tshering nunca imaginó que el destino lo colocaría al frente de Bután. Nacido el 14 de marzo de 1968 en Mewang Gewog en el seno de una familia de clase media, estudió en la Facultad de Medicina de Mymensingh (Bangladesh) y en 2001, convencido de que había encontrado su vocación, se licenció con nota. En 2007 hizo las maletas y, gracias a una beca de la Organización Mundial de la Salud, estudió urología en la Universidad de Wisconsin (EE UU). Al regresar a Bután convertido en el único urólogo del país, decidió pasar los años siguientes formándose. Con un ansia por aprender al alcance de muy pocos, en 2010 se tituló en endocrinología en el Hospital de Singapur y en la Universidad de Okayama de Japón y, en 2014, obtuvo una maestría en Administración de Empresas en la Universidad de Canberra (Australia).

Tres hijos, dos adoptados

Un enorme trajín que aún le dejó tiempo para casarse con una colega que conoció en el hospital, tener una hija y adoptar a otros dos, un niño y una niña. Incluso para ayudar a los más desfavorecidos. Y es que, después de perder las elecciones en 2013, el rey, Jigme Khesar Namgyel Wangchuck, le ordenó liderar un equipo de médicos y viajar con el séquito del monarca a aldeas remotas para brindar tratamiento gratuito.

Ahora, además de pasar los sábados tratando a los pacientes que están encantados con la idea de que sea él quien les cure, dedica los jueves por la mañana a ofrecer asesoramiento médico a los alumnos y facultativos de la capital.

El domingo es tiempo de familia, pero el lunes, de vuelta en la oficina del primer ministro, una bata blanca cuelga en el respaldo de su silla. Esto -dice-, le sirve como recordatorio de su compromiso electoral para centrarse en la atención médica.

Y es que, aunque cree que en los últimos años se han hecho progresos importantes como la mejora de la esperanza de vida, la reducción de la mortalidad infantil, la eliminación de muchas enfermedades infecciosas y la disminución de las vinculadas al estilo de vida moderno, como la diabetes y el alcoholismo, sabe que aún queda mucho camino por andar. Mientras lo recorre, sus pacientes están encantados con su doctor.

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