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Ancianos en una competencia fatal

Ancianos en una competencia fatal

El nepalí Min Sherchan, de 85 años, fallece al tratar de recuperar el cetro de alpinista de más edad que corona el Everest. El japonés Miura lo pisó con 80

JOSEBA VÁZQUEZ

Viernes, 12 de mayo 2017, 01:36

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Bajo el amparo de los estragos generados por esta crisis sin fin y de los sombríos cálculos de un ejército de agoreros doctorados, se nos presenta desde hace ya años como inevitable el retraso de la edad de jubilación. Peor aún, se cuestiona la propia pervivencia futura de este logro del estado de bienestar. La tesis, fría, economicista y política, se sustenta en negativos datos financieros y en el notable aumento de la esperanza de vida. No tiene sentido, dicen, iniciar ahora el retiro en el mismo momento que hace décadas. Un argumento irrebatible que... ¡cielos!, nos deja sin escapatoria. La cosa empeora con la difusión de los alardes físicos que, de cuando en tiempo, realizan personas muy pero que muy mayores: hombres que surcan a nado el Canal de la Mancha pasados los 70, señores que acaban un maratón a los 100, ciclistas centenarios... Ciudadanos, en fin, empeñados en firmar extravagancias impropias de ciertas etapas de la vida. Ironías a un lado, el ejemplar alarde vital de estos seres admirables son eso, demostraciones extraordinarias de que la existencia no tiene por qué languidecer nunca. Hay quien defiende que los años son una cuestión mental. A la vejez...

Claro que, a determinadas edades, resulta imperioso calibrar al milímetro los riesgos de algunas aventuras. En una de estas se encontraba el exmilitar nepalí Min Bahadur Sherchan cuando, en su intento de repetir como la persona más mayor en escalar el Everest, le sobrevino un colapso cardíaco que acabó con su vida el pasado sábado. Sucedió mientras descansaba en el Campo Base Sur del techo más alto del mundo, a 5.364 metros de altitud. Tenía 85 años. La edad no perdona, diría ahora el refranero, capaz de afirmar una cosa y la contraria y de rebatirse a sí mismo sin pudor.

Sherchan pisó por vez primera la cima de la mole de 8.848 metros el 25 de mayo de 2008. Con 76 años, se convirtió entonces en el hombre de más edad en coronarla, arrebatando ese título al japonés Yuichiro Miura, que la había ascendido con 75. Pero el alpinista nipón mejoró la puja en 2013 al volver a hollar con 80 primaveras el que en Nepal llaman Sagarmatha (La frente del cielo) y en el Tíbet, Chomolungma (Madre del universo).

Descenso en esquí

«Mi objetivo no es romper el récord de nadie, esto no es una competición personal entre individuos. Sólo deseo romper mi propio récord», declaró Schernan días antes de iniciar su última expedición. Será así, pero la secuencia presenta todos los ingredientes como para parecerse mucho a una carrera entre dos hombres por ser el más viejo en encaramarse a la mítica cumbre. En ese torneo, el montañero nepalí ha perdido la vida, segunda que se cobra el Everest este año tras la del suizo Ueli Steck, hace diez días.

Aunque hubiera alcanzado su objetivo, Sherchan jamás habría igualado otros logros de su rival japonés. Miura ya ascendió el techo de la Tierra con 70 años, y con 75, pero sobre todo es famoso por haber descendido mucho antes parte de él esquiando. Fue el 6 de mayo de 1970. Pertrechado con un casco de piloto de combate y equipado de transmisor-receptor, tanques de oxígeno y un paracaídas que le sirviera de freno, se lanzó ladera abajo desde los 8.000 metros por el collado Sur hasta el Valle del Silencio. Alcanzó velocidades de hasta 160 kilómetros/hora. Bajó dos mil metros en dos minutos y veinte segundos y una roca le paró cerca de una grieta. En la grabación de la hazaña murieron ocho personas de la productora y el equipo de filmación. Su trabajo, 'El hombre que esquió el Everest', ganó en 1975 el Oscar al mejor documental.

Visto su caso, debemos dar la razón a quienes propugnan un retraso en la edad de jubilación: en efecto, el ser humano puede ser muy activo después de los 65. Ahora bien, ciertos logros requieren muchas horas de entrenamiento, preparación psicológica y descanso. Incompatible con una jornada laboral. ¡Que no nos engañen!

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