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Zhenlong, en su casa, se fuma un cigarrillo como lo hacía Mao. El empresario solo necesita un poco de arcilla para imitar su característica verruga.
El clon de Mao del siglo XXI

El clon de Mao del siglo XXI

A Ren siempre le llamaron el segundo Gran Timonel por su gran parecido con el líder chino. Ahora se hace selfis con los jóvenes para dar a conocer la cada vez más olvidada figura de Mao Zedong

zigor aldama

Viernes, 5 de agosto 2016, 01:07

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Son las siete de la mañana y Ren Zhenlong ya tiene un cigarrillo entre los labios. Es el primero de los 60 que puede llegar a fumar cada día. «Mao Zedong también era un fumador empedernido», justifica con una amplia sonrisa seguida de una incontrolable tos burbujeante. La comparación con el fundador de la República Popular China no es un capricho, porque Ren es el Mao del siglo XXI. «Ya de joven en el pueblo me llamaban el segundo Gran Timonel por mi gran parecido físico. A los 24 años interpreté al padre de la patria por primera vez en una obra de teatro, y ahora vivo con Mao todos los días de mi vida», cuenta mientras saca el segundo cigarrillo en el luminoso salón de su casa, ubicada en un barrio residencial para funcionarios de la ciudad norteña de Taiyuan.

Ciudades en la vida de Mao

  • Shaoshan

  • Situada en la provincia central de Hunan, Shaoshan es la localidad en la que Mao nació en 1893. Ahora se ha convertido en un lugar de peregrinaje político en el que se mantiene casi intacta la vivienda en la que creció, en una familia acomodada.

  • Changsha

  • Capital de Hunan, Changsha fue la ciudad que le vio crecer. Allí se matriculó en Arte Dramático, Derecho, y Economía. Finalmente, decidió hacerse autodidacta y estudiar sobre los sistemas sociopolíticos del mundo.

  • Shanghái

  • La capital política de China fue el escenario elegido para la creación del Partido Comunista en 1921. Mao no participó en aquel hito, pero sí que se enroló en el Partido y creó una sucursal en su provincia natal de Hunan.

  • Pekín

  • En 1949 Mao Zedong fundó la República Popular China. 9 años después puso en marcha el Gran Salto Adelante, al que siguió la Revolución Cultural, dos etapas que sumergieron a China en el caos y el hambre.

Ren, nacido en 1960 en la provincia de Shanxi, es uno de los muchos imitadores de Mao que pululan por toda China. «Lo que me diferencia del resto son dos cosas: por un lado, que mi parecido con él es casi total, razón por la que apenas necesito maquillaje o peluquería para convertirme en el personaje». No miente: lo único que Ren tiene que hacer para mutar es fabricar con un bloque de masilla ocre la característica verruga que Mao tenía en el mentón, colocársela con cuidado, y peinarse con el pelo ahuecado a ambos lados. «Por otro lado, yo no me limito a copiar su apariencia como hace la mayoría. Creo que fue un gran hombre y estudio tanto su filosofía como su carácter», sentencia.

Para certificar que así es, en el dormitorio muestra una estantería llena de libros sobre el presidente. Alrededor, en las paredes, es difícil distinguir qué fotos son del Mao real y cuáles lo tienen a él como protagonista. En carne y hueso, a cierta distancia, dudar es también razonable. Así, no es de extrañar que, cuando Ren sale a la calle vestido con el característico traje gris del caudillo, la gente sea incapaz de contener un gesto de sorpresa. Muchos se dan la vuelta, otros echan mano rápidamente de sus teléfonos móviles para inmortalizar el momento. Por si fuese poco, ya le resulta imposible evitar los inconfundibles gestos de Mao: el aplauso blando a la altura del pecho y la mano extendida en saludo marcial son sus favoritos. «Cada vez me parezco más a él», afirma con el tercer cigarrillo entre los dedos. «Muchas veces sueño con Mao, y siempre que hago algo me pregunto cómo lo haría él». Eso incluye hasta comerse un youtiao similar a una porra en su restaurante favorito para el desayuno.

Pero, curiosamente, a diferencia de sus competidores, Ren apenas hace negocio con su don. Ha protagonizado un mediometraje sobre el líder chino y a menudo interpreta ese personaje en actos privados, pero no ha logrado todavía abrirse paso hasta las lucrativas industrias de la televisión y el cine. Y es evidente su frustración al respecto. «Hay grandes estrellas que han interpretado a Mao sin parecerse casi a él. Wang Yin uno de los actores que más encarna al Gran Timonel, requiere de varias horas de maquillaje para resultar convincente en el papel. Yo solo necesito que me añadan un poco de pelo», critica. «El problema es que yo no tengo ni poder ni guanxi el término en chino que se refiere a las relaciones personales y que se puede traducir como el tradicional enchufe en el mundo laboral. A veces es necesario pasar un sobre por debajo de la mesa y yo no tengo con qué llenarlo», afirma.

En cualquier caso, a pesar de que nació en el seno de una familia rural humilde, Ren disfruta de una vida acomodada. Ha sido militar, aunque en el Ejército su papel fue el de actor, ha trabajado como manager de una troupe de intérpretes, ha ejercido de periodista, y ahora tiene su propia empresa, subcontratada por el Departamento de Transportes de Shanxi para hacer prospecciones de negocio en diferentes sectores. Vive en un piso de tamaño generoso equipado con todas las comodidades actuales, y no faltan iPhones en su casa. Tampoco sufren ninguna privación sus dos hijos, una princesita que duerme hasta tarde y un joven espigado que trabaja de fotógrafo y retrata a su padre allá donde va.

Sin embargo, a Ren no le convence del todo el rumbo que ha tomado la República Popular. A pesar de que reconoce la impresionante mejora en la calidad de vida del grueso de la población, considera que el Partido Comunista se ha alejado en exceso de los dictados de Mao desde que Deng Xiaoping proclamó que ¡enriquecerse es glorioso!. «Sinceramente, como anunció Karl Marx en El Capital, aunque solo quedan cinco estados comunistas, yo creo que el mundo terminará siendo socialista por necesidad. Por eso, no puedo estar de acuerdo con la adopción de una economía de mercado para China. Lo más adecuado sería mantener la economía planificada. No obstante, me parece que Xi Jinping el presidente actual está siguiendo los pasos de Mao en la construcción de una figura muy fuerte al frente del país y que acierta en su gran campaña anticorrupción», analiza.

Con los veinteañeros

Menos entusiasta se muestra a la hora de hacer una radiografía de la juventud china. Aunque muchos veinteañeros se paran para fotografiarse con él cuando Ren se pasea por alguno de los centros comerciales de Taiyuan, es evidente en sus risas que lo hacen más por sorna que por el respeto que él quiere provocar hacia la figura de Mao. «La mayoría de quienes nacieron en los 80 y los 90 no tienen ni idea de quién fue. Por eso, creo que es responsabilidad mía tratar de contárselo. Porque fue un hombre que hizo mucho por el país: desde librarlo del yugo imperialista japonés, hasta darle consistencia como una única nación».

En el discurso de Ren apenas hay espacio para la crítica de un personaje que también provocó una tragedia de proporciones descomunales. El propio Partido Comunista ha reconocido que tanto el Gran Salto Adelante como la Revolución Cultural en los que murieron hasta 30 millones de personas fueron un error, pero el imitador lo achaca a otras personas. «Evidentemente, nadie es perfecto. Pero es injusto criticar a Mao por las facciones que decidieron utilizar la violencia para imponerse en una lucha por el poder como la Guardia Roja. Ahora no tenemos ese problema porque somos una potencia militar a nivel mundial, y debemos continuar fortaleciendo nuestro ejército para derrotar a Estados Unidos».

Es inevitable que en dos días de conversaciones no surja uno de los asuntos más polémicos de la China actual: la disputa por la soberanía de varios conjuntos de islas en el Mar del Sur de China. Ren, como no podía ser de otra forma, considera que incluso las que se encuentran a 2.000 kilómetros de sus costas pertenecen al gigante asiático, y está convencido de que el problema lo provoca Washington. «Los estadounidenses nos ven como a un trozo de carne que se puede trocear. Tenemos que evitarlo aunque eso suponga una guerra». Ante el silencio que se instala en la sala, y con un gran bloque de ceniza a punto de caer del enésimo cigarrillo que fuma, Ren lanza preocupado una pregunta.«¿España es nuestra amiga, verdad?».

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