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Los golpes bajos del deporte

Los golpes bajos del deporte

El ojo morado de Mireia Belmonte se une a una larga tradición, desde el cabezazo de Zidane al mordisco de Tyson

guillermo elejabeitia

Sábado, 18 de junio 2016, 01:39

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En la galería de trofeos de dudoso gusto en la que se exhiben la oreja del boxeador Evander Holyfield o el golpe que un sicario contratado por una rival dio a la patinadora Nancy Kerrigan en la rodilla, tiene un lugar desde el pasado fin de semana el ojo morado de Mireia Belmonte. La nadadora salió de la prueba de natación en aguas abiertas donde se jugaba la clasificación para los Juegos Olímpicos con un hematoma en la cara y sin pasaporte a Río. «La competitividad entre deportistas del mismo país levanta el nivel. Pero utilizar técnicas antideportivas es sancionable», escribió en Twitter su novio, el piragüista Javier Herranz. El comentario apuntaba directamente a la única española en liza, Erika Villaécija, que reaccionó afirmando que llegará a los tribunales. Belmonte ha querido quitar hierro al asunto, pero no niega el roce: «Es una disciplina donde hay mucho contacto, nadamos muy pegados, quiero creer que fue un acto hecho sin maldad», explicó en su cuenta de Twitter. ¿Golpe fortuito o agresión antideportiva? La polémica está servida.

Precedentes no faltan. La historia del deporte está jalonada de una larga tradición de golpes bajos. Entre los más recordados está sin duda el cabezazo que Zidane propinó a Materazzi en la prórroga de la final del Mundial de fútbol de 2006. El galo perdió los nervios ante el insistente placaje del italiano, que llegó a mentar a su hermana, aunque el gesto no impidió que fuera reconocido como el mejor jugador del torneo. Hace tan solo unos meses la patada con la que Valentino Rossi descabalgó a Marc Márquez en el circuito de Sepang después de una agresiva serie de adelantamientos sirvió en bandeja el mundial de Moto GP a Jorge Lorenzo. Tras meses de pullas, hace diez días zanjaban la cuestión con un apretón de manos en Montmeló.

Otras rivalidades

  • Pedrosa y Lorenzo. Aquel pique deportivo y personal ha quedado eclipsado por la actual de Márquez y Rossi. Hasta el Rey Juan Carlos trató de poner paz entre los dos pilotos agarrándolos de la muñeca consiguió que se dieran la mano.

  • Yankees y Red Sox. Los campos de béisbol americanos han sido testigos de batallas campales entre bateadores y lanzadores. Los Yankees de Nueva York y los Red Sox de Boston han protagonizado algunas de las peleas más recordadas.

  • Pepe. Hay quien dice que el futbolista del Real Madrid debía haberse dedicado al boxeo. Que se lo pregunten a Messi, Dani Alves, Arbeloa...

  • Niki Lauda y James Hunt.

  • La rivalidad de estos dos pilotos fue legendaria. No hubo roces entre ellos, pero las luchas en la pista entre el austriaco y el británico dieron lugar a una película en 2013 Rush.

  • Hockey sobre hielo. Las peleas entre jugadores son frecuentes e incluso toleradas por los árbitros. Los rivales se intercambian golpes brutales ante el regocijo del público.

Pero cuando se habla de juego sucio, resulta imposible no acordarse del mordisco con el que Mike Tyson arrancó un trozo de oreja a Evander Holyfield. Fue durante la batalla por el campeonato del mundo de los pesos pesados en 1997. Ambos eran los mejores boxeadores del momento y se esperaba un combate a cara de perro. Y resultó tal cual. Años después y tras una errática carrera en la que alternó los triunfos deportivos con los escándalos personales, Tyson reconoció su error: «Fueron las drogas, me volví loco». Los dos púgiles han llegado a cultivar una sana cordialidad y hasta bromearon sobre el tema en un anuncio en el que Tyson acudía a casa de su rival para devolverle el trozo de oreja que le había arrancado aquella tarde en Las Vegas.

Cemento en los guantes

Sin salir del ring, pero con un final mucho más trágico se recuerda el que es, probablemente, el combate más sucio de la historia. En 1983, Bill Ray Collins, una joven promesa que llevaba catorce peleas imbatida, se enfrentaba al mediocre Luis Resto. Lo que se adivinaba un paseo triunfal se tornó en una pesadilla desde el primer asalto. Los golpes de Resto eran extraordinariamente potentes y dejaban muy tocado al joven Billy. «Es más fuerte de lo que pensé, mucho más fuerte», se le oyó decir en un receso. El puertorriqueño celebró efusivamente su sorprendente victoria, pero la alegría duró apenas unos minutos. Cuando iba a felicitarle, el padre de Collins descubrió que sus guantes llevaban cemento. Resto y su entrenador fueron encarcelados, pero el destino de Collins no fue mejor. Deprimido al verse apartado del boxeo por las secuelas que le quedaron, murió meses después al estrellar su coche.

Un juego sucio que recuerda al caso de Tonya Harding y Nancy Kerrigan, que se disputaban la corona mundial de patinaje artístico. Poco antes de la prueba final del campeonato de 1994, Kerrigan fue golpeada en la rodilla con una barra de hierro por un matón contratado por Harding. Entonces no pudo competir, pero un mes después se alzó con la plata en las olimpiadas de Lillehammer. Sin embargo, su rival emprendió el descenso a los infiernos. Fue desposeída del título, suspendida de por vida y declarada persona non grata. Probó suerte en el porno, simuló un secuestro y fue detenida por agredir a su novio.

También hay golpes bajos que no dejan marcas físicas, pero si morales. Como cuando el tenista Nick Kyrgios le dijo a Stanislas Wawrinka, durante un partido, que un compañero de equipo se había acostado con su novia. El australiano consiguió desesperar y derrotar al suizo, pero se llevó una importante sanción económica de la ATP y el reproche de todos los aficionados por sus comentarios. La aludida, también tenista, negó la mayor y lamentó que cosas así sucedan en el deporte. Tristemente, sucede en casi todos.

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