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Dos amigas chinas esperan emocionadas a que se abra el parque de atracciones.
La batalla china de Mickey Mouse

La batalla china de Mickey Mouse

La multitudinaria inauguración de Disneylandia en Shanghái desata una guerra de parques temáticos con Wanda, la sociedad dueña del edificio España en Madrid

zigor aldama

Sábado, 18 de junio 2016, 11:42

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El ratón Mickey ya tiene su castillo en la China comunista. Lo abrió ayer en un Shanghái envuelto por una gruesa capa de contaminación atmosférica y bajo intermitentes tormentas que se encargaron de convertir en un suplicio lo que debería ser una de las experiencias más placenteras. Pero, a pesar del tiempo inclemente y de los continuos anuncios por megafonía que advertían de que la entradas estaban agotadas, decenas de miles de personas se agolparon frente a las puertas del mayor parque temático del mundo para poder atisbar entre la bruma la primera Disneylandia con la hoz y el martillo.

El impacto

  • La mayor inversión. El parque ha costado 4.650 millones de euros. Pero la construcción de 8 vías de acceso por carretera y una línea de metro eleva la factura a 13.600 millones.

  • Un buen negocio. Disney espera recibir en su parque chino a unos 17 millones de visitantes. Cada uno pagará entre 50 y 70 euros por entrar.

  • Revulsivo económico. Se estima que Disneylandia generará en torno a un 0,8% del PIB de Shanghái, con unos ingresos totales de unos 5.400 millones de euros anuales.

Culmina así una intensa odisea empresarial que ha durado casi una década. El parque es fruto de un complejo proceso que ha tenido mayor dificultad política que técnica o económica. Porque al Partido Comunista no le provocaba especial entusiasmo dejar que uno de los mayores símbolos de la cultura yanqui plantase una pica en su ciudad más poblada. Pero, al final, la pela es la pela. Disney se fijó en el mercado potencial de los 330 millones de habitantes que residen a tres horas de la capital económica del gigante asiático y pasó por el aro.

La multinacional del entretenimiento aceptó diseñar un parque más chino, poseer una participación minoritaria en una sociedad liderada por empresas estatales y cedió en su exigencia de establecer un canal de televisión. A cambio, la empresa americana puede gestionar 3,9 kilómetros cuadrados de la nueva Zona Internacional de Turismo y Resorts (ZITR) de Shanghái, que ocupa 24,7 kilómetros cuadrados y que está estructurada en tres áreas, una de las cuales es Disneylandia. «Supone un intercambio cultural que subraya el atractivo de China como destino de inversiones de todo el mundo», apuntó el director ejecutivo de Disney, Bob Iger, durante una ceremonia de inauguración en la que se restringió el acceso de la prensa extranjera.

«Me alegro de que, por lo menos, haya un buen parque gratuito y otras zonas de recreo para quienes no logremos una entrada», comentaba una madre apellidada Hui, que a pesar de no haber logrado uno de los codiciados tickets decidió acercarse con sus dos retoños. Apenas quedan entradas hasta agosto, aunque ayer ya había reventa por un precio hasta diez veces superior al oficial, muestra del tirón que tiene un parque cuya inversión total incluidas infraestructuras de transporte como una nueva línea de metro y hasta ocho carreteras asciende a 13.600 millones de euros. Disney ha desembolsado 4.650 millones que convierten a esta embajada de Shanghái en su mayor apuesta económica en el extranjero.

Personajes de fábula

Pero la familia de Mickey y Minnie no es la única que quiere darle un bocado al prometedor mercado de los parques temáticos en China. De hecho, un hombre disfrazado del rey mono, uno de los personajes más conocidos de la mitología china, criticaba el interés de los visitantes por Disneylandia. No logró mucha atención, pero sí que hay un sector de la población, sobre todo el ligado a la corriente más conservadora del Partido Comunista, que ve con preocupación la colonización cultural que lidera Occidente.

Afortunadamente para ellos, Wanda ha abierto una dura guerra en el sector. Lo ha hecho con un parque temático en la ciudad de Nanchang, dentro del territorio en el que Disney busca clientes, y apuesta por una temática completamente autóctona. Aquí los personajes de fábula están sacados de las leyendas locales, y no hay castillos de corte europeo, sino edificios futuristas con las líneas tradicionales de los templos budistas. «China lideró el mundo durante 2.000 años, pero en los últimos 300, por un retraso en el desarrollo y la invasión de culturas foráneas, hemos perdido la confianza en nuestras raíces», lamenta el presidente de Wanda, Wang Jianlin.

De hecho, este lugar se promociona como «un proyecto cultural y de turismo con el tamaño de una ciudad», y parece que será solo el primero de otros muchos, porque el gigante chino del sector inmobiliario conocido en nuestro país por su controvertida adquisición del edificio de la plaza España de Madrid quiere diversificar su negocio. El segundo parque ya tiene fecha de apertura: será en septiembre en la ciudad de Hefei. Y para 2020 Wanda contará con quince repartidos por todo el país.

Por si no fuese suficiente competencia para la corporación americana, que ha mostrado en varias ocasiones su interés por abrir una segunda Disneylandia en la china continental, las instalaciones de Wanda son notablemente más baratas. Cuestan 198 yuanes (26 euros) los días laborables y 248 yuanes (33,5 euros) durante los fines de semana. Es una diferencia de casi 200 yuanes (27 euros) con Disneylandia, una suma considerable para una familia. Eso no impidió que muchos dejaran ayer clara cuál es su proferencia. «Disneylandia es la original, lo demás es un invento chino para sacar dinero», sentencia un sufrido padre que lleva dos horas de cola.

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