La tragedia griega acaba en gol
El fútbol es el espejo de la mala salud del país. Los pobres cada vez son más pobres y los ricos más ricos, el Gobierno de Tsipras se ve obligado a suspender la Copa por los conatos de violencia, todo huele a corrupción...
DARIO MENOR
Martes, 29 de marzo 2016, 01:38
2 de marzo de 2016. Semifinales de la Copa de Grecia. En el estadio Toumba de Tesalónica se enfrentan el equipo de la ciudad, el ... Paok, contra el Olympiakos, el club más poderoso del país. Faltan cinco minutos para que se cumpla el tiempo reglamentario y el portero visitante, Stefanos Kapino, parece derribar dentro del área al centrocampista del Paok Robert Mak. Con el 1-2 en el marcador y Mak por los suelos, ruge el Toumba pidiendo penalti. El árbitro, Andreas Pappas, ya acusado en el pasado de favorecer al Olympiakos, no hace caso de la presión y encima se lleva la mano al bolsillo para mostrarle la tarjeta amarilla por tirarse. Es la segunda, así que le saca a continuación la roja y le enseña el camino del vestuario.
Ira, humo y fuego envuelven entonces las gradas, donde vuelan petardos y bengalas entre los 30.000 espectadores. El caos prende en el campo: cientos de aficionados partiéndose la cara con los policías antidisturbios sobre la hierba. Tras varios minutos de batalla campal, los ánimos se tranquilizan, pero la situación es ya irreversible. El partido queda anulado y, al día siguiente, el Gobierno de Alexis Tsipras decide cancelar el torneo. Las protestas de la Federación de Fútbol helénica no sirven de nada.
En los tres últimos años es la cuarta vez que un partido es suspendido por actos violentos y la tercera en la que el Gobierno tiene que intervenir. En la Liga 2014-2015 hubo dos parones: uno por la muerte de un aficionado y otro por la agresión a un árbitro. La temporada anterior, las autoridades tomaron la misma decisión después de los duros enfrentamientos entre los antidisturbios y los aficionados radicales del Panathinaikos, el equipo del centro de Atenas. Fue durante el derbi con el Olympiakos, el club del puerto de El Pireo, el que cuenta con el mayor número de hinchas del país. Las dos sociedades mantienen una encendida rivalidad de décadas que va más allá del balompié: también compiten en baloncesto y otras disciplinas deportivas.
«El fútbol griego sufre graves problemas estructurales: violencia, corrupción, acusaciones de árbitros comprados...», explica Nick Malkoutzis, director del portal de análisis MacroPolis y número dos de la edición en inglés de Kathimerini, uno de los principales diarios helenos. «Estos males son en cierta forma una representación de las dificultades que está pasando el país. De hecho, ocurre como en el resto de sectores de la sociedad griega: hay individuos estupendos, gente muy capaz, pero que se pierde en un sistema que hace aguas».
¿Árbitros comprados?
La hegemonía incontestable del Olympiakos es para los griegos una muestra de esos problemas: en las últimas 20 temporadas, el club de El Pireo se ha llevado 18 campeonatos. También son evidentes las dificultades en el insólito aspecto que muestran las gradas, donde hay un solo color. Para intentar acabar con las peleas, desde hace años las hinchadas tienen prohibido entrar en los estadios rivales. «La violencia en las gradas va más allá del juego. La gente se lo toma, en cierta forma, como una vía de escape para sus problemas, para protestar. Por eso la situación se ha vuelto más dura en los últimos años con la crisis económica. Aunque siempre ha habido enfrentamientos, ahora estamos peor», explica el periodista Vaios Tsouxsikas, de la radio SportFM, referencia entre los aficionados al deporte.
La recesión económica también ha echado a los aficionados de los estadios. «El fútbol que se juega hoy en Grecia no ayuda. Tenemos dos divisiones profesionales, pero no hay dinero para mantenerlas. En las últimas temporadas ha habido siempre algún equipo que a mitad de año ha tenido que retirarse de la competición por bancarrota», incide Tsouxsikas.
Adonis Panuchos es uno de los rostros más conocidos del periodismo deportivo. Cada domingo dirige una tertulia futbolera en un canal de televisión privado en la que analiza la jornada. En un intervalo de la emisión, afirma que el balompié griego se ha movido estos últimos años entre dos extremos. Ahora no está ni tan bien como cuando su selección ganó por sorpresa la Eurocopa en 2004, ni tan mal como puede parecer después de la eliminación de la próxima competición europea: cayó ante el débil combinado de Islas Feroe.
«La crisis se nota sobre todo en la calidad de los futbolistas extranjeros que vienen a jugar aquí. Cada vez son peores porque no hay dinero para pagar a las grandes estrellas», argumenta Panuchos, quien asegura que siempre han existido rumores sobre corrupción. Vaios Tsouxsikas da la razón a quienes se quejan de que hay un sistema que manipula los resultados de las partidos de la Liga con la compra de árbitros. En el vértice de esa red estaría el rico Olympiakos: «No tenemos pruebas claras, no han pillado a nadie con sobres de dinero, pero sí que hay conversaciones que indican que pasan cosas raras».
Esta sensación es compartida tanto por los aficionados como por los propietarios de equipos como el Panathinaikos, el Paok o el Aek de Atenas. Los incidentes en los estadios, de hecho, no solo se explican por la rivalidad entre los clubs. Son también una protesta contra la sospechosa hegemonía del Olympiakos. Este año ha ganado la liga el 28 de febrero, seis jornadas antes del final de la temporada.
El televisivo Panucho califica de «monopolio» el dominio ejercido por el Olympiakos en las últimas dos décadas. «Los ricos aquí cada vez son más ricos. Y los pobres, más pobres», comenta con una sonrisa amarga. Porque la recesión iniciada en 2009 ha polarizado la sociedad helénica en todos los sectores. El Panathinaikos hasta estuvo a punto de hundirse hace unos años por las deudas y aguanta ahora con presupuestos cinco veces más bajos que los de su eterno rival.
«Tienen miedo»
El club de El Pireo, en cambio, tiene a un poderoso magnate detrás, el armador Evangelos Marinakis, salpicado por varios casos de corrupción y acusado por sus detractores de tener comprada la Federación de Fútbol. Tal es así que, después del polémico partido contra el Paok de principios de mes, el presidente del club de Tesalónica, Ivan Savvidis, exigió que estos encuentros sean dirigidos por árbitros extranjeros.
Las dificultades del Panathinaikos están a la vista de todos. Desde 2013 el equipo se ha visto obligado a regresar al viejo Apostolos Nikolaidis porque no había manera de llenar el estadio Olímpico. En el café de los bajos del Nikolaidis hay una cafetería con las paredes llenas de fotografías de las leyendas del club verdinegro en sus distintas disciplinas. En una pausa del entrenamiento y mientras apura un típico café frappé, Dimitris Perdikous, entrenador de la academia de baloncesto, explica con claridad cómo se vive el deporte en su país: «Aquí mucha gente se pasa el día pensando en el próximo partido, siguiendo los entrenamientos, leyendo las noticias y comentando los rumores sobre el club de sus amores. Por eso las hinchadas son tan calientes y los equipos de otros países tienen miedo a venir a jugar a Grecia. Para nosotros es más que deporte, es una parte fundamental de nuestras vidas».
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